Nada se decidirá hasta que los resultados de las elecciones del 26 de mayo estén sobre la mesa. Pablo Iglesias lo sabe bien, pero ha puesto en marcha su ofensiva de presión sobre Pedro Sánchez con el objetivo de intentar negociar con más fuerza su entrada en el nuevo Gobierno. Alega que, sin su presencia, el Ejecutivo se derechizará inexorablemente. El PSOE resiste el envite. Ayer volvió a dar portazo a las aspiraciones del jefe de Unidas Podemos para cobrarse en carteras ministeriales el respaldo a la investidura del líder socialista. Podrán discutirlo la semana que viene. El jefe del Ejecutivo en funciones ha convocado a Casado, Rivera y al propio Iglesias a la Moncloa la próxima semana.

Las estrategias de negociación empiezan siempre antes de sentarse a la mesa. Consciente de ello, Sánchez llama a dialogar a los representantes de los tres principales partidos de la oposición con dos mensajes para marcar posiciones. Uno. Conversarán sobre los resultados de las generales, pero no aterrizará posibles pactos hasta que las elecciones europeas, autonómicas y municipales del 26 de mayo configuren el reparto de la fuerza territorial. Y segundo recado. Unidas Podemos puede ser socio preferente pero el PSOE no acepta una coalición, sino que ofrece a Iglesias colaborar en pactos puntuales.

MÁS PRESIÓN / El secretario general de los podemistas redobló ayer su presión para entrar en el Ejecutivo. A su favor juega la voluntad de las bases del PSOE, que gritaban «con Rivera no» la noche electoral. También gana, paradójicamente, con la voluntad expresada por el mundo empresarial, económico y financiero, que aboga por un Gobierno con Cs. Iglesias se reivindica como el único garante de mantener a raya a las fuerzas oscuras que arrastran, dice, a la Moncloa hacia políticas liberales. Desde ahí, pide carteras.

En su contra juega un resultado insuficiente. Ha perdido 29 escaños. Puede negociar, pero con menos fuerza de la que tuvo en el 2015. Entonces, estaba convencido de que una repetición electoral le permitiría sorpassar al PSOE.

Ahora, a nadie se le escapa que el podemista necesita tocar poder y trasladar cierta imagen de victoria para conformar a sus militantes y también al partido. «Lo primero es discutir de programa, y luego ver los equipos y los programas. Poner un nombre encima de la mesa será lo último», exigió ayer.

No tardó en responderle el secretario de organización del PSOE y ministro de Fomento, José Luis Ábalos. Sánchez tiene «preferencia» por llegar a acuerdos con Podemos, pero el Gobierno seguirá siendo monocolor y «con personalidad» porque la victoria socialista es incuestionable (123 escaños).

RONDA LUNES Y MARTES / Muestra del tira y afloja entre Sánchez e Iglesias es la ronda de contactos en la Moncloa. El presidente en funciones ha convocado a los líderes con los que quiere conversar por orden de representación en escaños y no por afinidad. El lunes se reunirá con Casado. El martes conversará con Rivera por la mañana y con Iglesias por la tarde. Los gestos, en política, dicen tanto como las palabras. Ser ubicado en tercera posición molestó al jefe de los morados, que prefería ser llamado el primero a palacio. Sánchez le niega el poder simbólico de esa imagen.

Desde Ciudadanos explican que Rivera acudirá para ratificar su determinación a ser el líder de la oposición, lugar que se arroga tras el hundimiento electoral del PP. Casado anuncia que presentará propuestas relativas a bajadas de impuestos.

Fuera del diálogo quedan Vox y el resto de fuerzas. ERC (15 diputados) cree que Sánchez debería ir a prisión para hablar con Oriol Junqueras,