Hace justo un año, Pablo Casado estaba de campaña. Ese ha sido su estado natural como presidente del PP durante la mayor parte de los 12 meses que lleva en el cargo. Empezó con unas primarias, inéditas en su partido, contra Soraya Sáenz de Santamaría. Enseguida llegó la precampaña de las andaluzas y, después de negociar el pacto con Ciudadanos y Vox en esa comunidad, el Gobierno de Pedro Sánchez se lió con el relator. Manifestación en Colón del tridente de la derecha. Presupuestos Generales fracasados. Adelanto de las generales en abril. Descalabro del PP. Municipales, autonómicas y europeas en mayo. Un ritmo político exagerado que le arrastró por todas las comunidades de nuevo. En su equipo se jactaban (al principio) del asunto: «Es la quinta vuelta a España que va a dar», anunciaron cuando empezaba la primavera.

Ahora, Casado apenas tiene tres o cuatro actos a la semana. Habla, incluso, más despacio, advierten en su círculo más cercano. «Ya no va a tres sitios al día ni saca cinco temas cada jornada», admite un asesor. Ha aceptado incluso llevar algunos discursos escritos. El líder del PP ya no tiene urgencias que atender. El calendario es otro, se pueda relajar y pensar en qué perfil de político quiere formarse a la vez que «reconstruye» y «regenera» el partido, apunta esa misma persona de su núcleo duro.

MIEDO AL ‘SORPASSO’ / Los hechos también le han ayudado a bajar el diapasón «de manera natural», señala un miembro del comité ejecutivo: Ciudadanos no les dio el temido sorpasso y la alianza con los naranjas y Vox les va a permitir mantener gobiernos clave como los de Murcia, Castilla y León y, sobre todo, Madrid, la joya del PP desde hace décadas. Las críticas por la radicalización de su discurso que le lanzó, entre otros, el presidente de la Xunta de Galicia, Alberto Núñez Feijóo, el barón más potente en estos momentos, también han aflojado después de que el partido obtuviera allí un mal resultado en las municipales. «No obtener algunas alcaldías importantes en Galicia no ha sido bueno para Casado ni para el PP, pero ha ayudado a que todos nos centremos más en la tarea que tenemos por delante», afirma el asesor de Casado por teléfono, al que se le adivina una medio sonrisa de maldad.

CAMBIOS EN EL PARTIDO / Y entre todos esos datos falta el más importante. Casado obtuvo el peor resultado del PP en unas elecciones generales, hundiendo el partido de 137 a 66 escaños. Ese baño de realidad, tras escuchar comentarios sobre su radicalización para gustar al exvotante huido a Vox y leer en las crónicas el malestar generado en sus filas por la elaboración de las listas al Congreso y el Senado, ha hecho que en estas semanas, en las que su agenda se ha vaciado de actos públicos, se centre en mantener dos tipos de reuniones.

Por un lado, además de estar «leyendo mucho», cuentan fuentes del PP, está viéndose con «académicos, empresarios y profesionales de varios sectores para saber cómo ven ellos los resultados y saber qué esperan del partido», y por otro, está propiciando reuniones en Génova con «presidentes provinciales, de Diputación, alcaldes y candidatos a alcaldes que han perdido» para interesarse por sus prioridades y avanzar en una relación con ellos para la que hasta ahora no había tenido tiempo. Una manera de compensar, probablemente, el malestar por cómo se hicieron las listas para las elecciones, donde algunos denunciaron verdaderas purgas.

Esas conversaciones le pueden ayudar a tomar las decisiones que tiene por delante. Además de los nombres de las personas que dirigirán los grupos parlamentarios del Congreso y el Senado, algunos dirigentes territoriales consideran que debe acometer cambios en el partido.

11 PACTOS DE ESTADO / El Casado del verano del 2019, al año de ser elegido en un congreso en el que no era el favorito, es más templado, más moderado, más institucional que el visto hasta ahora. Acude a las citas a las que le convoca el presidente, respetando la liturgia democrática y marcando distancias, a su vez, con Albert Rivera, el líder de Ciudadanos, que ha rechazado atender la invitación de Sánchez. Asiste a esas reuniones y sale relatando los «11 pactos de Estado» que ofrece, además de defender una reforma electoral para que el partido ganador obtenga una prima en escaños de manera que no se llegue a situaciones de bloqueo político como la actual.

Solo mantiene un área de enfrentamiento abierto: Navarra. Casado sigue pidiendo a Sánchez que no permita que la socialista María Chivite pueda formar Gobierno en esa comunidad gracias a la abstención de EH Bildu.

La difícil relación entre los otros dos partidos de la derecha, ciudadanos y vox, ha permitido al presidente del partido popular también aparecer como mediador. Su relación personal con el dirigente de los ultras, Santiago Abascal, ha ayudado a desatascar la situación. «Y lo ha hecho con discreción, para no herir sensibilidades», apunta el miembro del comité ejecutivo de la fuerza conservadora.