Durante 14 años, Albert Rivera ha sido el líder de Ciudadanos. Hasta que ayer los desastrosos resultados obtenidos el 10-N llevaron al ya exlíder naranja a adoptar tres decisiones: dimitir como presidente del partido liberal, renunciar a su acta de diputado en el Congreso y abandonar la política para regresar a su actividad profesional como abogado. Ante medio centenar de dirigentes de Cs y trabajadores que hicieron lo imposible para no romper en lágrimas, Rivera cerró una etapa de su vida, aquella que, dice, recordará con mayor cariño pero que, a la vez, más le ha desgastado.

Tras perder 47 escaños -de 57 a 10-, caer de tercera a sexta fuerza y dejarse por el camino de la repetición electoral más de 2,5 millones de votos, el expresidente naranja tomó la decisión de abandonar el partido que ayudó a construir en el 2006 y en el que ha ido creciendo durante su trayectoria política. Con el sueño de ser el referente de la derecha destruido en apenas seis meses, Rivera aseguró que el descalabro electoral solo es una «estación» más de una formación que se bregó contra el independentismo en Cataluña y que dio el salto a la arena política estatal en el 2015.

POR RESPONSABILIDAD / «En coherencia con lo que soy, no creo que a nadie le sorprenda hoy que dimita como presidente de Ciudadanos. [...] Hay gente que puede pensar que es injusto y otros que es justo, pero sea justo o sea injusto, es responsable», sentenció Rivera en una comparecencia sin preguntas en la sede de Cs, donde todavía ayer se podía ver una red en el techo que sostenía un centenar de globos naranjas y blancos preparados para una noche electoral que se convirtió en una de las más amargas que recuerda Rivera de su paso por la política.

«La vida es mucho más que la política. Creo que ha llegado el momento de servir a otra gente: a mis padres; a mi hija, a la que le he dedicado menos horas de las que debería; a mi pareja, que ha estado a mi lado aguantándolo todo; a mis amigos, que me veían por la tele, y a todos vosotros, compañeros. Por eso, como la vida sigue, como las cosas pasan, yo quiero seguir siendo feliz», explicó tras apuntar que su salida no era solo del partido, sino de la vida pública.

Pero antes de marcharse, Rivera lanzó un último mensaje: «Quiero citar una frase de [Barack] Obama: ‘Si para ganar tienes que dividir a la gente vas a tener un país ingobernable’». Unas palabras que bien podrían ser tanto para el presidente del Gobierno en funciones, Pedro Sánchez, como para el líder de Vox, Santiago Abascal. Momentos después, confesó estar preocupado por la futura gobernabilidad de España y, haciendo uso por última vez de la tribuna de Cs, envió un consejo a sus homólogos en otros partidos: «Como yo ya no voy a tomar decisiones, a los que las tengan que tomar les deseo suerte y mucho acierto».

FUTURO INCIERTO / La situación interna de Cs es delicada tras el paso atrás de Rivera. Sin presidente y con la ejecutiva disuelta, el timón de la formación recae en manos del consejo general del partido, el máximo órgano entre asambleas, que, según fuentes de Cs, será convocado en un plazo máximo de 15 días.

Este órgano será el encargado de nombrar una gestora, que debería decidir la posición del partido naranja ante una posible investidura, y de proclamar la fecha de la próxima asamblea general para elegir al sucesor de Rivera. Sin embargo, según los estatutos de la formación, no se puede convocar ningún congreso extraordinario en los cuatro meses anteriores o posteriores a una cita electoral. Esto situaría la cita a partir del 10 de marzo, aunque los liberales no descartan adelantarla.

La sucesora más lógica de Rivera sería Inés Arrimadas, portavoz parlamentaria desde las elecciones generales de abril y el símbolo liberal de la lucha contra el independentismo, tras haber hecho política desde el Parlament durante los momentos más tensos de los últimos años. También entran en las apuestas el nombre de la vicealcaldesa de Madrid, Begoña Villacís, y el vicepresidente de la Comunidad de Madrid, Ignacio Aguado.