En la primera ocasión que ha tenido para hacerlo tras la exhumación de Franco, el franquismo no ha consolidado un lugar de peregrinación para sus 20-N. En la mañana de ayer, un escaso número de seguidores acudió a la Basílica de la Santa Cruz del Valle de los Caídos buscando el hueco de la que fue tumba del dictador. Y al anochecer, no más de 400 franquistas acudieron a la misa por el alma del general en la iglesia parroquial del barrio madrileño de El Pardo. En este primer 20-N con Franco sin tumba de Estado, el efecto movilizador que la exhumación ha podido tener sobre la ultraderecha no pasó de las urnas a las calles de Madrid.

Los seguidores del Caudillo llenaron la Iglesia de la Inmaculada de El Pardo siete horas después de que tuviera lugar en el panteón del cercano cementerio de Mingorrubio una desangelada ofrenda floral. Había más periodistas que homenajeantes en la nueva tumba del general.

En el templo, poco antes de la misa sonaron los primeros compases del himno de España, pero no era la megafonía parroquial, sino el tono de llamada que le tiene puesto al móvil el chino Chen Xianwey, el propietario del bar más franquista de Madrid, que se apresuró a quitarle el sonido al aparato.

La del hostelero asiático amigo de Carmen Martínez-Bordiu fue una de las caras más populares en la ceremonia. Pero él estaba en los bancos de atrás, rodeado de un público variopinto con abrigos oscuros entre los que afloraba el verde claro de una camisa de la Legión.

En los bancos de delante, el presidente de la Fundación Nacional Francisco Franco, Luis Alfonso de Borbón, al que el público vitoreó, y, llegando tarde en un Madrid con el tráfico taponado por rachas de aguanieve, Francis Franco, el mayor de los nietos del dictador, y su hermano Jaime.

En la misa, celebrada por el párroco y un diácono, lo más político que hubo fue una prez «por todos nosotros, para que veamos la reconciliación a la que estamos llamados», leyó una feligresa, y el nombre de Francisco Franco citado en el rezo por los difuntos. La política, en forma de himnos, vivas a Franco e insultos a los «perros de la prensa» y «periodistas terroristas» esperaba fuera, junto a la Avenida de la Guardia, plaza del Caudillo para Google Maps.

Allí, bajo un gélido txirimiri, un jubilado entonó con otros diez el yo tenía un camarada, se cantó después el Cara al Sol, y aún un legitimista francés, de un pequeño grupo venido quizá por acompañar al muy franquista aspirante a la corona de Francia, masculló un «journalistes de merde» cuando los cámaras de televisión persiguieron a su príncipe.

En la iglesia de El Pardo se rezó por Franco, y no por José Antonio Primo de Rivera, como en otros 20-N. Los falangistas no estaban llamados a la ceremonia; celebraban su propio funeral en la Iglesia de Santa Bárbara de Madrid, y el sábado subirán, como cada año, una corona de laurel al Valle.

El «gustazo»

En Cuelgamuros, donde el espacio que ocupaba la tumba de Franco está ahora cubierto por el mismo suelo de mármol que recorre la basílica, unos 400 feligreses atendieron la misa. Decenas de ellos se arrodillaron y santiguaron ante el antiguo sepulcro. Solo se escuchó un «¡Viva Franco!», de un hombre que después dijo que se había dado «el gustazo».

El servicio, vigilado fuera por la Guardia Civil y dentro por trabajadores de seguridad privada, transcurrió sin apenas incidentes. Solo al principio, justo antes que comenzara la misa matutina, un grupo de cuatro personas se detuvieron frente a la tumba de José Antonio Primo de Rivera y empezaron a cantar el Cara al sol. Varios agentes tomaron sus datos y les pidieron que abandonaran el recinto, y aunque hubo alguna resistencia, al final lo hicieron.

Los restos del fundador de la Falange también podrían ser trasladados. El Gobierno quiere que el cadáver ocupe también un lugar con menos protagonismo, pero dentro del Valle de los Caídos, porque Primo de Rivera, fallecido un 20 de noviembre, como Franco, pero de 1936, sí fue, una víctima de la guerra civil, a diferencia del dictador. Aun así, el Ejecutivo no ha puesto fecha a esta iniciativa.

El futuro de la orden benedictina del Valle de los Caídos también está en discusión. El Gobierno de Sánchez sopesa sacar a los monjes del recinto, aunque la decisión, explican en la Moncloa, no está cerrada. Por el momento fueron ellos quienes oficiaron la misa ¿por los difuntos José Antonio y Francisco?, un servicio en el que no hubo ninguna referencia a la reciente exhumación.