La historia de las coaliciones de gobierno demuestra que el presidente puede salir reforzado, a pesar de compartir el poder con un partido distinto, si es capaz de convertirse en un símbolo de autoridad transversal y ser el referente de medidas que den respuesta a las grandes demandas sociales. Con esta reflexión sobre la mesa, Pedro Sánchez ha comenzado a explorar la composición del Gabinete que le rodee en el primer Ejecutivo compartido en la arena estatal española.

Consciente de cómo Pablo Iglesias puede rentabilizar su garra política desde la Moncloa, el líder socialista estudia armar un Gobierno rocoso, con perfiles duros, capaces de contrarrestar el magnetismo mediático del jefe podemista. El Gobierno bonito con notable presencia de independientes que se forjó a la carrera tras la moción de censura quedaría atrás para dar paso a un equipo más político, cohesionado y con punch para que Iglesias no le quite protagonismo.

«Combinaremos la valentía de Unidas Podemos y la experiencia del PSOE», dijo el líder de Podemos, en presencia de Sánchez, justo después de que ambos firmaran su acuerdo de coalición. Todo fueron sonrisas, pero el equipo del presidente constató ahí que el lanzamiento de dardos envenenados con abrazo posterior iba a durar toda la legislatura y que deben contrarrestar su forma de hacer política compartiendo Gobierno. En otras palabras, la coalición está finalmente en camino, pero los recelos perduran.

CONTROL VERTICAL / En el PSOE y la Moncloa ha arraigado la convicción de que el podemista llevará al nuevo Ejecutivo la misma concepción vertical con la que ha controlado a su partido: perfiles leales sin margen para discrepar que se cuadrarán a las órdenes de Iglesias. Los socialistas consideran que esa estructura puede ser «extremadamente peligrosa» y eclipsar la acción de Gobierno de Sánchez, que por otro lado tampoco es un dirigente dado a compartir poder.

Con este análisis, la Moncloa se plantea armar un equipo fuertemente político, con perfiles duros, con capacidad de encarar controversias, de contestar a los próximos dardos que, están convencidos, les lanzarán los podemistas a pesar de las promesas de lelatad.

Voces socialistas reconocen que el primer Gobierno de Sánchez adoleció de portavoces potentes y que, en plena luna de miel por una moción de censura sobrevenida, se confió un exceso de responsabilidad a perfiles independientes que quizá conectaban con la sociedad, pero no pudieron afrontar los retos de la alta política con la eficacia que se esperaba.

Ahora, ante el desafío de construir una coalición, sostienen, Sánchez debe rodearse de un equipo que le blinde, contenga a los morados, encare a Vox y consiga hacer realidad lo prometido durante el último año y medio.

«Tenemos que ejecutar ya reformas, que haya beneficios tangibles, tenemos que aprobar los Presupuestos, tenemos que demostrar que este es un Gobierno del PSOE y que Iglesias acompaña, pero un paso por detrás», sostienen fuentes socialistas.

IRENE MONTERO / Iglesias también se encerró la semana pasada a planificar su aterrizaje como vicepresidente en el Consejo de Ministros. En el Gobierno dan por hecho que una de las áreas moradas será para su número dos, portavoz parlamentaria y compañera, Irene Montero. En Podemos no lo desmienten.

Ambas partes confirman que los ministerios que controlarán los podemistas son de carácter social. Fuentes conocedoras de las conversaciones reconocen que Iglesias ha reclamado Igualdad (se da por hecho que lo llevaría Montero) y Trabajo, donde Yolanda Díaz sigue liderando las quinielas. En cambio, han descartado asumir Vivienda por la erosión que, según temen, supondría encarnar la imposibilidad de resolver rápidamente las dificultades habitacionales, máxime teniendo en cuenta que el grueso de su electorado es joven.

Tras cuatro años malos, argumentan, tienen que empezar a dar buenas noticias a sus militantes y eso implica ser muy prudentes en la elección de ministerios. En el de Trabajo, opinan, podrían anotarse como mérito propio medidas como la subida del salario mínimo interprofesional pactada con Sánchez e incluso instalar en el imaginario colectivo que han arrastrado al PSOE a la izquierda.

Ambos partidos tratan de mantener en secreto el reparto competencial, pero reconocen que los socialistas mantendrán los ministerios de Estado y que habrá al menos tres vicepresidencias. En julio, cuentan fuentes próximas al presidente, Iglesias le pidió que incluyese en la estructura cuatro vicepresidencias. «Yo gobierno, no reino», le respondió Sánchez entonces.

Sánchez se mostró ayer satisfecho con el aval que le ha dado la militancia al preacuerdo con Unidas Podemos. En un tuit, agradeció el «respaldo rotundo» que le ha dado el 92% de los que votaron, mientras que el vicesecretario de Comunicación del PP, Pablo Montesinos, calificó la consulta de «paripé» y criticó que no se les preguntara «lo más importante: cuántas líneas rojas está dispuesto a atravesar» para seguir en la Moncloa «pactando con los separatistas».