Cuando Quim Torra anunció que llamaría a las urnas lo antes posible, el Gobierno decidió que la mesa con la Generalitat quedaba aplazada. La Moncloa pensó que el organismo no podría avanzar en un clima preelectoral. La decisión, sin embargo, duró poco, apenas unas horas. Porque ERC, la pieza sobre la que pivota el futuro de la legislatura española, le pidió a Pedro Sánchez que activase este organismo si quería aprobar sus Presupuestos, y el presidente, a quien los cambios de rumbo no suponen un problema, accedió. El incidente condensa bien las dificultades del diálogo territorial. Unos partidos catalanes, JxCat y ERC, en plena guerra . Un Ejecutivo para el que la mesa de diálogo es, sobre todo, la vía para aprobar las cuentas y asegurarse la estabilidad. Y unas posiciones de partida antagónicas, con la parte catalana pidiendo la autodeterminación y la amnistía para los presos del 1-O y la estatal ciñendo la negociación a asuntos como financiación e infraestructuras. Todos estos escollos se darán cita hoy, durante el primer encuentro de la mesa de diálogo, el instrumento que lograron los republicanos a cambio de su abstención en la reciente investidura. Las expectativas sobre los frutos de esta toma de contacto inicial, a la que asistirán Sánchez y Torra, no son muy altas. Ni siquiera hay un orden del día fijado. Fuentes de la Generalitat confían en que la convocatoria sirva al menos para esbozar un calendario y un método de trabajo de futuras reuniones. En la Moncloa coinciden con esta previsión.

A pesar de la distancia que les separa, los equipos de ambos gobiernos negociaron ayer con facilidad cuestiones de intendencia de la reunión. Y hay otro síntoma positivo: Torra comparecerá en la Moncloa tras la cita. La decisión que rompe con la tendencia de los últimos años, cuando los presidentes catalanes preferían rendir cuentas en la delegación de la Generalitat en Madrid. Se trata, en cualquier caso, de detalles menores, porque unos y otros asumen que el diálogo de verdad no comenzará hasta después de los comicios catalanes, que siguen sin fecha.

La primera prueba del nuevo enfoque tendrá lugar el jueves, cuando el Congreso vote el techo de gasto, primer paso para las cuentas . El Ejecutivo necesita que los republicanos no voten en contra y confía en lograrlo.