El terremoto político anunciado por Pedro Sánchez este sábado tuvo réplica en Aragón. La zaragozana Pilar Alegría (La Zaida, 1977) fue nombrada ministra de Educación y Formación Profesional en una profunda remodelación del Ejecutivo de Pedro Sánchez que se llevó por delante a su núcleo duro y con el que pretende reiniciar la legislatura y poner rumbo a la recuperación económica.

La hasta el sábado delegada del Gobierno en Aragón culmina con este nombramiento un fulgurante ascenso a la política nacional. En apenas dos años, habrá ostentado tres cargos, de concejala y líder de la oposición en el Ayuntamiento de Zaragoza, a Delegada del Gobierno en Aragón y, a partir de ahora, ministra de Educación y Formación Profesional. Se convierte así en la primera aragonesa en ostentar una cartera ministerial y entra, a su vez, en la corta lista de ministros aragoneses, apenas cuatro más en la democracia.

Al filo de las 23.30 horas, la nueva ministra tuiteó para agradecerle al presidente Sánchez su confianza al encomendarle "un ministerio fundamental para el presente y el futuro de nuestro país". "Trabajaré con la comunidad educativa por una FP y una educación inclusivas, equitativas y de la máxima calidad", expresó Alegría, en sus primeras palabras públicas tras el nombramiento.

Horas antes, fuentes de su entorno manifestaron que está "feliz" con el nombramiento y las felicitaciones, incluida la del presidente aragonés, Javier Lambán, con quien en los últimos años mantiene una relación distante al ser la elegida por Ferraz para hacerle oposición a uno de sus barones más críticos. Ayer estaba en Madrid cuando ocurrió todo.

Unos cambios previstos hace tiempo. La secuencia estaba escrita desde hace semanas. Indultos y crisis de gobierno. Pero Pedro Sánchez quiso hacer de él mismo. Que nadie le marcara los tiempos, enfriar para luego acelerar, demostrar que es él quien está al mando. Sorprender. Protagonizar un golpe de efecto. Todo marca de la casa, la forja de un líder que se reconstruyó con las primarias de 2017 y que ahora, ya sí, abre una nueva página en una legislatura a la que le quedan 30 meses de vida.

El presidente precipitó este sábado una remodelación de su Ejecutivo profunda y rica en interpretaciones --también en incógnitas–, acometida con rapidez y diseñada prácticamente en solitario. Sacrifica a quienes han sido los puntales en este camino de tres años desde que llegó a la Moncloa –Carmen Calvo, José Luis Ábalos, Iván Redondo–, confecciona un Gabinete mucho más político, refuerza la presencia del PSOE (y del PSC) y resguarda dos de los ministerios de Estado, Interior y Defensa, del tsunami. De los cambios queda fuera Unidas Podemos, con Yolanda Díaz a la cabeza, que mantiene sus cinco carteras y sus cinco titulares. 

Los números pueden quizá decir poco. Salen siete ministros y se incorporan siete caras, así que el nuevo Ejecutivo se compondrá de 14 mujeres y nueve hombres, de suerte que la presencia femenina salta del 54% al 63,64%. Y la media de edad baja de 55 a 50 años, los que en 2022 cumplirá el propio Sánchez. Pero el calado del cambio trasciende esas cifras. Porque el jefe del Ejecutivo desmanteló su red de seguridad, trasplantó el corazón del poder. Empezando por Calvo, la exministra de José Luis Rodríguez Zapatero que como Ábalos, Adriana Lastra o Santos Cerdán, confió en él tras el sangriento comité federal de 2016 que lo desalojó del trono de Ferraz. Ella, a quien Sánchez había situado a su lado desde aquellas primarias que ganó a Susana Díaz, se había convertido en una pieza clave de su Gabinete y en su escudera. Su ascendencia había menguado, algunos en el partido la daban fuera. Y así fue.

La "recuperación" 

Pero lo que apenas podía esperarse es que el presidente también hiciera caer al titular de Transportes. Peso pesado del Gobierno y del partido, dirigente con trienios en la política y rostro fiable para Sánchez en los momentos más críticos. Él pidió marcharse, según su entorno. Se da por hecha su salida también de la Secretaría de Organización del PSOE, aunque su equipo agrega que lo "decidirá esta semana".

Sánchez aparta a las figuras que crecieron con él en el Gabinete y que, por su exposición, han sufrido un mayor desgaste. Y es que, como explicó pasadas las tres de la tarde en una declaración institucional sin preguntas (y sin periodistas) en la Moncloa, es momento de lanzar un "Gobierno de la recuperación", que deje atrás el túnel de la pandemia, construya una economía "justa", "verde" y "digital" y visualice una "renovación generacional".

El otro símbolo del cambio de era es la caída de Redondo, el todopoderoso gurú que, sin embargo, tenía al PSOE y a varios ministros enfrente. Su control de la Moncloa era total y mayúscula era su influencia sobre el presidente. Sobre él recaía la estrategia del Ejecutivo y a veces del partido: dirigió la campaña de las generales de 2019, las catalanas del 14-F y las madrileñas del 4-M. Parecía intocable. Pero Sánchez demostró que no lo era. El director de Gabinete aseguró que había pedido él marcharse y que en la vida también hay que "saber parar". El PSOE respiró de alivio al conocer la noticia del superasesor que nunca había llegado a vestir la camiseta del partido porque era un consultor que incluso antes había trabajado para el PP. Le sustituirá Óscar López, hombre fuerte de Rubalcaba.

Sánchez se desprende de Calvo y Redondo, muy enfrentados, pero premia a un colaborador mucho más discreto. Félix Bolaños, secretario general de la Presidencia y, desde el lunes, nuevo ministro de la Presidencia. Bolaños, el arquitecto jurídico de la confianza de Sánchez, el obrero "tenaz y eficaz" de todos los encargos delicados –desde la logística de la exhumación de Francisco Franco hasta los expedientes de indultos-- asciende en la escala. Ya estaba del lado del jefe desde 2014, le siguió en su viacrucis de 2017. Pero trabajaba a la sombra y ahora tendrá todos los focos.

Otro dirigente de la máxima confianza de Sánchez, y cien por cien PSOE, es el nuevo titular de Exteriores, José Manuel Albares. Fue su sherpa entre 2018 y 2020. Diplomático de carrera, releva a Arancha González Laya, una de las apuestas del presidente que se achicharró en la crisis con Marruecos.

La otra clave es la entrada de tres alcaldesas, para poner en valor la gestión de lo "cercano": la de Puertollano, Isabel Rodríguez, que asumirá Política Territorial y la portavocía del Ejecutivo; la de Gavà, Raquel Sánchez, que recala en Transportes, y la de Gandia, Diana Morant, que se incorpora a Ciencia como recambio de Pedro Duque. Pilar Alegría, hasta ahora delegada del Gobierno en Aragón, releva a Isabel Celaá en Educación. Justicia queda en manos de la hasta ahora presidenta del Senado, la madrileña Pilar Llop, en sustitución de Juan Carlos Campo.

Miquel Iceta sigue en el Ejecutivo, pero salta de Política Territorial a Cultura y Deporte, y María Jesús Montero mantiene Hacienda y gana Función Pública, aunque pierde la portavocía. Otra prueba de que los rostros más desgastados pasan a un segundo plano o, directamente, son apartados. El corazón económico del Ejecutivo pervive: Nadia Calviño asciende un peldaño –como Yolanda Díaz y Teresa Ribera–, y se asienta como la nueva mujer fuerte del Gabinete.

Sánchez lanza un mensaje de reconciliación interna y da un "golpe de autoridad". "Deja claro que nadie es imprescindible", "hace ver que quien manda es él", subrayan distintos dirigentes del partido y del Gobierno. Pero, ante todo, el presidente busca armar un equipo "para ganar las siguientes elecciones" y para recobrar el pulso de la legislatura en un momento crítico y superado, en las encuestas, por el PP.