Han pasado 48 horas desde que Pablo Casado asistió, sin mostrar su desacuerdo, ni siquiera esbozar algún matiz, a unas declaraciones de Ignacio Camuñas, exministro con Adolfo Suárez y exmiembro de Vox, en las que responsabilizó a la República de la guerra civil y negó que lo que Franco hizo fuera un golpe de Estado. El líder del PP no dijo en aquel momento nada ni tampoco lo ha hecho en las redes sociales, de las que es usuario habitual, ni tampoco de viva voz durante el largo discurso pronunciado este miércoles ante la junta directiva nacional de su partido, el máximo órgano entre congresos de su formación. Allí, con la mayoría de barones y altos cargos de toda España conectados de forma telemática al acto, ha evitado rectificar su falta de respuesta y ha dejado que siga corriendo el revisionismo sobre la dictadura y la guerra civil, un camino en el que el PP ha entrado ahora y que Vox lleva recorriendo desde que se fundó.

Casado se ha limitado a hacer unos breves apuntes sobre el proyecto de ley de memoria democrática que el martes aprobó el Consejo de Ministros"Nadie debe desenterrar viejas heridas, ni descoser el perdón que sellaron nuestros padres y abuelos, y menos por un irresponsable interés de dividir a la sociedad para polarizar electoralmente", ha declarado. Segundos antes había recordado la transición y había destacado que aquellos años con Suárez fueron "un ejercicio de concordia y fraternidad tras una larga historia de enfrentamiento y pérdida de libertades".

Además de las palabras de Camuñas, el propio Casado, el 30 de junio en un discurso en el Congreso de los Diputados, afirmó que la guerra civil fue "el enfrentamiento entre los que querían la democracia sin ley y los que querían la ley sin democracia". Una observación que tampoco ha sido corregida por el máximo líder de los conservadores pese a que entre los historiadores no hay ni un ápice de duda de que la guerra civil fue provocada por el golpe de Estado de Franco contra el legítimo Gobierno de la República.