El día que Pablo Casado abandonó el Congreso para no volver, Teodoro García Egea comió con su mujer en un restaurante próximo a la Cámara, algo impensable apenas una semana antes. La dedicación a su cometido como secretario general fue tan intensa que los almuerzos con la familia solo podía hacerlos los sábados o los domingos, y a veces ni eso. La quietud es una sensación extraña para alguien como el diputado murciano. Un adjetivo frecuente que usan para describirle quienes le conocen es "hiperactivo".

Antes de que se convirtiera en la figura más controvertida de la historia reciente del Partido Popular, Teodoro García Egea, Teo, era un ambicioso parlamentario que tan pronto presentaba una proposición no de ley sobre el "blockchain" como ingeniaba algoritmos para, por ejemplo, pronosticar quién ganaría el congreso nacional al que concurrieron Soraya Sáenz de Santamaría y Pablo Casado. En la legislatura 2016-2019, fue portavoz adjunto de su grupo (y cada vez con más peso al lado de Rafael Hernando) y posteriormente secretario general del partido. Mirándolo bien, Pedro Sánchez y la moción de censura tienen la culpa de que llegara tan alto.

Caía bien por entonces. Era un época feliz. En los grupos parlamentarios que dan apoyo al Gobierno la gestión del día a día resulta gratificante. De pronto, te reúnes en una sala con el ministro de turno y cuatro o cinco diputados más para preparar una comparecencia parlamentaria. De pronto, asistes a la Junta de Portavoces para decidir la agenda legislativa de la semana siguiente. Era sencillo hacer amigos. Teo y otros diputados de más o menos la misma edad, casos de Belén Hoyo, Carlos Rojas, Mario Garcés o Guillermo Mariscal, montaron un grupo de comidas para hablar de política y reflexionar sobre el futuro. Fue el primer grupo de apoyo de Pablo Casado.

El poder, en política, genera muchas lealtades y pocas amistades. El diputado murciano está hoy rodeado de enemigos.

"Despresurizando"

Las cuatro fuentes del PP con las que ha hablado este medio coinciden: García Egea se pasa el día en el despacho. ¿Qué hace? "Trabajar". ¿En qué? Encogimiento de hombros. Fuentes de su entorno resumen gráficamente: "Está para ayudar al partido".

Es habitual verle en el despacho hasta las 20.00 horas o más. Cuando las luces de los pasillos empiezan a apagarse, él sigue dentro. Por lo general, está solo. Le visitan ocasionalmente sus amigos, cargos, dicen algunas de las fuentes consultadas, que se mueven por afecto antes que por interés. En política también existe la humanidad. Vicente Betoret y Alberto Casero, dicen, son dos de los habituales.

Lo poco que se ha visto a Egea en el Congreso, sin embargo, son estampas de soledad. Va solo al hemiciclo para votar; evita quedarse demasiado tiempo en el escaño, que está ahora en la cuarta fila de la bancada del PP, entre los de Rosa Romero y Eloy Suárez. Le paran los periodistas a veces; él siempre responde. "¿Qué pasa, crack?" es una de sus expresiones asiduas. Este mismo jueves, cuando el compañero de un medio le preguntó "¿cómo lo llevas?", él dijo: "despresurizando".

Los canales de comunicación y participación en el PP son los mismos de siempre. La diferencia es que antes llevaba la batuta y ahora lee los mensajes, sin más. Como diputado, está en los grupos de redes sociales creados para facilitar la comunicación interna. Igual que Cayetana Álvarez de Toledo, una de sus némesis. El mapa emocional del grupo popular en el Congreso daría para una serie de HBO.

En el WhatsApp del PP en el Senado

Algunos de los diputados con los que ha conversado EL PERIÓDICO DE ESPAÑA llaman la atención sobre este choque de afectos y desafectos, que es significativo. Los últimos cuatro años han sido tan convulsos y azarosos que términos como "no pueden ni verse" o "mejor que no coincidan en el ascensor" aparecen periódicamente en las conversaciones privadas. Dibujan el reguero de agravios y ofensas que se han ido acumulando a lo largo de este tiempo reciente. Es sabido que Álvarez de Toledo no quiere mucho a García Egea, y viceversa, y es sabido que para algunos parlamentarios la cercanía del exsecretario general resulta incómoda no, lo siguiente.

Incluso en los grupos de WhatsApp. A pesar de no tener ya responsabilidades orgánicas, el diputado murciano sigue estando presente en el del PP del Senado, han corroborado tres de sus representantes, a preguntas de este medio. También siguen en él integrantes del que fuera su equipo de más estrechos colaboradores, el jefe de gabinete entre ellos. Los consultados recalcan que el hecho en sí crea contrariedad, pero encuentran una explicación inmediata. "Sería muy violento que se les echara", apunta uno. "No es para tanto; sólo se ponen actos de agenda, tanto del grupo parlamentario como del partido en general", afirma otro.

Sin embargo, como reconoce una de las fuentes, este detalle demuestra el inmenso poder interno que aglutinó, y no solo él en tanto que secretario general, sino también su propio gabinete. Este radio de control tan amplio se nota completamente en el Congreso, en donde la bancada popular está confeccionada por él. Hizo lo propio en las estructuras municipales, en las provinciales y en casi todas las autonómicas. Estaba dispuesto a ejecutar la obra maestra de su poder en el PP de Madrid, pero no ha podido. Esta historia está más que contada.

Además, como apuntaba hace una semana un veterano dirigente, "Teo se equivocó en el modelo de partido que quiso imponer: fue de arriba abajo cuando siempre se ha construido de abajo arriba. Por eso, cuando buscó apoyos en los territorios, no los encontró".

El ex secretario general del PP, Teodoro García Egea, en una imagen de archivo en Murcia. / EFE/Marcial Guillén

Lo que hará... O no hará

Las especulaciones sobre su futuro no cesan entre sus compañeros. "¿Crees que va estarse quieto? Imposible", matiza una de las fuentes del PP en el Congreso. Qué significa, para García Egea, no estar quieto. "No sabe parar", resuelve. El movimiento constante del diputado murciano podría tener intenciones políticas contra la época que viene. la era de Alberto Núñez Feijóo. Su entorno lo niega de plano.

El exsecretario general es inteligente y astuto, aunque impaciente y vehemente. Esto último ha enturbiado lo primero. "Ay si hubiera tenido más pausa", lamenta un diputado que ha tratado mucho con él. Quizá ha llegado el momento de tener esa pausa, de esperar, de saber hacerlo, de aprender a hacerlo. Lo primero que hay que preguntarse, reflexiona una fuente, es si va a aguantar mucho en el escaño. Según su tesis, si se dedica a entorpecer el trabajo del grupo, a poner palos en la rueda, puede que renuncie al acta de diputado antes del verano. Si no, si efectivamente está para ayudar, como afirma su entorno, entre sus planes estará acabar la legislatura. Y luego se verá.

Mientras medita la decisión, asistirá cada día a su despacho del Congreso, su nueva trinchera. Sin parar de trabajar. Sin parar de moverse.