La crisis generada por el espionaje a dirigentes independentistas y a miembros del Gobierno vivió este viernes un nuevo episodio en Barcelona con la breve conversación de dos de sus principales protagonistas, Pedro Sánchez y Pere Aragonès. Los dos presidentes se emplazaron, a petición del líder catalán, a mantener una reunión que aún no tiene fecha, y que debería servir para intentar reconducir una situación que está envenenando la legislatura y el diálogo entre ejecutivos.

La jornada de clausura de la reunión del Cercle d'Economia sirvió como escenario para el encuentro entre Sánchez y Aragonès. Ambos esperaban la llegada de la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen -que recibió un premio del Cercle-, y, durante un par de minutos, compartieron impresiones en un momento de máxima tensión entre sus respectivos gobiernos por el caso del espionaje.

Conversaron con gesto serio, casi ajenos a la presencia a su lado de los ministros Miquel Iceta y Raquel Sánchez, la delegada del Gobierno en Catalunya, Maria Eugènia Gay, y el presidente del Cercle, Javier Faus. Aragonès planteó a Sánchez la necesidad de que ambos mantengan una reunión cuanto antes. Sánchez se mostró de acuerdo. Desde el principio se descartó que ese encuentro tuviera lugar aprovechando la visita del presidente español a Barcelona, porque la Generalitat cree necesaria una preparación previa.

Según fuentes del Govern, el president subrayó ante Sánchez "la gravedad" de la situación, y también que necesitan verse cara a cara con urgencia y disponer de tiempo para hablar. El presidente del Gobierno trasladó a Aragonès por su parte la necesidad de "resolver la situación", y de hacerlo "pensando en los catalanes". También recogió el guante del president y aceptó que los equipos de ambos trabajen en concertar una reunión, según fuentes del Ejecutivo.

Hasta ahora, el Gobierno estaba abierto a aceptar la insistente petición de la Generalitat de que se produzca una reunión bilateral entre los dos presidentes, pero no se refería a ello en público. La confirmación de que el CNI espió a Aragonès, y la petición del president de que se desclasifique la autorización judicial para intervenir su teléfono, han provocado una escalada de la tensión tras la que finalmente Sánchez ha accedido a mantener un encuentro con el líder catalán.

Para la Generalitat, la disposición de Sánchez a reunirse "no cambia nada". El president evidenció su malestar por el espionaje negándose a aplaudir el discurso de clausura del presidente del Gobierno, porque "no ha aportado nada nuevo". "Para que siga el diálogo tiene que haber confianza", sostenía su equipo. y para que siga el diálogo tiene que haber confianza". Horas antes, en una entrevista radiofónica, el presidente de la Generalitat había dicho que su confianza en el Gobierno "está rota, a cero".

Y eso que el presidente del Gobierno utilizó una parte de su discurso para intentar recomponer los puentes con la Generalitat, maltrechos como nunca desde el principio de la legislatura. Las palabras de Sánchez pueden interpretarse como una rotunda declaración de intenciones: no piensa renunciar al diálogo y a la "negociación" con Cataluña, a pesar del enfado del Govern. De momento, Aragonès tampoco quiere dar por terminadas las conversaciones.

En su alocución, el presidente manifestó su "profundo respeto a la sociedad y a las instituciones catalanas", y su "firme voluntad" de "continuar avanzando en la negociación, el diálogo y el acuerdo, porque no hay propósito más noble para los dirigentes políticos que construir convivencia, para que nuestros ciudadanos vivan en sociedades sin fracturas".

No fue el único momento en el que el discurso del presidente pareció un llamamiento casi apasionado a Aragonès para que no rompa relaciones con el Gobierno. Tras asegurar que el "horizonte" del Gobierno es el de agotar la "legislatura", Sánchez se refirió en varias ocasiones a las "turbulencias" que han afrontado España y Europa en los últimos años.

Las "turbulencias" de la legislatura

Citó específicamente la pandemia y la guerra en Ucrania, y también el Brexit, pero la lista que desgranó parecía pensada para recordar al president los logros sociales del Gobierno español. "El oficio de la política es hoy más exigente si cabe. Pero las turbulencias pasarán, y lo que perdurará será Europa. Y que España habrá alcanzado el nivel más alto en el empleo. Persistirá el salario mínimo interprofesional. Las turbulencias acabarán, y quedará que nuestros mayores tendrán pensiones dignas. Ese y no otro es nuestro plan", dijo. 

En alguna otra ocasión el presidente del Gobierno lanzó guiños a la pluralidad de sentimientos de pertenencia de los ciudadanos españoles. Por ejemplo, cuando, dirigiéndose a la presidenta de la Comisión Europea, se refirió al proyecto de la UE. "Si algo tengo claro es que Europa es nuestra nueva patria, es una identidad nueva y complementaria a otras muchas, ya sea la patria española o la patria catalana", afirmó.