PERFIL

Pilar Vallugera, la diputada que paró el desahucio de Martina

Protagonista de la ley del 'sólo sí es sí' y artífice de la nueva ley de vivienda, Pilar Vallugera es una de las representantes de ERC más destacadas de esta legislatura, y no sólo por la legislación que ha ayudado a aprobar, sino también por su estilo negociador y oratorio

Pilar Vallugera, junto a Oskar Matute, en la rueda de prensa que dio en el Congreso para anunciar el acuerdo sobre la ley de vivienda.

Pilar Vallugera, junto a Oskar Matute, en la rueda de prensa que dio en el Congreso para anunciar el acuerdo sobre la ley de vivienda. / EFE

Ángel Alonso Giménez

Un día de febrero de 2023, en el barrio de la Teixonera, en Barcelona, Pilar Vallugera Balañà paró el desahucio de Martina. 

Salía de casa para ir a la residencia en la que vive su madre, en delicado estado de salud, pero se encontró una multitud en el portal y preguntó qué estaba sucediendo. Van a echar a Martina de casa, le dijeron. Y a la hija de Martina. Y a la madre de Martina. 

Pilar Vallugera se quedó para esperar a los Mossos y a la comitiva judicial, a los que explicó que en virtud de un decreto recientemente aprobado no podían ejecutar el desahucio. Hoy, Martina, su hija pequeña y su madre dependiente siguen en casa.

Pilar Vallugera no dijo en ningún momento que es diputada de ERC en el Congreso. Que es una de las personas que con más ahínco ha negociado la ley de garantía integral de la libertad sexual, la ley del ‘sólo sí es sí’.Y que es una de las personas que ha propiciado que la ley de vivienda esté a unos pocos centímetros de convertirse en realidad. Las dos normas simbólicas de la legislatura llevan su nombre.

Implicación, dedicación y vehemencia

“Es mi día a día”, afirma durante la charla que mantiene con EL PERIÓDICO DE ESPAÑA, del grupo Prensa Ibérica. “Vivo en un barrio de migrantes, nadie habla catalán allí. Es un barrio que se ha empezado a gentrificar. Está llegando mucha gente que vivía en Gràcia y que ya no puede pagar el alquiler”.

Continúa: “Veo gente tirada cada día; veo la falta de trabajo; veo la gente que llega a casa con los críos, agotados. En mi casa viven muchas familias de migrantes. De Marruecos y de Iberoamérica, sobre todo. Hay conflictos vecinales. Esto es verdad, esto es lo que sucede, lo que pasa… El PIB es una verdad para los empresarios y para una determinada casta, pero para la gente en general no es verdad. Y desconectan cuando ven a los políticos. Cuando nos ven. Hay riesgo de derechización de estas personas justo por esa desconexión”.

No es el de Vallugera un perfil habitual. Se expresa sin inhibición, gesticula sin cesar, sus muecas de agrado o desagrado no paran. Es así en la tribuna del hemiciclo del Congreso, en la sala de prensa y en la cafetería de uno de los edificios de la Cámara, en donde citó a este periodista para hablar sobre su vida y su manera de ver la política. 

Sus orígenes son humildes, muy humildes. No se ha movido de ese lugar. La Teixonera es un barrio de rentas bajas, de supervivientes. Ella, cuando habla de vivienda, no habla de oídas. Ni cuando habla de la violencia machista ni de abandono o maltrato a menores. Como luego se verá, ha vivido junto al lado amargo de la realidad

“La gente cree que hablamos de oídas. Yo no. Por eso, me pongo así (gesticula como enfadada). A mí no me cuentan las cosas. Martina tiene una hija pequeña, vive con su madre… Pensé: ‘Estos tíos van a sacar a una señora con una niña y una madre que apenas puede andar por un fondo, por un banco’...”.

Se implicó para detener el desahucio de Martina porque, en verdad, se implica en todo lo que hace, quizá en exceso. “No me preguntes por la salud, que eso está muy mal. El corazón, la tensión…”, espeta. ¿Y la salud emocional? “Lo somatizo todo. Un día me tuvieron que llevar al hospital Ramón y Cajal. Esto desgasta. Y yo soy una persona que arreglo la casa, que cocino (como los dioses, por cierto)... Todo lo hago yo. Y todo me lo leo. Todos los dictámenes”, cuenta. “Supongo que dirán que soy una persona desequilibrada”, zanja entre risas.

Negocia con una tenacidad que puede desesperar a sus interlocutores. Ejemplo: 10 de abril de 2023, Lunes de Pascua, festivo en Cataluña. Vallugera está de día libre. Recibe una llamada del secretario de Estado David Lucas para desbloquear la ley de vivienda. Intercambiaron papeles y llamadas mañana, tarde y noche. Comenzaba el martes cuando ambos deshicieron los nudos más enrevesados de la norma. Vallugera cayó “desplomada”. 

No remitió la intensidad ni el martes ni el miércoles siguientes. Lucas y ella tuvieron que pulir algunos flecos pendientes de la ley. Los pulieron. De camino a Madrid para dar la rueda de prensa en la que anunciaría el acuerdo junto a Oskar Matute, de EH Bildu, en el AVE, se quedó dormida. De regreso, también se quedó dormida. El fin de semana del 15 y 16 durmió y durmió.

Llorar

Así es Vallugera, quien empezó a trabajar a los 18 años como recepcionista en la Generalitat de Cataluña. Vio el anuncio en el Boletín Oficial y se presentó a las pruebas. Necesitaba el empleo mientras estudiaba la carrera de Filosofía. Ella, entonces, deseaba especializarse en Lingüística y Neurolingüística. Pero no pudo.

Su militancia política, inamovible desde los 15, absorbía su vida a finales de los años 80 y primeros de los 90. Era muy activa en las Juventudes de Esquerra. Su energía y vigor eran su motor. No tardó en ocupar un cargo, el de consejera de distrito en Ciutat Vella, en Barcelona, en lo que ha puesto ocho años de existencia. 

Nació su hija, se convirtió en concejala de Derechos Civiles y Feminismos en representación de ERC y los días y las noches se le volvieron complejos. Durante aquellos años (2003-2007) “pasó de todo”, que si se cayó el Carmel por las obras del AVE, que si cambió el alcalde (Jordi Hereu reemplazó a Joan Clos)... Vallugera recorrió aquel tiempo junto a mujeres maltratadas, prostitutas que defienden sus derechos, familias que no pueden mantener a sus menores… El lado amargo de la realidad en la que ella se zambulló completamente, tanto que, tras las duras mañanas y las duras tardes, al regresar a casa, se iba a ver a sus hijos dormidos y lloraba.

Tuvo que parar. Llevaba muy mal no tener licenciatura universitaria. Como no pudo cursar Lógica, se metió de lleno en la carrera de Derecho, otra gran pasión. Durante la época de las Juventudes de Esquerra, lo descubrió gracias a quien sería luego su pareja, más tarde su expareja y hoy su “mejor amigo”. Vallugera, además de estar mucho más tiempo con su hija y su hijo, sacó unas notas impresionantes y se licenció. 

Volvió a la política para ayudar a Alfred Bosch a ser alcalde de Barcelona, pero tras ello debió enfrentarse a una nueva crisis personal. Se separó. Junto a sus hijos, también junto a su propio ex, lo superó. En 2019, surgió la opción de viajar al Congreso de los Diputados. Dijo sí.

La montaña

“La política me apasiona”, asegura Vallugera, rotunda. “Esto es vocacional, no es un trabajo, es otra cosa”, añade. En el Congreso, pero como si es en el Ayuntamiento de Barcelona, la dedicación ha de ser del 100%. Si no, no sirve. “Estamos aquí para facilitar la vida de nuestros vecinos”, remata.

Los comienzos costaron, pero a mediados de 2021, allá por el mes de julio, las cosas cambiaron. Vallugera se encargó de negociar en nombre de ERC el decreto de los interinos que el Gobierno, vía decreto, llevó al Parlamento. Fue un proceso abrupto y arduo porque, durante los primeros días de conversaciones, el Ejecutivo no cedió un ápice. La diputada de ERC, cada día, recibía correos electrónicos de personal interino de la administración. Leyó decenas de realidades adversas. Como era de esperar, decidió implicarse al máximo.

Pero el Gobierno no aceptaba lo que pedía. No podía ayudar. Se desesperaba y angustiaba. Vallugera recuerda que en las reuniones con sus compañeros/as del grupo se desahogaba. Intentaban consolarla, muchas veces en balde.

Fiel a su estilo, se plantó en la negociación. No se movió más. Como al Gobierno no le salían las cuentas para convalidar el decreto, asumió sus peticiones. Estabilizado el empleo en la administración: objetivo cumplido. La angustia mutó a esperanza. Hoy, Vallugera es un torbellino.

Quedan pocos meses de legislatura. No sabe qué hará cuando las Cortes se disuelvan. El partido decidirá. 

Lo que sí sabe es que va a plantar un huerto en la casa que ha alquilado a su exsuegra, en un pueblo muy cerca de la montaña. Leerá todas las novelas negras que pueda. “Y si son de mala calidad, mejor”, zanja.