Anselmo Hernández es uno de los propietarios de una explotación de 32 hectáreas de almendros en regadío situada en el término municipal de Mérida. Plantaron los primeros árboles en febrero de 2020 y esta ha sido la primera campaña de recogida. «Nos hemos quedado en 900 kilos de pepita por hectárea. Esperábamos alcanzar los 1.200, pero en una parcela tuvimos una invasión de borregos de un vecino. Se comieron todos los ramones nuevos a finales del verano pasado y hemos perdido casi dos hectáreas y media de producción», cuenta. 

«En Extremadura ha sido un buen año de almendra. En regadío, porque en secano, aunque la floración ha ido bien, luego el calor excesivo ha hecho que la producción mermara», aclara este ingeniero técnico agrícola. 

En cuanto al nivel de precios, resalta, «está similar» al del ejercicio pasado, algo que, asegura, «no tiene sentido». California, la principal región productora del mundo, ha tenido esta campaña «un 10%» menos de cosecha, «pero es que el año pasado ya tuvieron un tercio de merma». Estas disminuciones «tendrían que haber echado al alza el precio de la almendra, que es algo que no ha pasado, ¿por qué? Porque no se cumple la ley de la cadena alimentaria». Hernández no ve lógico que a menos producciones y con aumentos de demanda, «porque la leche de almendra está sustituyendo cada vez en más mercados a la leche de vaca», los precios no remonten.

Y eso, lamenta, en un escenario en el que los insumos están disparados: «El abono o el gasoil cuestan el doble que el año pasado y la mano de obra un 33% más que cuando empezamos».