A Pedro Mercado (Madrid, 1974) no le gusta la etiqueta de gurú, pese a que en menos de 10 años ha conseguido situar sus vinos al frente de los caldos extremeños, en el panorama enológico nacional y en el internacional. De hecho, su bodega, Pago los Balancines (Oliva de Mérida), será la única de la región que esté presente en el Salón de los Mejores Vinos de España en Madrid, que se celebra el día 10; para ello se necesita una nota superior a 93 puntos en la afamada Guía Peñín y, en su caso, tres de sus vinos superan esa calificación (Huno, Matanegra y Vaso de Luz). "Es una gran responsabilidad. No tengo la sensación de ser un gurú. Soy una persona que trabaja cada día para que las cosas salgan", explica, recién acabada la vendimia, sentado en mesa del restaurante Metro Bistro de la capital española.

--¿Se puede vivir del vino hoy en España?

--Sí, pero es muy muy difícil. Cuando yo arranque con la bodega, un enólogo francés me dijo que si no estaba dispuesto a sufrir durante 10 años, mejor lo dejase. El periodo de maduración de una bodega es de 10 años. Hay que tener equilibrio para aguantar ese tirón y saber medir tus posibilidades.

--¿Pago los Balancines es rentable?

--Económicamente estamos en esa fase de asentamiento. Hemos conseguido una expansión comercial y reconocimiento de marca muy grande en poco tiempo. Económicamente vamos un poco por delante de lo que corresponde a la fase en la que nos encontramos.

--¿En España ha habido burbuja bodeguera como hubo burbuja inmobiliaria?

--Claramente. Se ha confundido la afición con la empresa. Una bodega es una empresa, no solo algo que da rienda suelta al disfrute. Ha habido mucha gente a la que el mundo del vino le ha atraído, colgando la bodega de las empresas que tienen en otros sectores; y cuando una empieza a ir mal, arrastra a las otras. La bodega debe ser un ente independiente. Si no la bodega puede llegar a convertirse en un castigo. Eso le ha pasado a mucha gente.

--¿Qué busca en sus vinos?

--Equilibrio. Intento que lo que veo en la viña esté en la botella, que las singularidades que veo en el campo se reproduzcan en el vino. Cuando lo logramos, me emociona. Y trato de lograr que ese objetivo se alinee con que nuestros vinos gusten a la gente. Nuestro mensaje al consumidor es sencillo: somos capaces de hacer vinos excelentes a precios razonables, sensatos. El hecho de que las guías y concursos nos hayan reconocido a la altura de los vinos top del país nos ha ayudado a defender nuestro mensaje.

--¿Cuáles son las señas de identidad de los vinos de Pago de los Balancines?

--Una altísima calidad frutal, un trabajo de madera (de barrica) muy serio tendente a conseguir el afinamiento de los vinos y no su presencia (de la madera) per se, y que eso se comunique con nitidez por la nariz y la boca. No quiero que la madera interfiera en la fruta, pero la madera es lo que hace a los vinos grandes. Ese equilibrio es difícil de conseguir.

--¿Cuál es el papel de Pedro Mercado en el éxito de sus vinos?

--El nuestro es un trabajo de equipo. Mi papel es la definición de los puntos clave como el momento de vendimia, el estilo de vinificación para cada variedad o conformar los coupages una vez definidas y realizadas las crianzas. Hago el diseño del vino. Y por supuesto, he de dirigir la empresa para que ese buen trabajo tenga su reflejo en el ámbito comercial.

--¿Qué le conquistó de Extremadura para establecer su bodega aquí?

--Nunca me había planteado Extremadura como lugar para hacer vino. Pero cuando llegué y vi el sitio, me tiré un año estudiando su climatología, orografía, tradición, variedades, formas de hacer las cosas... Me di cuenta que Extremadura era una región con unas condiciones climáticas muy favorables para determinadas variedades, con una orografía variopinta que permite que haya diferencias de más de un mes en las fechas de vendimia de una misma variedad en función de las zonas, que es la segunda región en superficie de viñedo y que tiene tradición en la producción y comercio de vino desde hace casi 4.000 años. Y me pareció sorprendente que una región con tanta tradición no tuviese ningún vino en el podio de los grandes vinos españoles. Yo, ni soy extremeño ni tengo tradición en Extremadura ni en el vino ni en la viticultura. Como aficionado, no veía ningún vino extremeño reseñable o en las grandes guías. La gente decía que aquí no se podía. Yo pensé que había que meterse y hacer las cosas de otra manera. Y, efectivamente, con vinos como Matanegra, Salitre o Vaso de Luz, hemos conseguido poner a Extremadura en el mapa de los grandes vinos españoles.

--¿Qué le falta a los vinos extremeños para dar el salto de calidad?

--Es una cuestión muy relacionada con el tipo de cultura del vino que hay en Extremadura: muy vinculada al mundo cooperativista y al granel. Se hacen buenos vinos de cooperativa y grandes graneles en Extremadura, buenos y reconocidos en todo el mundo. Pero los requerimientos para un vino de un euro no son los mismo que para un vino de 30. Cambiar esa cultura va a llevar tiempo, teniendo en cuenta además que una región con tanta superficie cultivada tiene que dar salida a su producto por distintas vías, no se puede centrar únicamente en grandes vinos. Quitar esa imagen de vinos duros y recios va a costar tiempo, pero se logrará. Tendrán que convivir la producción de alta calidad con la producción de grandes volúmenes. Además, hay rechazo a los vinos extremeños en los mercados nacionales, no tanto en los internacionales, pero sí en España. Hay una mala imagen, aunque se están haciendo cosas bien para cambiarla.

--En Madrid, en supermercados y tiendas especializadas aún es difícil encontrar los vinos extremeños. Y José Peñín, el gran tótem de la crítica enológica en España, reconocía hace poco que los vinos Ribera de Guadiana era para él unos grandes desconocidos. ¿Qué más falla?

--Peñín visitó nuestros viñedos y se quedó muy gratamente sorprendido. Se dio cuenta de que hay un gran potencial y entendió los porqués de la calidad de los vinos de Los Balancines. Posiblemente esté fallando la capacidad de comunicación, contarle a la gente lo que tenemos y hacerlo sin complejos. Habría que hacer un mayor esfuerzo en que los prescriptores de todo el mundo nos conociesen in situ, pero eso debería ir de la mano de ofrecer un conjunto suficientemente grande de vinos de perfil alto como para justificar esa visita. Es un camino lento. Pero hay bodegas haciéndolo bastante bien.

Luego el mercado está muy segmentado, entre Rioja, un poco Ribera del Duero y el resto. Te tienes que hacer hueco entre Jumilla, Campo de Borja, Bierzo, Calatayud... El potencial extremeño para hacer vinos de relación calidad-precio imbatible está por explotar. Se puede hacer un nivel de vinos baratos que ningún otro sitio de España puede igualar. Y después hay otro tren que se nos puede escapar: el de la agricultura y el vino ecológico. Las condiciones climáticas de la región son muy favorables para la viticultura ecológica. Sería un éxito que Extremadura fuese abanderada como el lugar donde se pueden hacer los mejores vinos naturales- Y profesionalmente se puede hacer. Nosotros hemos apostado por la agricultura ecológica, aunque no lo ponga en nuestros sellos.

--Si España fuese un vino, ¿qué aromas percibiría al descorcharlo?

--Sería un vino cerrado. Lleno de aromas ocultos, con enorme potencial, pero corto en nariz aún, yo los llamo "vinos asustados". Está cerrado y no expresa lo que tiene, porque hemos tenido el depósito demasiado tiempo cerrado, no hemos oxigenado, no hemos limpiado bien, no hemos hecho que entre el aire y active las reacciones que ponen de manifiesto todas las virtudes de ese vino. Cuando abramos ese depósito y entre oxígeno, expresará todo. Creo mucho en España. Lo tenemos todo para salir adelante, pero nos lo tenemos que creer y dejar de hablar en negativo. Están pasando cosas muy difíciles y malas que estamos sufriendo todos. Pero eso no quiere decir que no tengan solución. La tienen. Y poseemos un gran potencial en muchos ámbitos. En el sector agroalimentario, por ejemplo.