Hablar de agroturismo en Extremadura es a día de una tarea compleja por diversos motivos: la tímida regulación normativa y legislativa autonómica (Decreto 120/1998, Decreto 4/2000 y Decreto 87/2007); la falta de una oferta concreta y realmente diferenciada; y finalmente, la falta de datos o de elementos que nos permitan poder analizar con cierto rigor el alcance y la presencia de las actividades agroturísticas en nuestra región. A pesar de todo, desde mi punto de vista y en base a mi experiencia profesional en un Grupo de Acción Local, el agroturismo es --junto con otras especializaciones turísticas como el ecoturismo-- una de las oportunidades reales de desarrollo socioeconómico de las zonas rurales, y especialmente necesaria para resolver algunos de los handicap con los que se encuentra el sector agrario: subidas de precios de insumos, diferencia de precio de origen y consumidor, desacoplamiento de las ayudas-

Hay varios conceptos normativos de agroturismo en España. El modelo que entendemos más sólido y contrastado es el de una explotación o empresa familiar que compagine una actividad agropecuaria con la turística. Este concepto estricto de agroturismo, ofrece en general mejores resultados de ocupación que el turismo rural genérico (entorno al 20-30% más en Navarra o Asturias que las casas rurales). La capacitación y motivación de las familias implicadas tiene que ser alta, y por ello han surgido en general pocos proyectos y ofertas agroturísticas por el momento en las zonas del interior peninsular, sin que eso signifique --a mi modo de ver- -que no carezca de un potencial importante.

XEL FUTUROx inmediato del agroturismo extremeño pasa por el establecimiento de nuevos modelos, de pequeño tamaño, mixtos e integradores de varios sectores económicos, en particular del sector primario (actividad agraria), el sector secundario (agroalimentario) y el terciario (turismo). La posibilidad de la venta directa en las explotaciones sin restricciones sanitarias y la diversificación de la actividad agraria mediante el complemento de la actividad turística supondría una plena integración de estos tres sectores, que apoyada en un marco normativo específico y concreto podría permitir un desarrollo sostenible de los espacios en los que se ubican estas explotaciones, generalmente rurales. Del mismo modo, el agroturismo puede ser un nicho importante de empleo, especialmente autoempleo entre el colectivo de la mujer y los jóvenes, y particularmente en comarcas con cierta tradición agropecuaria que además albergan valores paisajísticos y diversidad silvopascícola.

El agroturismo es una actividad emergente que necesita de una gran motivación, pero que una vez en marcha se convierte en una fórmula ideal para esos colectivos a los que me he referido. Desde las administraciones públicas habría que articular líneas de apoyo que tuvieran como objetivo acompañar a jóvenes y mujeres para orientar sus proyectos de autoempleo para compaginar dos o más de estos tres sectores (turístico, agropecuario y agroalimentario) en el sentido de formulas mixtas: por ejemplo, visita turístico cultural y venta directa de carne, ganadería con queso de pastor (con ganado propio), alojamiento agroturístico (ganadería y alojamiento), ganaderías visitables o queserías con venta directa y ecomuseo, etc. La experiencia confirma que la diversificación en el sentido de implicar a los tres sectores en pequeñas empresas familiares ofrece escenarios de mayor demanda y de mejor viabilidad económica.