Cansados de los amigos que practican phubbing y para evitar que las relaciones personales se diluyan por culpa del móvil, las víctimas de esta moda han empezado a unirse en una especie de movimiento antiphubbing . En la plataforma stoppubbing.com , creada en Australia en el 2007, más de 36.000 personas de todo el mundo se pronuncian a favor de las sonrisas reales en lugar de los emoticonos. En esta web también se pueden encontrar pósters para que los dueños de los bares los impriman y los peguen en sus locales, una carta modelo para enviarle a un amigo que suele hacer phubbing y datos que revelan la magnitud del fenómeno, como que el 90% de adolescentes prefieren el contacto vía texto que cara a cara, o que los restaurantes son testigos de 36 casos de phubbing en cada cena.

En grupos de Facebook como Anti Phubbing se anima a denunciar públicamente a los phubbers subiendo a la red fotos captadas in fraganti para que se avergüencen y dejen así a un lado el móvil. También hay carteles con leyendas como: "Aquí no hay wi-fi, hablen entre ustedes"; "En caso de incendio salga del edificio antes de tuitear"; o "Disfruta el momento de hablar, no lo reemplaces por el móvil".

Este movimiento ya ha saltado de la red a la vida real. En algunos bares es fácil oír hablar del phublotto , un juego en el que los comensales dejan los móviles apilados sobre la mesa y el primero que coja el suyo debe pagar la cuenta. "Habla, ríe, mírame, tócame"; "Más quedar y menos wsp"; "Hay vida después del móvil". Estos son algunos de los lemas que cuelgan del techo del Bare Nostrum de Barcelona para recordarle al público, con un toque de humor, la necesidad de poner más atención a sus acompañantes. "Si estuviese en otro lugar ya hubiera sacado el móvil", dice Rosa, esteticista de 28 años, que frecuenta el local. "Te desconectas un poco", añade Sonia, administradora de 29. El dueño, Eduardo Hernández, explica que la idea surgió tras notar que sus clientes dejaban de participar de las propuestas que ofrecían por el móvil. "Lo que intentamos es que la gente interactúe un poco más, que juegue al futbolín, a los dardos, y que vuelva a quedar con los amigos --afirma--. Ahora miran los carteles y cogen la directa, porque no es una indirecta. Y el móvil va al bolsillo".

Además, desde hace ocho meses también organizan fiestas antimóvil, consistentes en saraos "a la antigua usanza", animados con música de los años 80 y 90. A la entrada, una azafata sugiere a los asistentes que dejen el móvil en la caja fuerte del local para disfrutar mejor de la fiesta. Sin embargo, apenas el 20% se desprende del terminal.

En Chile y Colombia hay locales donde los usuarios depositan sus terminales en "la guardería para móviles": Un casillero con llave para asegurarse de que no van a tocarlos. En Los Angeles, hay locales que ofrecen el 5% de descuento a todos los que se comprometen a guardar el teléfono en el bolsillo.

Desconectar

En la red ya hay diversas aplicaciones antiphubbing . Una de ellas es FaceUp --ideada por Marc Masip, director del Programa Desconect, y Nacho Giner, de iBoo Mobile--, que ofrece diferentes ayudas para controlar la conducta del usuario, como un test de dependencia. En caso de necesidad, sugiere participar en un programa para superar la adicción o seguir la evolución del uso que se le da al móvil.

Otra aplicación similar es Menthal , desarrollada por psicólogos e informáticos de la Universidad de Bonn para detectar si el usuario es adicto. En un experimento con estudiantes, observaron que consultaban sus smartphones 80 veces al día. El análisis de datos del móvil, dicen, facilitará también detectar depresiones en fases tempranas. Otra aplicación, Vuelve , desarrollada por los vinos Castillo de Molina, permite que, al conectarse, empiece a correr un cronómetro que deja en segundo plano las demás aplicaciones, aunque sin apagar el teléfono. Su objetivo es registrar el tiempo que se puede estar sin usar el smartphone y puede avisar a los contactos de Facebook y Twitter de que el usuario está disfrutando de su desconexión.