Revolución, del latín "revolutio", es un cambio social permanente y profundo con respecto al orden establecido, llevado a cabo por un conjunto personas que cuentan con el apoyo del pueblo, que harto de la dominación imperante y del abuso institucional les brida su apoyo moral y acompañamiento para que el cambio sea posible. La revolución sindical que supuso la aparición de PIDE, en 1999, hace 15 años, sigue hoy con más fuerza, si cabe, y con más ímpetu que nunca. Los docentes necesitan, claramente, un sindicato exclusivo de la enseñanza pública, dado que las organizaciones sindicales tradicionales tienen sus intereses divididos entre lo público, lo concertado y lo privado. Dice la sabiduría popular que "quien mucho abarca, poco aprieta" y es que defender lo público no es compatible, en la mayoría de los casos, con la defensa de lo concertado y/o de lo privado (al menos en lo referente en el ámbito educativo), de ahí la incongruencia en la que caen algunos sindicatos tradicionales.

Por otra parte los millones de euros que reciben los sindicatos tradicionales desde las Administraciones públicas, e independientemente del signo político del gobierno de turno, suponen un obstáculo para el ejercicio libre del sindicalismo. En este escenario los sindicatos que no vivimos de subvenciones y que defendemos exclusivamente a un colectivo (educación pública en el caso de PIDE) tenemos libertad para enfrentarnos al poder político sin ambages.

Un sindicato, ya lo dice la RAE en su definición, tiene que defender los intereses profesionales, económicos y sociales de los trabajadores. Este objetivo se frena en seco cuando los sindicatos empiezan a funcionar como apéndices del poder o como simples opositores, dependiendo de color político del gobierno.

La aparición de sindicatos profesionales como PIDE, cuya voluntad no está supeditada a ningún gobierno, es una realidad incómoda para las centrales sindicales tradicionales que acostumbran a monopolizar todo lo sindical. Los sindicatos profesionales, es decir aquellos que se centran en la defensa exclusiva de un colectivo o de un sector, consiguen mejores resultados dado que no tienen su interés dividido, sino condensado en unos objetivos muy definidos. "No se puede nadar y guardar la ropa" reza un viejo dicho popular, y es que la defensa, por ejemplo, de la educación pública y su extensión al mayor número de ciudadanos, choca con la defensa, que algunos sindicatos hacen, de los centros concertados y/o privados. A mayor número de conciertos educativos, menor cantidad de enseñanza pública, esta realidad es incontrovertible; por eso PIDE, estableció hace 15 años una máxima: "Solo Pública". En Finlandia, ese paradigma educativo al que todos miran, el 98% de la educación es pública, sin embargo, en España, la tendencia es ir concertando cada vez más, le que constituye una agresión al sistema público de enseñanza, que es el único garante de la igualdad de oportunidades.

CUANDO UN sindicato se convierte en una estructura de poder, en un cinturón de protección de la Administración o en una empresa, asistimos, por ejemplo y con asombro, al despido de trabajadores de algunos sindicatos, que aplican EREs a sus propios trabajadores al tiempo que se movilizan contra la reforma laboral. O vemos, atónitos, que mientras cientos de familias son desahuciadas, algunos consejeros y ejecutivos de cierta caja de ahorros (entre ellos algún miembro sindical) se daban la vida padre con tarjetas opacas. Y si por aquí tenemos los EREs y las tarjetas opacas, por allí tenemos el fraude de los cursos de formación o las facturas falsas. Es evidente que los sindicatos tradicionales necesitan una auditoría financiera, pero también moral; una limpieza interna que acabe con las malas prácticas y lleve al "nacimiento" de un sindicalismo nuevo. Los militantes de base y los delegados currantes deberían exigir a las estructuras organizativas un cambio de rumbo hacia la absoluta transparencia. Espero que así sea por el bien de todos.

Reivindicamos un sindicalismo limpio, no subvencionado, que acepte en el entramado sindical la presencia de sindicatos profesionales que, como PIDE, trabajan con el objetivo claro de la defensa de la educación pública. Una colmena sindical donde los sindicatos profesionales tengan su espacio y cuya obligación primera sea velar por los trabajadores y enfrentar la mejora de todos los sectores que conforman la estructura social y profesional del Estado.