El llamativo color naranja de las bombonas, el particular sonido que emiten al chocar unas con otras al ser introducidas en los camiones o la figura del repartidor con ellas cargadas al hombro son escenas que han formado parte del paisaje gráfico y sonoro de las calles de pueblos y ciudades extremeños durante muchas décadas. Y que todavía lo hacen, aunque, eso así, la competencia de otras formas de suministro de energía, como la electricidad o el gas natural, hayan ido reduciendo en los últimos años la frecuencia con la que se producen.

De acuerdo a los datos de la Comisión Nacional de los Mercados y la Competencia (CNMC), entre el 2003, cuando arranca su serie de datos, y el 2017 la comercialización de gases licuados del petróleo en envases de más de ocho kilogramos ha caído en la región un 34%, de 64.187 a 42.260 toneladas. La mayor parte de este consumo corresponde a la botella tradicional de 12,5 kilogramos (la del precio regulado, establecido en 13,27 euros actualmente), aunque también quedan incluidos en él otros formatos para uso doméstico, que tienen el precio liberalizado, y los envases de propano, tanto el empleado en hogares como el de hostelería, que suelen ser de 11 y 35 kilogramos, respectivamente.

Con todo, el descenso en las ventas de butano ha sido bastante menos acusado en la comunidad autónoma que en el conjunto del país, donde ha estado casi diez puntos porcentuales por encima (43,8%). De hecho, según las cifras que maneja Repsol Butano, la principal operadora del sector en España, Extremadura es la región con un mayor consumo de botellas per cápita del Estado. El año pasado se comercializaron tres millones de unidades, casi tres por cada extremeño. En términos absolutos, solo la superan otras cuatro regiones: Andalucía, Cataluña, Galicia y Baleares.

El principal factor que está detrás de este mayor consumo en comparación a otras autonomías es la elevada proporción de extremeños que residen en pequeñas poblaciones, donde no llega el gas canalizado y a las que es poco probable que lo haga, al menos de momento, por la menor rentabilidad que ofrecen estas inversiones. «Aproximadamente el 50% de la población extremeña vive en zonas rurales donde no tiene acceso a las redes de gas natural», precisa Antonio Carbonero, jefe comercial en Extremadura de Repsol Butano, quien añade otros dos elementos que también contribuyen a que comparativamente se recurra más a este gas. Por un lado, que en Extremadura «hay mucha ‘cultura de butano’, sobre todo en la cocina». Por otro, el servicio a domicilio que se lleva a cabo. «En menos de 48 horas desde que pides la botella, la tienes en casa», incide.

Con más de un 80% de la cuota de mercado en la región (el resto se reparte entre Cepsa y Galp), Repsol Butano cuenta actualmente con catorce distribuidoras y cerca de trescientos puntos de venta situados en territorio extremeño. En cuanto a la cifra de repartidores, es de unos «110 o 120», aunque pueden llegar a ser «bastantes más» en las épocas en la que la actividad de las rutas es mayor, algo que sucede entre los meses de noviembre y marzo, cuando las temperaturas son más bajas.

Carbonero asegura que, incluso, se está produciendo una evolución en el perfil del consumidor de las bombonas. «Podríamos pensar que es solo el de una persona ya mayor, de zona rural, ama de casa..., pero eso está cambiando, también hay gente joven que las utiliza», recalca, ya sea por lo asequible de su precio o por su «disponibilidad».

También es muy habitual recurrir a ellas, subraya, para calentarse o cocinar en segundas viviendas en las que solo se pasa un parte del año o los fines de semana, «puesto que no hay los costes fijos» que se tienen con otros tipos de suministro.

Competidores

«El gas natural o la electricidad han sido nuestros principales competidores. Mucha gente ha dejado de tener cocinas o calentadores a gas, pero esto se ha ido compensando un poco con la compra de estufas y braseros, que es lo que nos ha permitido mantenernos», explica José Antonio Agudelo, gerente de Nevasa, una empresa nacida en la década de los cincuenta del pasado siglo, que tiene sede en Cáceres pero que atiende a una treintena de localidades de la provincia. Cada año despacha unas 250.000 botellas de butano y propano. Llegó a estar por encima de las 300.000.

«Tuvimos un bajón muy importante hasta el 2008, pero cuando empezó la crisis nos recuperamos bastante, incluso incrementamos las ventas. Ahora hemos vuelto a perder, a lo mejor un 5% o un 6% al año, dependiendo de las zonas o de las temperaturas, que es algo que nos afecta bastante», agrega. Además, resalta Agudelo, el aumento de las ventas en hostelería ha ayudado también a equilibrar en parte la pérdida en las realizadas en hogares. «El hostelero prefiere el gas butano o propano antes que la energía eléctrica para cocinar», sostiene.

«La bombona de butano va vinculada a la renta per cápita», coincide Antonio José Ramos, presidente de la Asociación de Empresas Distribuidoras de Gases Licuados del Petróleo de la Provincia de Badajoz. «Del 2003 al 2008 hubo una caída importante de las ventas, porque en época de bonanza económica la gente lo que hace es ‘darle al botón’ del aire acondicionado o de la calefacción. Pero después, con la crisis, hubo un repunte», cuenta. Con la mejora de la economía, aclara, se ha recuperado la tendencia a la baja, si bien ha sido de una forma menos «acuciante». «Si cada año perdemos menos de un 5%, estamos contentos», resume. En su caso, dirige Gas de la Plata, una compañía con sede en Fuente de Cantos y almacenes en esta localidad y en Fregenal de la Sierra, Llerena y Azuaga. Cubre 33 pueblos a lo largo del sur de la provincia de Badajoz: desde Encinasola (Huelva) a La Cardenchosa, en el límite con Córdoba.

Los inicios, en Cabeza del Buey

La empresa Butano SA echó a andar 11 de junio de 1957 con el objetivo de abastecer puerta a puerta a los hogares españoles. Extremadura fue «una de las primeras comunidades en usar esta energía», explican desde Repsol. Fue antes de llegar a 1960. La agencia más antigua de la región se estableció en la localidad pacense de Cabeza del Buey.

La venta de butano envasado nació como una forma de ofrecer a las familias energía a un precio asequible en momentos de dificultades económicas. Casi sesenta años después de su llegada a la comunidad autónoma, para José Antonio Agudelo «sigue teniendo futuro. Además de que la bombona es muchísimo más barata, con el gas natural hay unos mínimos que debes pagar aunque no lo utilices y con el butano pagas solo por el que consumes», arguye.

«El resto de energías todas tienen una cuota mensual», señala en esta misma línea Antonio Ramos. «Esta es la energía más barata. Al final, por catorce euros puedes tener calefactado un piso pequeño», agrega este empresario.

«Yo creo que la botella de butano, en una región como Extremadura, tendrá recorrido por muchos años. En zonas rurales va a ser muy difícil sustituir esta energía, teniendo en cuenta cómo están otros mercados, como los eléctricos, por ejemplo. Incluso en las ciudades hay una venta importante también por cuestiones de economía. Tenemos botella de butano para muchos años», concluye Carbonero.