La venta de cajetillas de tabaco se ha desplomado en Extremadura en los últimos diez años. Si el 2008 acabó en la comunidad autónoma con casi 111 millones de paquetes comercializados, en el 2017, que es el último ejercicio con datos completos, se contabilizaron menos de la mitad (54,4 millones de paquetes). Y en el 2018, con cifras hasta noviembre, se iba camino de disminuir todavía más, con un descenso del 2% hasta ese mes, conforme a las estadísticas sobre el mercado de tabacos recogidas por el Ministerio de Hacienda. Y aunque en el caso del tabaco de liar sí que se ha experimentado un repunte, se partía de unos niveles de consumo muy bajos. En esta misma línea, en el agregado de las ventas nacionales (Península y Baleares), la evolución ha sido similar, con un descenso que ronda el 50% para las cajetillas entre 2008 y 2017.

Aparentemente, la tendencia podría atribuirse al impacto que en el número de fumadores ha tenido la ley antitabaco del 2005 y el posterior endurecimiento normativo del 2010. Sin embargo, no es lo que muestran los datos de otro ministerio, el de Sanidad, a través de su Encuesta sobre Alcohol y Drogas en España (Edades). En su edición del 2017, publicada hace unas semanas, refleja que el 39,1% de los de los extremeños de entre 15 y 64 años ha fumado a diario en los últimos treinta días. Hace una década la proporción era del 34,3% y en el 2015 (la encuesta se publica bienalmente) llegó a ser del 40,8%. Algo similar ocurre en el conjunto del país, aunque en este caso la tasa de fumadores es más baja (la proporción extremeña es la segunda más elevada de España, tras la de Asturias), del 34%, frente al 29,6% del 2007.

A mayor número de fumadores, lo más lógico es que aumentaran las ventas ¿Cómo puede explicarse entonces que haya ocurrido todo lo contrario? Un primer factor que ayuda a explicar esta contradicción está en la propia encuesta de Sanidad, que muestra cómo ha ido cayendo el consumo medio de cigarrillos en los últimos años. Así, con datos nacionales para el 2007, el consumo medio que los fumadores reconocían en el último mes se situaba en 17,6 cigarrillos entre los hombres y en 14,3 en las mujeres. Una década después, el promedio para ambos sexos ha bajado hasta los 12,5 cigarrillos por día. De hecho, a la hora de preguntar por este hábito, en el cuestionario se incide en que basta con haber fumado «una o dos caladas».

Pero no es la única causa que parece estar detrás de esta disparidad, a la que también contribuye el auge del contrabando de tabaco. No del que hasta hace unos años había sido el más habitual, el de cajetillas, sino del de hoja.

Dos veces al año, la consultora IPSOS elabora en las principales ciudades españolas la Encuesta de Paquetes Vacíos. En el caso de Extremadura, solo está incluida una población, Badajoz, pero los datos obtenidos en la capital pacense revelan un desplome de la proporción que representan las cajetillas de contrabando sobre el total de las ventas. Extrapolando estos datos a toda la región, el consumo de cigarrillos ílícitos ha pasado de suponer en ella más de la mitad (54,1%) del total de las ventas de tabaco (cifra que se alcanzó en el segundo semestre del 2014) a apenas el 6,2% (en junio del 2018). «Se ha producido una sustitución clara del contrabando convencional en forma de cajetillas por el de hoja de tabaco picado», resume Rocío Ingelmo, directora de Asuntos Corporativos y Legales de la compañía tabaquera Altadis.

Una trasvase que, precisa, no se está produciendo en otras comunidades autónomas «de una forma tan acusada», ya que en Extremadura se ve potenciado por tener el cultivo de tabaco «muy cerca». A este mercado ilícito se destinan «pequeños excedentes de producción» que no son contratados por las industrias de primera transformación y que acaban vendiéndose bien a través de internet o presencialmente, ya sea en «sobrecitos con la hoja de tabaco picado» o en cigarrillos ya rellenos.

DOBLE PERJUICIO / Ingelmo avisa del doble perjuicio que conlleva este contrabando. Por un lado, supone dinero que deja de ingresar la Administración vía impuestos. Por otro, y a diferencia de lo que sucede con las cajetillas ilegales, donde el porcentaje de falsificación no es muy elevado, aquí se trata siempre de «tabaco que no ha pasado ningún control fitosanitario». «Además, engañan al consumidor porque se vende como tabaco natural cuando a lo mejor tiene porcentajes de pesticidas que exceden lo que está permitido», aduce.

El auge de esta práctica se confirma, arguye, por las aprehensiones de tabaco ilegal realizadas en la región en los últimos años. «Esta preocupación por tratar de controlar el transporte de la hoja de tabaco es tal que la Junta aprobó [a mediados del 2018] un decreto de trazabilidad para ella, porque es perfectamente conocedora del riesgo que hay de ir desviando estas pequeñas cantidades», resalta. Porque sumadas unas a otras, «pueden acabar suponiendo un problema».

Y si este contrabando continúa extendiéndose, es algo que «va a ir en detrimento de la maravillosa fama que tiene Extremadura como región productora de un tabaco de calidad». Un prestigio que obedece, apostilla esta responsable de Altadis, a que «es un producto que pasa todos los controles».