Si en el 2017 la región consiguió bajar por vez primera del 20% de abandono escolar temprano, hasta situarse en el 19,2%, el año pasado volvió a superarse esta barrera, tras experimentar el primer repunte en los últimos tres ejercicios. La tasa se situó en el 20,9%, lo que supone que uno de cada cinco jóvenes extremeños de entre 18 y 24 años ha dejado el instituto sin completar la educación secundaria de segunda etapa y no reciben ya ningún tipo de formación. Entre los varones, la proporción es el doble que entre las mujeres (27,7% frente a 13,9%).

Los datos de abandono temprano los publica anualmente el Ministerio de Educación, y se elaboran a partir de la explotación de las variables educativas de la Encuesta de Población Activa (EPA). En los del 2018, Extremadura se sitúa cuatro puntos por encima de la media europea y diez si la comparación se establece con la UE a a 28 países. Con tasas superiores a la extremeña aparecen Baleares (24,4%), Murcia (24,1%), y Andalucía (21,9%), además de las dos ciudades autónomas (Melilla, con un 29,5% y Ceuta, con un 23,4%). En el lado opuesto del ‘ranking’ autonómico figuran País Vasco (6,9%); Cantabria (9,8%); Navarra (11,4%); y Asturias (12,8%).

En España, en el año 2018 el abandono temprano de la educación y la formación se situó en el 17,9%, lo que supone un descenso de 0,33 puntos respecto al año anterior (18,3% en 2017), y continúa marcando valores mínimos en la serie histórica, acercándose algo más al objetivo nacional en el marco de la estrategia Europa 2020, que está fijado en el 15%.

Elisa Jiménez, presidenta de la Asociación Profesional de Orientadores de Extremadura (Apoex), atribuye las altas tasas de abandono temprano que se registran en la región a que «el sistema educativo no se adapta a las necesidades de este alumnado». Se trata, precisa, de estudiantes fundamentalmente del ámbito rural «que llegan ya de la etapa de educación primaria con una gran desmotivación y desinterés hacia los estudios», y cuyo único interés cuando alcanzan el instituto «es conseguir el título de la ESO y, sobre todo, empezar a trabajar». No obstante, no es partidaria de comparar los datos extremeños con los de otras regiones, «porque la realidad de Extremadura es diferente y tiene sus propias características», arguye.

Jiménez incide en que, a la hora de combatir el abandono temprano, el sistema educativo debe buscar adecuarse «a la nueva realidad, al nuevo alumnado que tenemos. Los currículum deben ser más funcionales y prácticos». Igualmente, apuesta por «introducir estrategias metodológicas innovadoras» que, partiendo de «los intereses y necesidades de este alumnado» y aplicadas a través de una atención personalizada, permitan volver a «engancharlo» a los estudios.

Entre estas estrategias «no tan academicistas» cita los aprendizajes cooperativo y por proyectos o la inteligencia emocional. «A través de una metodología memorística, difícilmente vamos a poder conseguir recuperar a estos alumnos, que normalmente tienen la autoestima muy baja. Ellos mismos te reconocen que no valen para estudiar, que no retienen esa información porque llevan años sin utilizar esa estrategia de aprendizaje», esgrime, lo que no impide, puntualiza, que a menudo se trate de jóvenes «con buenas capacidades cognitivas». En este sentido, remarca, «si les presentamos los contenidos y el currículum de manera más motivadora», pueden volver a mostrar interés por los estudios.