En diciembre de 1939 el abuelo de Modesto y Jesús Píriz remitió a la Aemet el primer boletín de datos pluviométricos que registró como colaborador. Como era habitual entonces, Modesto Píriz era el maestro del pueblo y el candidato ideal para desempeñar la tarea: culto y afincado allí.

«Lo hizo con gusto porque le gustaban la meteorología», recuerda Jesús Píriz. Tanto que al final Modesto acabó inculcando la curiosidad a su hijo Marcelino, que le relevó en 1965 y alimentó el interés por la observación en sus dos hijos; la tercera generación de la familia como observadores de la Aemet tras más de 80 años de relación y recogida de datos. «Somos la tercera generación y la última, porque yo no tengo hijos y los de mi hermano viven fuera», apostilla Modesto Píriz.

Con su hermano vivió desde la infancia la tarea, les gustó, y cuando relevaron en 1997 a su padre plantearon a la Aemet ampliar la estación pluviométrica que tenían con nuevos aparatos. Llegó la estación manual y en 2007 dieron un paso más e instalaron una estación automática a seis kilómetros de Barcarrota (cerca del pantano). Ahora, entre ambos mantienen las dos.

Un equipo

«Yo me ocupo de la manual y Modesto de la automática, pero si me voy de viaje o no puedo, él me recoge los datos», explica sobre el equipo que conforman para desempeñar la tarea. «A veces nos llamamos para contrastar los datos y verificar, por ejemplo, si tras una tormenta las dos estaciones han registrado la misma cantidad de agua», dice.

En ocasiones también acuden al archivo de datos que han creado en casa con sus registros y comparan unos años y otros. «Se aprecia el cambio climático, cómo suben las temperaturas máximas», apuntan los hermanos. En las anotaciones que guardan de la familia, además, figuran datos curiosos, como los 1.190 litros que cayeron en 1960 (el doble de un año normal) los 43,5 grados que se registraron de máxima en 2003 o los 117 litros en el pueblo el día de la riada de Badajoz en 1996.

Pero Jesús y Modesto son el ejemplo también de por qué la Aemet empieza a recurrir a centros de trabajo para dar continuidad a su red de colaboradores: nadie les relevará en la estación de Barcarrota. «Aún nos queda tiempo», apunta Jesús Píriz tras más de 80 años de registros.