Lo hacen de forma desinteresada, por pura vocación, afición, curiosidad, con un fin didáctico o investigador, e incluso por tradición familiar. Viven pendientes de la meteorología y aportan una información esencial para estudiar el clima y registrar la incidencia del cambio climático en la región. Desde hace casi un siglo, la Agencia Estatal de Meteorología (Aemet) cuenta con una red de colaboradores que roza las 3.000 personas en toda España y que cuenta con 186 voluntarios dispersos por la región. «Los hay que son auténticos profesionales y con una enorme responsabilidad. Hasta el punto de que hemos tenido casos en los que se ponen enfermos y lo primero que hacen es contactar con una persona de su confianza para que se ocupe de tomar los datos diariamente», explica Marcelino Núñez, el delegado de la Aemet en Extremadura.

Dependiendo del tipo de estación meteorológica que se les encomiende, el papel de los voluntarios requiere más o menos dedicación. Las nuevas estaciones automáticas que disponen algunos de ellos envían diariamente todos los datos a la agencia, mientras que las manuales precisan una toma de datos, que es diaria en el caso de los que registran temperatura. Son la mayoría, pero no todos, porque algunos voluntarios únicamente toman datos de pluviometría y, por tanto, solo hacen anotaciones cuando llueve; y en otros casos, los que estudian es la fenología (la incidencia del clima en los ciclos biológicos de plantas y animales) las anotaciones se concentran entre la primavera y el otoño, cuando hay más actividad. Todos estos datos complementan los que se registran en las 50 estaciones profesionales que tiene la Aemet en los principales núcleos de la región y en puntos estratégicos como la base aérea de Talavera la Real. «La información que proporcionan los voluntarios al banco de datos de la Aemet es impagable», afirma Núñez.

Además de tomar datos de las estaciones meteorológicas que les proporciona la Aemet, los voluntarios tambiém anotan todos aquellos fenómenos que consideran de interés (si hay niebla, granizo o escarcha, por ejemplo) y lo remiten todo a la delegación de la Aemet en la región, en Badajoz, donde se revisan, se contextualizan y se depuran posibles errores antes de incorporarlos al banco de datos de la agencia. Un equipo de ocho personas integran la red de soporte de los voluntarios y. de ellos, tres se ocupan precisamente de verificar todos los datos que reciben. Otras cinco personas, además, les proporcionan formación básica a los voluntarios y se ocupan del mantenimiento de las estaciones.

DESDE ISABEL II / El germen de la Aemet y sus colaboradores se remonta al siglo XIX. Fue la reina Isabel II la que promovió su creación, al principio con recursos muy básicos y una estructura muy débil: la gestión se entregó a los departamentos de Física de los Institutos Provinciales, donde aunque no eran profesionales en la toma de este tipo de datos, sí tenían conocimientos suficientes para hacerlo con cierta solvencia. Fue en los años 40 del siglo XX cuando ya se conformó una gran red de observación con la implicación de forma voluntaria de colaboradores que eran amantes de la meteorología y del medio ambiente. «Está cambiando el perfil de las personas que desempeñan esta labor», advierte Núñez. Pero aún persiste el hecho de que la red se transmite de hijos a padres y hay varios casos en Extremadura.

En los primeros años, lo habitual es que los colaboradores fueran los maestros de los pueblos, porque eran cultos, no solían moverse de la localidad y tenían preocupación por el medio ambiente. También otras personas con esos puntos en común. Pero la dinámica de la sociedad ha cambiado mucho en estos casi 70 años y la movilidad es mucho mayor, lo que aumenta el riesgo de que surjan «lagunas» en los registros. De ahí que la Aemet esté recabando el apoyo de un nuevo perfil en los servicios que funcionan las 24 horas, como los parques de bomberos o las estaciones depuradoras.

¿para que se usan los datos? / «Estos datos nos ayudan a conocer el clima, a saber si la predicción de un modelo se ha cumplido. Nos da información a largo plazo», explica Núñez. En este caso los objetivos han ido variando con el tiempo como recuerda Núñez: «antes nos permitía responder a la pregunta de cuándo se pueden plantar naranjas, por ejemplo, pero ahora la cuestión a responder es si está cambiando el clima», analiza.