Agosto. Mes tradicional de desierto informativo. En la redacción de EL PERIÓDICO EXTREMADURA se recibe la llamada de un nuevo incendio en la Sierra de Gata. La redactora Gema Guerra fue asignada para seguir el tema. Pensaba que era uno más, como todos los veranos. Pero este fuego fue diferente:

«Es habitual que en julio y agosto haya incendios pero luego se extingan en horas. Con este no ocurrió eso», rememora. «Pensamos que era un incendio de verano, sin ningún tipo de trascendencia que iba a extinguirse en, pues eso, en el mismo día y cuando estábamos a punto de terminar el cierre, nosotros pensamos que ya nos iban a llamar los bomberos y nos iban a decir que no había ningún problema que estaba extinguido y ya está», añade.

Pero en lugar de eso, Guerra fue enviada junto a un equipo del periódico a cubrir un incendio sin precedentes en la región: «La sintonía era la misma en los tres sitios, estuvimos hablando también con los alcaldes, que estaban especialmente preocupados porque no sabían muy bien cómo se estaba atajando y estaban preocupados porque no sabían si podía afectar directamente a las viviendas del pueblo», cuenta.

La reportera recuerda cómo «el miedo y la desolación» fueron la atmósfera dominante, pero cree que este fuego sirvió para crear conciencia, porque por primera vez amenazaba de manera real y directa a las propias localidades, lo que sensibilizó a los vecinos. Sin embargo, muchos de ellos, ya de avanzada edad entonces, se lamentaban de que nunca volverían a ver el monte tan verde como lo recordaban:

«Estuvimos hablando con una vecina en Hoyos cuando llegamos allí. La vecina tendría alrededor de 70 años y temía a las llamas, porque cuando llegamos nosotros no se habían extinguido. Lo que repetía era que no iba a volver a ver, porque tenía una edad, que no iba a volver a ver el espacio verde en el que había crecido, y que probablemente sus hijos tampoco».