«Yo no te firmo ningún papel. Tú me das el dinero en mano, me voy y entras el mismo día», explica el ocupa de una vivienda en la periferia de Alcalá de Henares (Madrid), con el que entró en negociación EL PERIÓDICO la pasada semana. Por 2.000 euros ofrece un piso de dos dormitorios que, según él, nadie reclama. La policía no será problema: «Puede pasar y pedirte la documentación, pero no pasa nada». Los vecinos tampoco: «Hay otros dos ocupas en el edificio». Y luz y agua están enganchadas: «No hay calefacción, pero como no pagas luz, puedes poner radiadores eléctricos», dice el inquilino ilegal.

El precio está en mercado, según fuentes policiales. Entre 1.500 y 2.500 euros piden los ocupas urbanos que venden la casa en la que han vivido una temporada. Generalmente, explican las fuentes, traspasarán la vivienda cuando su ocupación esté «quemada», porque se aproxima un desalojo o por la presión vecinal y policial. Cuando la comisión judicial llegue, se encontrará en la casa a otra persona que no es quien ha sido juzgado y condenado.

El traspaso de vivienda ocupada es más propio del ocupa particular y se hace cada vez con más frecuencia, indican fuentes policiales. No suelen ser ocupas colectivos de edificios en desuso, ni personas que ocupan ocasionalmente tras haber sido desahuciadas por no poder pagar la hipoteca; es un ocupa «profesional», según estas fuentes. «Hola busco piso ocupa que sea de banco si alguien me puede ayudar puedo pagar entre 400 y 500 euros», dice uno de los últimos anuncios de demanda de casa ocupada en el portal milanuncios.com. Fue colgado hace una semana por alguien que quiere techo en la zona de Barcelona (en Extremadura apenas aparecen referencias de este tipo en este portal de anuncios).

Algunos de estos anuncios se dirigen a las mafias de la ocupación: «Busco chalé por la zona de Benicarló, que me lo abran para ocupar, con agua y luz enganchada y bombín cambiado nuevo, que sea de embargado del banco a poder ser», decía un anunciante en la web. El afloramiento de estos mensajes en portales convencionales da idea de cómo se ha normalizado el traspaso de ocupaciones. Y a la sombra ha surgido otro negocio. Eufemísticamente se le llama house keeper, cuya traducción sería guardés. Pero algunos prefieren llamarse «inquilinos antiocupas», como M., inmigrante en La Rioja y padre de tres niños, a quien el alquiler de su vivienda le sale «carísimo» y se ofrece para vivir en una casa gratis a cambio de impedir que la ocupen. Se irá en cuanto el dueño se lo requiera.