La falta de anonimato, la dificultad de acceso a los recursos de atención y una mayor invisibilidad son algunas de las señas comunes de la violencia de género en los núcleos rurales, donde «el qué dirán» y «el que no se sepa» tienen mucho más peso que en las ciudades. Son algunas de las conclusiones que expusieron este jueves Marta Torres Herrero y Sofía Gabasa Barcoj, autoras del estudio Mujeres víctimas de violencia de género en el mundo rural, que la Federación de Asociaciones de Mujeres Rurales (Fademur) presentó en Mérida dentro de la campaña de sensibilización que está desarrollando por el país gracias al programa Cultivando Igualdad.

La presión social, e incluso familiar, así como estereotipos machistas «más arraigados» dificultan el abordaje de este tipo de violencia en el medio rural. «El qué dirán, el que no se sepa cuentan muchísimo», expresó Torres Herrero.

El estudio, en cuya presentación también participaron la presidenta y secretaria de Fademur Extremadura, Catalina García y Cecilia Carrasco, respectivamente, se ha realizado a partir de 167 encuestas a mujeres de municipios de menos de 20.000 habitantes, 333 a profesionales de atención y 23 entrevistas en profundidad a víctimas y usuarias de diversos servicios de atención de Extremadura, Andalucía, Aragón, Castilla y León, Castilla-La Mancha, Galicia y La Rioja.

Una de sus conclusiones es la percepción de la violencia de género como una cuestión del ámbito familiar y privado más que como un problema social y estructural. Se deduce también que no existe un perfil concreto de víctima, aunque se observan ciertos factores de riesgo y situaciones de vulnerabilidad comunes, como vivir en entornos donde son habituales los modelos patriarcales, las creencias sexistas y discriminatorias de género, tanto en las familias de origen de las víctimas, como del agresor.

De hecho, un 47 % de las mujeres consideran a las familias de sus parejas o exparejas machistas y más del 80% de las hablan de la existencia de machismo generalizado en el mundo rural.

Se ha identificado además la existencia de violencia psicológica (100 % de las mujeres), seguida de la física (78,26 %) y la económica (56,52 %) como las formas más prevalentes, así como la violencia sexual (39,13 %) y ambiental (34,78 %).

Casi todas las mujeres entrevistadas han permanecido en las relaciones de maltrato durante muchos años, una media de 20, por razones de dependencia económica, el miedo al qué dirán o a la reacción del maltratador, el control social y familiar, el desconocimiento de los recursos de protección, y la desconfianza hacia la efectividad de los mismos. Ante esta realidad, el estudio pone de manifiesto la necesidad de incidir en la prevención y sensibilización, la atención integral a las víctimas, la formación de profesionales y la colaboración interinstitucional, además de aumentar las partidas presupuestarias para combatir esta lacra.