Hace ya medio año que las mascarillas forman parte del día a día de todos. Hace un año, la inmensa mayoría de la población no sabía nada acerca de su uso (más allá de la típica alergia primaveral) y en los primeros días del 2020 pocos se imaginaban aún la trascendencia que tendría en la cotidianidad. Hasta que irrumpió la pandemia del covid-19 y la crisis sanitaria dio pie al sonado debate inicial acerca de su uso, que se zanjó decretando la obligatoriedad para todos los mayores de 6 años. Han pasado 6 meses ya desde que entró en vigor la Orden Ministerial que se publicó en el BOE del 20 de mayo de 2020 y que puso a toda la población tras una mascarilla. En ese mismo momento empezó también a derivar en complemento lo que estaba concebido inicialmente solo para proteger. Basta con fijarse en los escaparates de cualquier calle para ver mascarillas a la venta en estancos, tiendas de cosméticos, supermercados, jugueterías, zapaterías o tiendas de moda.

«Se está convirtiendo en un producto más estético que sanitario y eso puede ser un error», advierte Gonzalo Sesma, gerente comercial de Bidafarma en Cáceres, la cooperativa que abastece a buena parte de las farmacias de la región. Ya hay suministradores que les ofrecen mascarillas quirúrgicas o FFP2 de colores y estampados, pero por el momento ellos se están resistiendo a sucumbir a la moda y siguen distribuyendo únicamente las clásicas: en color azul o blanco en el caso de las quirúrgicas y las blancas en el caso de las que están consideradas EPI. La única concesión son los dibujos en las infantiles, que ya antes utilizaban distintos motivos. Y eso que algunas farmacias empiezan a solicitarles tapabocas ‘a la moda’ que les demandan sus clientes y que compran finalmente a otros proveedores externos de productos farmacéuticos. «Nuestra prioridad es la salud, no el tema estético», subrayan desde Bidafarma.

Goma de colores. / FRANCIS VILLEGAS

Sin embargo, la realidad es que la convivencia con la mascarilla está cambiando su percepción. «La gente que acude a la farmacia en busca de mascarillas lo hace porque busca una garantía, pero es cierto que cada vez nos piden más modelos que sean diferentes, con colores», señalan en la farmacia de la barriada El Perú en Cáceres. Aquí, por ejemplo, acaban de hacer un pedido con quirúrgicas y FFP2 de colores. «Y hasta nos las han ofrecido con motivos navideños», subrayan en este establecimiento. En todo caso, las más demandadas con la llegada del frío son las de colores oscuros y especialmente las de color negro o gris.

Difícil equilibrio

El presidente del Colegio de Farmacéuticos de Badajoz, Cecilio Venegas, reconoce «el equilibrio» que los despachos tratan de buscar siempre «entre sanidad y consumo». «Las farmacias estamos permanentemente inmersas en dos mundos. Por un lado intentamos acercarnos a los gustos de la gente, pero por otro nos debatimos siempre en que sean útiles como producto farmacéutico», recuerda. Pero sin romper ese equilibrio están incorporándose también en este tipo de establecimientos productos que buscan la convivencia con la mascarilla, pero también evitar los problemas que el uso prologado del protector está causando a muchas personas. Lo último, según explica, es un adaptador que se coloca entre la mascarilla la piel y la separa de la boca. «Permite, por ejemplo, pintarse los labios, pero también evitar que la humedad que se genera por el uso prolongado, pueda causar problemas como la rosácea o el herpes», explica Venegas.

Incluso en las farmacias, la mascarilla era un producto casi desconocido hasta este año. La mayoría solo disponían de algunas unidades de mascarillas FFP1 para las alergias, pero ni rastro de las FFP2 o las higiénicas, y tampoco de la quirúrgica, las más extendida ahora (por su precio, 0,72 euros tras la última rebaja del IVA) y que entonces únicamente se utilizaban en un contexto sanitario y se adquirían a través de grandes proveedores. En lo que va de año, solo esta cooperativa ha vendido en la red de farmacias a las que suministra en la región 712.000 unidades. Eso supone una mínima proporción si se tiene en cuenta que su uso es obligatorio para 950.000 extremeños.

¿El resto? Los supermercados se han lanzado a vender todo tipo de mascarillas y poco a poco muchos otros establecimientos los han incorporado a su cartera de productos, se han lanzado a fabricarlas o, en el caso de las tiendas de telas o las mercerías, han empezado a comercializar todos los elementos necesarios para la extendida fabricación casera. La confección y venta de mascarillas ha dado un respiro este año a muchos negocios.

Bordadas. / FRANCIS VILLEGAS

«La situación se ha relajado ya un poco, pero en las primeras semanas de uso fue un auténtico boom, con colas en la puerta a todas horas», recuerda Diego Bravo, responsable de la tienda Retales Manolo. Como a la mayoría de establecimientos de este tipo, las mascarillas han llevado a muchos clientes en busca de telas y filtros, y la oferta se ha ido ampliando al mismo ritmo que la demanda. «Hemos tenido que hacer pedidos específicos para mascarillas y varias fábricas nos han ido ofreciendo nuevos materiales especiales para fabricarlas», subraya. «La gente se ha lanzado a fabricar mascarillas porque, económicamente, son más rentables», explica. Hay tejidos que se pueden lavar hasta 20 veces y el material que se necesita para fabricarlas apenas suponen uno o dos euros por cada unidad. «Muchas familias recurrieron a la ayuda de la madre o la abuela, que sabían coser, porque no podían asumir comprarlas», recuerda.

Colores, bordados...

«A nosotros las mascarillas nos han abierto un nuevo espacio. Nos hemos adaptado a trabajar este producto porque es lo que demanda la gente», explica Jorge Subrá, de la tienda Bordarte. En el escaparate muestran algunos de los bordados con los que adornan las mascarillas (claves de sol, notas musicales, dianas...) y muchas empresas les buscan para que les creen protectores personalizados con el logotipo de la firma o el nombre. Con el boom de las banderas también recurrieron muchas personas a ellos para adornar su mascarilla.

En su caso, solo utilizan dos modelos que compran a firmas de vestuario profesional y que están acreditadas con la norma UNE que recomienda el Ministerio de Consumo. «Hemos preferido centrarnos únicamente en esos dos modelos, que sabemos además que tienen los sellos que nos exigen», dice. Dos carteles informan en el local de los estándares de calidad que cumplen, los lavados que resisten y los cuidados que requieren para garantizar su eficacia.

Estampados. / FRANCIS VILLEGAS

«Empezamos vendiendo la tela TNT para las mascarillas, cuando apenas se sabía nada, pero poco a poco hemos ido buscando tejidos que estuvieran certificados. No puedo vender a un cliente algo que no me dé seguridad a mí», indican en la mercería Lola Botona. Sobre el mostrador, nada más entrar, hay bobinas con gomas de colores para las mascarillas, y al fondo, telas con todo tipo de estampados con algodón de alta calidad. «Ahora nos demandan colores más oscuros, pero en el verano fue todo una explosión de color», recuerda la empresaria. Y fruto de eso también, lo que tradicionalmente eran unos meses de escasa actividad en el negocio, se convirtieron en su caso en unas semanas con mucho trasiego en busca de todo lo necesario para la fabricación de mascarillas caseras. Ahora lo último, más allá de colores y estampados, son los tejidos hidrófugos. «Es algo nuevo y está muy bien, pero no todos cumplen la norma UNE», alerta sobre la confusión que en ocasiones se origina al consumidor con cada cambio. Para disipar cualquier duda, en este establecimiento, donde fabrican también mascarillas de tela (higiénicas, empaquetan cada unidad con el documento que acredita la normativa que cumple, e informa del número de lavados y las condiciones en las que el usuario tiene que llevarlo a cabo, tal y como recomienda el Misterio de Consumo. «No compro ninguna tela que no me proporcionen información por escrito de sus propiedades y certificaciones. Y por eso mismo tampoco se lo voy dar de otra forma a un cliente», subraya.

Bajo lupa

Pero el boom de las mascarillas y la posibilidad de que la mayoría de los modelos se puedan comprar en todo tipo de establecimientos, según la normativa actual en vigor, ha provocado cierta confusión en los consumidores que incluso ha llevado a intervenir a la Unión de Consumidores de Extremadura (UCEX). El pasado mes de septiembre el colectivo alertó de que en muchos bazares se estaban comercializando mascarillas higiénicas que no cumplían con la normativa ni ofrecían la información exigida por ley en cuanto a la normativa que cumplen y el uso para el que están indicado. «Es un producto de primera necesidad y fruto de esa necesidad muchas personas van a acudir a comprarlo a cualquier establecimiento. Pero hay que ofrecer al consumidor todas las garantías y toda la información para que el consumidor pueda decidir», señalan desde esta organización. La información que recabaron la trasladaron a la Junta de Extremadura que es la que tiene la competencia sancionadora.

Las claves

Según la guía del Ministerio de Consumo, las mascarillas son un complemento más en la protección, junto a la distancia social e higiene de manos. Hay tres tipos: higiénicas, quirúrgicas y EPI.

La mascarilla higiénica se considera adecuada para las personas sanas. Pueden adquirirse en cualquier establecimiento y pueden ser reutilizables. Deben especificar la normativa que cumplen y, en el caso de las reutilizables, las condiciones de uso. No se deben llevar más de 4 horas. Las mascarillas caseras tienen esta consideración, pero su eficacia no está garantizada puesto que depende del método de confección.

Las quirúrgicas están especialmente indicadas para enfermos porque evitan que quien la lleva pueda contagiar. Hay distintos grados de filtración y normativas, y deben estar especificadas. Se pueden vender empaquetadas en cualquier establecimiento y de forma individual en farmacias. Hasta 4 horas de uso.

Las FPP2 son las consideradas equipos de protección (EPI). Están destinadas preferentemente a personas más expuestas o vulnerables. Están a la venta en farmacias y supermercados.