«Las pobres del mundo no pueden ser las criadas reproductivas de las élites». Quien lo afirma tajante es Ana Trejo Pulido (Almendralejo, 1976), una extremeña que demuestra que también se puede hacer activismo lejos de las grandes capitales. Esta socióloga es la fundadora de STOP Vientres de alquiler, un sitio web en el que se denuncia esta práctica a la vez que se ofrece un espacio de divulgación y debate.

En un tiempo en el que la pandemia de coronavirus parece monopolizar la vida, la rueda del capital continúa: «Según el estudio de mercado The Global Surrogacy Market Report -elaborado por Global Market Insights-, el negocio de los vientres de alquiler alcanzará un volumen de 27.500 millones de dólares (alrededor de 23.000 millones de euros) en el año 2025», denuncia Trejo en una entrevista con EL PERIÓDICO EXTREMADURA. «Las madres gestantes apenas perciben 5.000 euros», añade. Tal es el negocio que Trejo revela que estas mismas agencias ofrecen hasta 3.000 euros a ginecólogos españoles para que les deriven pacientes con problemas de fertilidad para realizar una práctica que, en teoría, está prohibida.

Esta almendralejense, que se define como «feminista desde chica», creó STOP Vientres de alquiler en 2017: «En ese momento era un tema candente. Recuerdo que veía en la televisión muchos reportajes de parejas ricas y famosas que acudían a esta práctica y se presentaba como algo legítimo y deseable, aspiracional. Claro, me parecía una absoluta aberración. Investigué, busqué información, datos y estudios y creé este blog que ahora es un sitio web para mostrar la realidad silenciada de las madres y la perspectiva del bebé», recuerda.

Diluir las fronteras

Hoy la comunidad cuenta con más de 20.000 usuarios y es administrada también por otras tres mujeres de otras tantas localidades de España: Inma Guillem (Ontinyent), Teresa Domínguez (Jerez de la Frontera) y Vanesa Rodríguez (Barcelona): «Internet ha hecho que se diluyan las fronteras y las mujeres podamos crear espacios comunes desde cualquier parte del mundo. Para mí es muy bonito ver cómo ha crecido este proyecto, que nació a nivel local, y ver cómo un montón de flores feministas se abren», afirma.

Es precisamente en un mundo globalizado donde hay que repensar los problemas y la explotación que sufren las mujeres: «Fíjate que en Extremadura tenemos unas altas tasas de paro femenino, hay muchas mujeres pobres. ¿Qué pasaría si esa práctica se permitiera aquí? No podemos permitirnos el lujo de que haya una subclase de mujeres, que nuestras hijas se tengan que ver explotadas para aspirar a una vida mejor. No es vocación de ninguna niña ser madre de alquiler», dice.

Sin embargo, muchas mujeres del mundo se someten a esta práctica para poder sobrevivir: «Los que hablan de libertad para defender esta práctica deberían saber que estas mujeres pierden todo el control de su vida una vez firman el contrato: se les marca todo, qué deben comer, la mujer no puede negarse a abortos selectivos o a incumplir el contrato. Es una versión real de El Cuento de la Criada», dice. «Tenemos investigaciones de colegas en la India que demuestran el trauma que muchas de estas mujeres sufren tras pasar por esta experiencia», remarca.

India era, hasta hace pocos años, un mercado central de vientres de alquiler en el que las mujeres eran reclutadas en granjas de fertilidad donde pasaban sus últimos meses de embarazo y daban a luz. Pero en 2018 el Gobierno de Nueva Delhi puso coto a esta práctica y el mercado se ha movido hacia otros países como Nigeria, y continúa en Estados Unidos y Europa del Este, con Ucrania como mayor exponente.

«Es curioso porque las agencias ponen todos los medios clínicos para que las mujeres den a luz al bebé que les van a arrebatar. Pero estas mismas mujeres viven en países con sistemas de salud precarios para las personas con pocos recursos y no tendrán acceso a esos cuidados para tener sus propios hijos. Tengamos en cuenta que los bebés de vientres de alquiler suelen parirse por cesárea, un parto que hace que si el siguiente parto es natural la mujer necesite más vigilancia», explica Trejo.

Una clínica de fertilidad que ofrece maternidad subrogada. / EFE

La transferencia al bebé

Trejo denuncia una «nueva vuelta de tuerca perversa» de las agencias: una guía para transferir emociones de la madre gestante a los padres compradores: «Hace unos años, las agencias negaban el vínculo materno-fetal y, como la ciencia ha demostrado que existe, le dan una vuelta perversa para llevárselo a su terreno. Así, ofrecen que los compradores manden grabaciones para que la mujer gestante las ponga en su barriga y el bebé se acostumbre a la voz de sus futuros padres, o piden a la mujer gestante que duerma con un osito para que se impregne de su olor y los compradores se lo lleven con el bebé».

«Pero lo más aberrante -continúa-, por lo doloroso y lo simbólico, es que ahora las mujeres, tras dar a luz y como se recomienda, no se separan de su bebé, pasan un tiempo piel con piel antes de entregarlo, algo que tienen que hacer ellas mismas».

Además, han sido sometidas previamente a «terapias de desapego y grupos de apoyo para que se repitan constantemente que ese bebé no es suyo y tras el parto quedan abandonadas psicológicamente».

Posibilidad altruista

«¿Altruismo? ¿Qué altruismo si aquí todo el mundo cobra?», se pregunta irónica Trejo. El coste total de esta práctica para los compradores puede variar entre los 26.000 y los 240.000 euros dependiendo del país en el que se lleve a cabo, de los que una ínfima parte va a la madre (unos 5.000 euros). «El altruismo es una tapadera en varios sentidos. Una manera de legitimar esta práctica y dejar entrar a los bebés desde el extranjero sin problemas. Pero lo más importante es que prepara el terreno para una modalidad comercial. Canadá y el Reino Unido, donde está así legalizado, son los mayores clientes de compra internacional. Es decir, las madres gestantes no son mujeres de estos países que prestan sus cuerpos, sino mujeres empobrecidas de países terceros», explica esta socióloga. «Recordemos que los derechos son colectivos, no se puede legislar en base a deseos individuales», apostilla.

Manifestación de mujeres contra los vientres de alquiler. / EFE

El «derecho a ser padres»

Es ese deseo individual de muchas parejas que no pueden concebir en el que se apoyan los promotores de la legalización: «Es que no existe un ‘derecho a ser padres’. Lo que sí es un derecho fundamental es el de la criatura a tener a sus padres. Las mujeres no parimos algo, sino a alguien, el objeto del contrato es un sujeto de derecho y en las adopciones el Estado garantiza la tutela a través del criterio de idoneidad pero, para comprar bebés, el único criterio es tener dinero. Es curioso que no haya ninguna corriente tan fuerte para facilitar las adopciones», remacha.

Y es por eso que Trejo reclama al actual Gobierno que tome cartas en el asunto: «Tanto el PSOE como Unidas Podemos se han mostrado en contra de esta práctica y ahora tienen la obligación moral y ética de no permitir que las parejas españolas exploten a las mujeres empobrecidas del mundo. Es una cuestión de poder, y de poder sobre el cuerpo de las mujeres», sentencia.

Una mujer embarazada, en México. / EFE

LAS CLAVES

Las cifras

En 2017, en el único dato oficial disponible hasta la fecha, el Gobierno afirmó tener conocimiento de que entre 2010 y 2016 el registro civil de los consulados españoles había inscrito a 979 niños y niñas nacidos en el extranjero por maternidad subrogada.

La legislación española

La Ley 14/2006, de 26 de mayo, sobre técnicas de reproducción humana asistida señala: «Será nulo de pleno derecho el contrato por el que se convenga la gestación, con o sin precio, a cargo de una mujer que renuncia a la filiación materna a favor del contratante o de un tercero». Sin embargo, la Dirección General de los Registros y del Notariado (DGRN) aprueba y publica una Instrucción de 5 de octubre de 2010 sobre el régimen registral de la filiación de los nacidos mediante gestación subrogada que permite en determinados supuestos la inscripción de estos menores en los registros civiles de los consulados españoles, suponiendo una legalización de facto de la práctica en el extranjero.

La situación en el mundo

Francia, Italia, Alemania, Suiza o Suecia son algunos países europeos que prohíben. Portugal, Grecia o el Reino Unido los permiten. India, México o Tailandia, focos de vientres de alquiler tiempo atrás, han revisado sus legislaciones en direcciones restrictivas. Nigeria y Ucrania son los principales centros de la maternidad subrogada internacional, además de los Estados Unidos.