Juana -nombre figurado- comenzó a trabajar cuidando de una persona mayor en Cáceres en junio del pasado año. Tenía un contrato de siete horas diarias, aunque estaba como interna las 24. Lo hizo hasta la pasada semana, cuando abandonó el empleo, aunque no fue por este motivo. «Dejé de trabajar porque estaba la familia contagiada y no me lo dijeron. Me enteré por una conversación que escuché de casualidad. Se lo pregunté directamente a mi jefe y se fue por las ramas. Le dije que lo que habían hecho era jugar con mi salud y con la de las personas con las que yo convivo», afirma.

«Vivíamos solo las dos [la mujer a la que cuida y ella], pero ellos entraban y salían de la casa continuamente sin el menor cuidado ni protección. Hacían vida normal. Pregunté también por qué no habían dado mi contacto a los rastreadores y me respondieron que estaban esperando los resultados de las pruebas, pero ellos ya sabían que habían tenido contacto directo con un contagiado», esgrime, contrariada aún más por el hecho de que ella ni siquiera ha compartido las navidades con los familiares que tiene en España «porque todos trabajamos en este sector y hemos sido muy responsables».

Su PCR ha sido negativa, pero ha tenido que estar una semana confinada, un periodo de baja que «deberían haberlo gestionado ellos pero me han dicho que me busque la vida», indica Juana, que como con otros testimonios de mujeres recabados para este reportaje prefiere mantener el anonimato para evitar problemas con los que fueron sus empleadores o a la hora de buscar trabajo. También ha tenido que ir a hablar ya en varias ocasiones para que le paguen lo que le pertenece en concepto de vacaciones, de momento sin resultado. «No estoy pidiendo ni más ni menos que lo que por ley me corresponde», asevera.

No es la primera mala experiencia laboral que esta mujer tiene desde que llegó a España hace 16 años. «Siempre me han pagado menos horas o en negro», subraya. «La peor fue cuando estuve trabajando cinco años y medio con una familia y de un día para otro me dijeron que la señora iba a una residencia y no me dieron absolutamente nada. Si entraba el lunes me avisaron el viernes. Allí nunca me dieron una paga extra y siempre sin contrato. Como en ese tiempo no tenía papeles me aseguraron que no tenía derecho a nada», rememora. Y eso que, como ocurre «generalmente con las familias con las que nosotros trabajamos», estaban «muy bien económicamente».