Anastasia Núñez Morales (86) y Lorenza Camacho Castilla (87) se reencontraron ayer después de años sin verse. De jóvenes eran «muy amigas». Iban juntas a los bailes, al bingo... Pero la vida acerca y separa caminos. Llevaban mucho tiempo sin saber nada una de la otra, aunque ambas viven en el mismo sitio.

--Lo que nos queda ya son los recuerdos --decía la primera.

--Pero eso es peor, porque te comes la cabeza --contestaba la segunda. --A Adela, si vas a verla, no te conoce.

El diálogo transcurría entre un pinchazo y otro en el pabellón multiusos de Navalmoral de la Mata, donde estos días se administra la primera inyección contra el covid a los mayores de 80 años que residen en su domicilio.

Ironías de la vida, la vacuna las volvió a unir.

Anastasia Núñez Morales (86). / SILVIA SÁNCHEZ FERNÁNDEZ

Anastasia es de Serrejón pero lleva cuatro décadas en Navalmoral. Empezó a trabajar con nueve años. Ha cuidado de sus hijas, tiene dos, y también de sus cuatro nietos y ocho biznietos. «Yo voy a decir la verdad, no me gusta la vacuna, tengo metido en la cabeza que trae la enfermedad. Ya, que sea lo que Dios quiera. Pero bueno, creemos que va a ser para mejor», expresaba justo después de recibir la dosis. Su nieta Marta, que la acompañó andando hasta el pabellón, contaba que apenas ha salido de casa en el último año y que ha perdido mucha movilidad.

Lorenza nació en El Gordo, pero hace 60 años que es vecina de Navalmoral. Seis hijos y nueve nietos, «tengo muchas ganas de darles besos y abrazos», expresaba. «Yo sí tenía muchas ganas de la vacuna, todos los años me pongo la de la gripe».

Lorenza Camacho Castilla (87). / SILVIA SÁNCHEZ FERNÁNDEZ

Ambas se despidieron hasta pronto: volverán a verse a mediados de marzo, cuando las llamen para recibir la segunda inyección. «Un beso muy grande Lorenza», lanzaba con la mano Anastasia.

Desde las 9.00 hasta las 15.00

El plan de vacunación masiva para mayores de 80 años arrancó oficialmente ayer en la comunidad, aunque algunos centros de salud ya se habían adelantado. Unos 70.000 extremeños de esta franja de edad recibirán la fórmula de Pfizer de aquí a finales de marzo. Las dosis se administrarán principalmente en los puntos de Atención Primaria, aunque habrá municipios donde se opte por recintos feriales o pabellones, como es el caso de Plasencia, Coria o Navalmoral.

El dispositivo está preparado para que los usuarios puedan ir en coche --el sanitario se la administra sin que tengan que bajarse-- o andando. El protocolo dice que se deben esperar unos 15 minutos por si hubiera algún tipo de reacción. «De momento no le ha pasado a nadie. Se han puesto 3.300 vacunas en el área de salud y solo ha habido algún mareo leve», aseguraba Aurelio Javier Muñoz, director de Enfermería de este área sanitaria.

Aurelio Javier Muñoz. / SILVIA SÁNCHEZ FERNÁNDEZ

El pasado lunes ya pasaron por el pabellón multiusos de Navalmoral un centenar de mayores de 80 años (acudieron todos a los que se citó). Ayer se esperaban 180 y hasta media mañana ninguno había faltado a la llamada. El dispositivo era 9.00 a 15.00 horas. «El lunes tuvimos que empezar más tarde, sobre las doce, porque las vacunas se retrasaron».

Muñoz, que pasó el coronavirus hace unos 10 meses, «pero con síntomas leves y sin secuelas», tiene claro que ahora es el mejor momento para acelerar el camino hacia la inmunización porque hay pocos casos diarios de covid-19 y más flexibilidad de movimiento. Aunque también teme que relajar las medidas --como ya se ha hecho, y se prevé que la línea a seguir sea esa-- suponga que la cuarta ola se convierta en inevitable. «Esperemos que en esta ocasión sea mucho menos fuerte, en parte también por la vacunación, porque ya habrá un porcentaje importante de población inmunizada». Él ya ha recibido la primera dosis; la segunda le toca la semana que viene.

Confianza

«Yo creo en la vacuna, por eso he venido», expresaba con seguridad María Pilar Linares Ojeda, 94 años. Procede de Burgos. «Pero me mandaron aquí, soy religiosa». A ella la citaron de las primeras.

María Pilar Linares Ojeda (94). / SILVIA SÁNCHEZ FERNÁNDEZ

Otro de los que cumplió sin ningún ‘pero’ con el protocolo fue Aureliano Bravo Halcón, 87 años, que acudió en solitario al pabellón. «A mí esto me parece muy bien. Creo que es la segunda inyección que me pongo en mi vida, nunca he estado malo», decía. «Aunque bueno, sí que entiendo de médicos porque mi mujer enfermó con 24 años y así estuvo hasta los 84 que falleció. Ahora voy a verla». Después de la vacunación, tocaba visita al cementerio.

Aureliano Bravo Halcón (87). / SILVIA SÁNCHEZ FERNÁNDEZ

Aureliano es natural de El Gordo, de allí salió con 18 años y apenas ha vuelto un par de veces. Ha vivido en varios sitios y ha sido emigrante en el País Vasco. Allí están sus cuatro hijos, ocho nietos y tres biznietos. Mientras lo cuenta, saca el teléfono móvil del bolsillo para enseñar fotos de todos ellos.

Con los ojos cerrados

Francisca Rodríguez Rodríguez, de 91 años, acudió también a la llamada del centro de salud. Es de Almería, hace cuatro décadas que reside en Navalmoral, las mismas que lleva echando de menos el mar. Tenía cinco hijos pero se le han muerto tres. Está deseando disfrutar de sus cinco nietos sin que le riñan por acercarse a ellos. Mientras le administraban la dosis, cerraba los ojos y se apretaba una mano contra otra. «Me daba miedo que me hicieran daño». ¿Por los efectos? «No, que me cortaran o algo», responde mientras su hija mueve la cabeza por detrás para confirmar que sí, que la vacuna le asustaba un poco. «Estoy deseando llegar a mi casa para quitarme la mascarilla», aseguraba Francisca.

«Es normal que tengan dudas porque al principio había mucha incertidumbre», manifestaba el director de Enfermería. «Pero aun así, se han portado de una manera ejemplar. Y cualquier cosa que haces por ellos lo agradecen enormemente. Es muy gratificante trabajar con estos usuarios», añadía.

La esperanza

«Tenemos que aguantarnos con lo que sea, aunque no me ha dolido nada y me han tratado muy bien», expresaba Juliana Peraleda Navas, 86 años. A ella, que nació en Navalmoral, la acompañó uno de sus hijos. Tenía tres, uno murió, y no puede evitar emocionarse cuando lo pronuncia.

Juliana Peraleda Navas (86) / SILVIA SÁNCHEZ FERNÁNDEZ

Cuando da pinceladas de su vida, recuerda que de pequeña eran nueve hermanos y tuvo que trabajar mucho y muy duro.

Ahora la esperanza es poder disfrutar por fin de sus cinco nietos sin muros de por medio.

«Yo estoy aquí porque mi hijo me ha dicho que venga. Porque a mí me da miedo todo», reflexionaba y ponía voz a un sentimiento común de una generación maltratada por el virus.