La relación entre la actividad económica y los impuestos suele ser directa: cuando la primera se frena, la recaudación de los segundos también baja de revoluciones. Así que no es ninguna sorpresa que el 2020, un ejercicio completamente condicionado por la pandemia, acabara en España con un descenso de los ingresos tributarios del Estado del 8,8%, en lo que ha sido la mayor caída que se registra desde el 2009. En total, en el sistema entraron 194.051 millones de euros (en el 2019 habían sido 212.807) en concepto de retenciones del trabajo del IRPF, por el IVA, por el gravamen de sociedades que abonan las empresas o por los tributos especiales de hidrocarburos, electricidad y labores del tabaco, entre otros.

Hubo, sin embargo, tres comunidades autónomas dentro del régimen común en las que la recaudación creció a pesar de la covid. Y una de ellas fue Extremadura, que cerró el ejercicio superando por vez primera los 1.400 millones de euros (1.415,5 millones en total) y un auge interanual del 1,9%.

¿Por qué este comportamiento contracíclico? No es sencillo dar una respuesta a las divergencias territoriales en materia tributaria por las propias peculiaridades del sistema. Para una gran compañía que tenga su plantilla distribuida entre varias autonomías pero con sede social en Madrid, por ejemplo, las retenciones de esos trabajadores figurarán todas como ingresos en la Delegación de la Agencia Tributaria en Madrid, lo que distorsiona la territorialización de las cifras (otra cosa es que el modelo de financiación trate de compensar luego este tipo de circunstancias). Pero hecha esta salvedad, hay varias singularidades que probablemente expliquen al menos una parte de esta disparidad.

Una de ellas es la estructura de los ingresos impositivos. En España, el IRPF concentra algo más de un 40% del total de los tributos estatales. En Extremadura la proporción se mueve bastante por encima, con cerca del 50% del peso. Y es precisamente la exacción que grava las rentas la única que completó el 2020 en positivo en España, con un 1,2% de progresión en los ingresos netos (teniendo en cuenta las devoluciones). En Extremadura el avance fue mayor incluso, del 3,3%. Un comportamiento al alza que vino sostenido por el «elevado crecimiento de las rentas de origen público (salarios y pensiones) que limitó la caída de las rentas de las familias, que se estima en el entorno del 1%», aclara la Agencia Tributaria en su informe mensual de diciembre.

Las retenciones en el sector privado sí que no se libraron de disminuir. No obstante, la caída también es de poca entidad si se compara con la que experimentó la actividad económica en general. En este caso, fueron los expedientes de regulación temporal de empleo (ertes) los que suavizaron el impacto del coronavirus sobre los trabajadores. Parte de sus salarios los pasó a pagar el Servicio Público de Empleo (SEPE) y si bien «en términos de retenciones, esto supuso una reducción de ingresos, ya que el tipo de retención aplicado sobre la parte de salario sufragada por el SEPE fue prácticamente cero», la mengua fue «menor que la que hubiese significado la desaparición de esos puestos de trabajo», se explica.

Otro factor que contribuyó a que no hubiese un desplome en las retenciones del sector privado está vinculado con el hecho de que la reestructuración del empleo que conllevó la pandemia tuvo en el 2020 una incidencia más acentuada en sectores, como la hostelería y la restauración, con niveles salariales y tipos de retención bajos. «La consecuencia fue que el tipo efectivo de retención en el sector privado aumentó», se esgrime.

Relacionada con esta circunstancia está una más que puede ayudar a entender que la recaudación tributaria siguiese en Extremadura el camino contrario que la nacional: tanto en el IRPF como en el IVA los sectores más afectados por la crisis son los relacionados con el turismo, con una menor relevancia en la estructura económica extremeña respecto a la que poseen en otras comunidades. En cuanto al IVA, un tributo muy vinculado al consumo, en la región los ingresos se resintieron, pero poco (-0,2%, hasta sumar algo más de 388,3 millones de euros), mientras que en el conjunto del país se hundieron un 11,5%.

Por último, en el Impuesto de Sociedades se aprecia también un comportamiento muy dispar entre Extremadura, donde la recaudación subió un 5,5% (hasta 194,7 millones de euros), y el agregado del país, donde se desplomó un 33,5%. Aquí habría que tener en cuenta que la mayor caída de ingresos se produjo en las grandes empresas o en los grupos de estas y fue más moderada entre las pymes, más predominantes en el tejido productivo extremeño. Además, en el total nacional las devoluciones efectuadas en el 2020 corresponden al ejercicio 2018, que fueron especialmente altas en los grupos consolidados de firmas.

La Agencia Tributaria también ha dado a conocer ya los datos de evolución de lo recaudado en los dos primeros meses de este año. En Extremadura el montante cayó un 0,6%, frente al 3% de descenso nacional.