La localidad pacense de Los Santos de Maimona ha amanecido este viernes consternada. A las once de la mañana, las autoridades daban a conocer una noticia que nadie quería escuchar, pero que rondaba la mente de todos desde que dos vecinos de la localidad desaparecieran el pasado lunes: la Guardia Civil había hallado los cuerpos sin vida de Antonio y Francisco, de 68 y 64 años, en el interior del domicilio donde vivían junto con su hermano pequeño, Rafael, de 61, que fue detenido ayer por la tarde.

En realidad, las autoridades los habían encontrado mucho antes, sobre las tres de la madrugada, pero como el levantamiento de los cadáveres, que mostraban claros signos de violencia, se realizó también por la noche, sobre las cuatro, nadie se había enterado.

Quien sí lo sabía era el alcalde, Manuel Lavado, ya que los responsables de la investigación le avisaron de la novedad de los hechos tan pronto como esta se produjo. El ayuntamiento ha decretado dos días de luto oficial (sábado y domingo) y todavía no saben qué harán con los dos fallecidos cuando sus cuerpos vuelvan del Instituto Anatómico Forense de Badajoz. De momento se encuentran organizando el entierro de ambos. La situación es complicada, pues sus padres fallecieron hace años y no cuentan con ningún otro familiar directo en el municipio. De no hacerse cargo nadie, sería el propio consistorio quien lo hiciera, asegura el regidor.

Problemas mentales y nula relación con los vecinos

Nadie en el pueblo se esperaba este fatal desenlace, si bien es cierto que todo aquel que conocía a los hermanos sabía de los conflictos que generaban, sobre todo Rafael. «Los tres estaban mal, pero los otros dos al menos eran educados», cuenta Carmen Lavado, una vecina del pueblo que ya sabía de antemano los problemas que creaban.

Si había algo que caracterizaba a los tres hermanos, aparte de las disputas entre ellos, eso era el aislamiento. En el número 24 de la calle San Cristóbal, a apenas unos metros del número 48 donde vivían los hermanos, Manuela Díaz y Manuel Cuéllar cuentan que jamás tuvieron un problema con ellos, pero sí los vecinos de las viviendas colindantes. Desde la ventana de su casa, que da a la puerta de lo que ahora se considera escenario de un crimen, Manuela Vargas asegura que no se relacionaban con la vecindad. El propio alcalde confirma que eran «personas especiales». Rafael, de hecho, tenía prescrita medicación por problemas mentales que sufría, aunque algunos santeños aseguran que no se la tomaba, lo cual le llevaba a realizar actos vandálicos. En una ocasión, la Policía local tuvo que detenerlo por arrancar retrovisores de los coches. Rafael acabó siendo ingresado en una unidad de salud mental, indica el alcalde, pero al cabo del tiempo volvió a Los Santos.

No se llevaban bien con nadie, ni siquiera con Dolores Marín, que vive justo al lado de la casa que ahora mismo se encuentra precintada por la Guardia Civil. «Con ellos no se podía hablar», recalca. Ella era más consciente que nadie de las discusiones que los propios hermanos tenían entre ellos, aunque nunca hubiese imaginado que su relación terminaría así. Es más, ella pensaba que, si en algún momento la situación llegaba hasta ese punto, sería Rafael quien saldría mal parado, pues era él quien «mandaba» sobre los otros dos. «El hermano pequeño los tenía amedrentados», señala Antonio María Moreno, quien alguna vez vio a Quiquín, como se le conocía popularmente a Francisco, en la calle mientras aseguraba que, si volvía a casa pasada una determinada hora, Rafael le pegaría.

De momento, el sospechoso ya ha declarado por un delito de atentado a la autoridad debido a la resistencia que opuso este jueves por la tarde cuando la Guardia Civil le fue a detener a su propia casa. En estos momentos se encuentra arrestado en Zafra a la espera de ser puesto de nuevo a disposición judicial para declarar por la muerte de sus hermanos. El caso se encuentra bajo secreto de sumario, pero las autoridades ya le han comunicado al alcalde de la localidad que tardarán poco en esclarecer el suceso.

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