«No me quiero ir. Me he enamorado del mundo rural». Estas son las palabras de Miriam Ibáñez Espluguet, una joven valenciana de 25 años. Siempre tuvo interés por la docencia. «Me daba miedo la responsabilidad de la enseñanza hasta que me di cuenta de que aprendemos nosotros más que ellos». Mientras estudiaba Traducción supo que también quería ser maestra. Se matriculó de ambas carreras y ahora, con la primera ya terminada, está a punto de concluir la segunda. Lleva cuatro meses en Extremadura gracias a unas prácticas que le ofreció la Fundación Princesa de Girona dentro del programa ‘Generación Docente’ en el que seleccionan a 30 alumnos de toda España comprometidos con la educación. «El entorno rural ha sido un descubrimiento absoluto. Vengo de una ciudad grande. Solamente el camino de mi casa al cole merece la pena. No puedes no enamorarte», continúa Miriam. Su experiencia la ha vivido en el colegio Vera-Tiétar, de Tejeda del Tiétar. «Todo es posible en la escuela rural. Es un lujo poder realizar actividades en contacto con la naturaleza. En un colegio de una gran ciudad esto es imposible», asegura. «Si me ofrecen quedarme lo haría para toda la vida», apostilla.

Miriam Ibáñez Espluguet, valenciana en el colegio Vera-Tiétar. Silvia Sánchez Fernández

Junto a la valenciana, otras siete futuras docentes de diferentes comunidades han recalado en la región. María Cabezas Fernández viene de Sevilla, tiene 24 años y está en el Centro Rural Educativo Gloria Fuertes de Fuente del Arco, Trasierra y Reina. «Esto es una experiencia a todos los niveles. Te rompe los esquemas». Considera que la gran diferencia de la educación entre el ámbito urbano y rural se centra en el trato personalizado. «Tener una clase con 11 niños te da la posibilidad de acercarte a su realidad personal y su necesidad real». La opinión de Lola Rubio Alberca no difiere de la de María. Esta murciana de 22 años asegura que: «Enseñas a los alumnos como si fueran tus propios hijos. El profesorado se involucra muchísimo». Está en el centro de la Sierra de San Pedro. 

Lola Rubio Alberca, murciana de prácticas en la Sierra de San Pedro. Silvia Sánchez Fernández

En centros tan pequeños educas en clase a tus alumnos como si fueran tus propios hijos

María Cabezas Fernández es de Sevilla y está en Fuente del Arco. Silvia Sánchez Fernández

La vivencia de Sandra Pérez Vilas no se aleja de su propia realidad. Tiene 22 años, es gallega y asegura que la vida en los pueblos extremeños le ha recordado a su tierra. Es maestra en educación Infantil y anima a otros alumnos de Magisterio a que se sumen al programa. «Si son del ámbito urbano es un choque cultural y si vienen de entornos rurales les servirá para aprender y crecer», concluye. 

Sandra Pérez Vilas, futura maestra de Infantil que viene de Galicia. Silvia Sánchez Fernández

La despedida

En apenas un mes les toca decir adiós. «Terminaba la semana que viene, pero me ha gustado tanto estar aquí que me quedo hasta que finalice el curso escolar. No me quiero marchar», lamenta Lola. Las ocho impartieron a los alumnos de Magisterio una masterclass este jueves en la Facultad de Formación del Profesorado de Cáceres sobre su experiencia personal. Al acto asistieron la vicerrectora de la UEx, Rocío Yuste Tosina, María Moreno Sierra, jefa de Servicio de Innovación y Formación del Profesorado de la Junta de Extremadura, David González Gómez, decano de la Facultad de Formación del Profesorado, y Sandra Camós Bataller, responsable de proyectos educativos de la Fundación Princesa de Girona. «Es impresionante la comunidad que se ha creado entre el alumnado de toda España. Sus ganas de aprender y transformar la sociedad son brutales. El mundo rural da esta oportunidad de conocer una realidad socio-educativa diferente. Es un entorno muy propicio para que un futuro docente se pueda desarrollar», zanja esta última.