La semilla de la indignación también germinó en plazas y calles de Extremadura, que acogieron durante semanas asambleas y acampadas. Tres de las personas que tomaron parte en la organización del 15M en Badajoz, Cáceres y Mérida cuentan cómo vivieron aquellos días y los valoran a diez años vista. 

Hace una década Ángela González tenía 24 años y estaba acabando de estudiar magisterio en Badajoz. A pesar de su juventud, ya había venido participando «desde los 16 o 17 años» en diferentes movimientos asociativos y vecinales. Durante semanas, la avenida de Huelva -«que renombramos avenida de la Libertad», rememora-- acogió una acampada y asambleas que llegaron a congregar a varios centenares de personas frente a la Delegación del Gobierno. «Los recuerdos de esos días son bonitos. Fue duro, cansado, con muchísimo trabajo porque, no sé cómo se vería desde fuera, pero desde dentro puedo decir que allí fiesta había poca. El trabajo fue muchísimo, de formación, de estudiar las leyes y de llevar siempre las tareas hechas a las reuniones para que no nos tacharan de poco formados». Además, añade, fue «gratificante ver que más allá de los mismos 15 o 20 que siempre estábamos en estas cosas surgía un movimiento nuevo, gente que no venía de ninguna organización, pero con muchas ganas de que las cosas cambiaran. Había mucha energía y predisposición».

Asamblea celebrada durante esos días en Badajoz. OTO

Hasta ahí la parte que sigue valorando de forma más positiva, porque confiesa que para ella echar una vista atrás «es una reflexión que resulta casi dolorosa. Da algo de pena ver en qué ha quedado todo. Creo que no ha valido de nada. Todos los esfuerzos que hicimos quizás han sido en balde, porque la política sigue estando en manos de los mismos y poco puede hacer la ciudadanía», lamenta. 

Protesta en la toma de posesión de la nueva corporación municipal de Badajoz. OTO

«Buceando en internet» fue como David Conde tuvo su primer contacto con lo que acabaría siendo el movimiento de los indignados. «Antes del 15M ya se estaba moviendo algo en la red, había una cierta sensación de cansancio y por casualidad llegué a la página web de Democracia Real Ya, que fue la matriz de todo», señala. En Cáceres no había en ese momento nadie que se encargara de coordinar las movilizaciones, algo de lo que comenzaron a encargarse una compañera y él haciendo carteles para esa primera protesta, «y poco a poco se nos fue sumando gente. Fue un proceso similar en toda España. Recuerdo que, una semana antes del 15 de mayo, el móvil y el correo eran ya una locura».

Aquel día de hace ahora una década entre ese núcleo inicial «había mucho miedo de que no fuera nadie» a la marcha. De hecho, a las seis de la tarde, cuando empezó la manifestación, «estaríamos como 20 o 25 personas en la plaza de Colón, pero tuvimos la tremenda suerte de que aquel era el domingo de Womad, y por allí había un grupo de batucada tocando por la calle y se unieron. Empezó a llegar más gente y, aunque no fue una manifestación extraordinariamente numerosa, sí fue mucha más gente de la que nosotros pensábamos en un principio». A partir de ahí, todo se aceleró a gran velocidad, con las asambleas y las acampadas en la plaza Mayor de Cáceres. «Llegó un momento en el que ya no sabías quién era quién», apunta.

Una de las asambleas en Cáceres. Francis Villegas

Para Conde, que en aquel entonces tenía 31 años, aquellas jornadas han quedado en la memoria como «un momento de cambio, especial. Si algo cambió aquello fue que entonces la capacidad de protesta de los españoles era muy limitada, no veía que la gente se movilizara. Ahora creo que se ha vuelto un poco más crítica. No solo hay que valorar las cosas tangibles, también las intangibles, como son los cambios de actitudes, a cómo esa situación permeó en la gente. Estoy convencido de que incluso a nivel de política nacional variaron muchas cosas». Eso no impide que considere que paulatinamente el 15M se fue desvirtuando. «Lo que en un principio era indignación general por lo que estaba pasando, por cómo se trataba a la población y lo que hacía la clase política, acabó siendo un ‘en mi barrio falta una farola’ y todo eso se debatía en las asambleas. Pero independientemente de que todo aquello se desvirtuara en un momento determinado, sigo creyendo que ha dejado un poso importante». 

Ganas de hacer cosas

«Ilusionarme, es lo que recuerdo», responde Víctor González cuando se le pregunta por los días en los que tomó parte en la organización del movimiento de indignados en Mérida. «Había gente de todas las generaciones e, incluso, de todas las ideologías» colaborando en una iniciativa que era «asambleísta de verdad». «Había mucha ilusión, toda la que la gente ha perdido ahora en la política y muchas ganas de hacer cosas», incide. 

En la capital extremeña, la plaza de España fue el principal escenario de las reivindicaciones. «Las primeras manifestaciones que hicimos estaba literalmente toda la plaza llena», resalta González, que en el 2011 tenía 29 años. Cree que las protestas de los indignados han posibilitado que se produzca «un cambio de visión, que haya un ‘sentirse como ciudadano’ que te lleva a ver que no es culpa tuya si te quedas en paro o si tienes otros problemas, que es cuestión del sistema». Además, subraya, fue la semilla de iniciativas como 15Mparato, la acusación ciudadana que entre 2012 y 2020 impulsó el caso Bankia en la Audiencia Nacional. «¿Qué otro movimiento social ha conseguido que un exministro de Economía esté en la cárcel? Sí se han logrado cosas», apostilla.