Acumula varios años de retraso pero parece que ya se acerca el momento en el que la cigüeña negra (Ciconia nigra) tendrá un plan específico destinado a velar para incrementar sus poblaciones y las zonas de colonización que se han ido perdiendo con los años. De momento se trata solo de una propuesta, pero la Dirección General de Sostenibilidad de la Junta de Extremadura está tramitando el proyecto de orden del plan de recuperación para esta especie, lo que supone abrir el camino para que se puedan destinar medios humanos y recursos económicos a mejorar la situación de un ave emblemática que tiene en los cortados de Extremadura una las principales zonas de nidificación de todo el país. 

La cigüeña negra es una de las aves incluidas en el catálogo de especies en peligro de extinción.  Los planes de recuperación son una de las herramientas que se contemplan para recuperar las poblaciones de estas especies, pero se tramitan muy lentamente, de forma dispar en cada región y muchas de las que están amenazadas no cuentan aún con un plan específico. En Extremadura, junto a que ahora se está elaborando para la cigüeña negra, hay planes ya en marcha para el lince ibérico, el águila imperial, el murciélago mediano de herradura y el murciélago mediterráneo de herradura, así como para el desmán.

Las poblaciones de la cigüeña negra llevan años estables en Extremadura, pero la escasez de ejemplares y la pérdida de sus territorios de colonización la mantienen bajo amenaza y requieren de un plan de gestión que limite las actividades condicionan su conservación. «Hay que se seguir la línea de otras comunidades como Castilla y León y Castilla-La Mancha que sí están trabajando ya en la recuperación», apunta Marcelino Cardalliaguet, delegado de SEO/Birdlife en Extremadura.

Ambas regiones tienen planes aprobados. En Extremadura hubo un primer intento en el 2018, pero el plan acabó atascado y ahora se trata de recuperar con este nuevo proyecto de orden.

El borrador del plan contempla destinar 20.000 € cada año y controles de población permanentes

Según los datos de la Junta, se estima que hay alrededor de 470 parejas de cigüeña negra en la Península ibérica y según el último censo en el 2018, 144 estarían en Extremadura, con lo que alrededor del 40% de las poblaciones que viven en la península están la región. Eso convierte a Extremadura en el principal enclave de la península y en un espacio casi único en el mundo por la predilección de las parejas por los las dehesas o cortados como zonas de nidificación: más de la mitad de los nidos no están aquí en zonas boscosas como en otros enclaves en los que también se puede encontrar la Ciconia nigra, sino que se encuentran en zonas rocosas como cantiles serranos, fluviales o canteras. El 45% de los que están localizados en la provincia de Cáceres, se encuentran en la red de riberos del Tajo. De hecho, el Parque de Monfragüe y el Parque Natural del Tajo Internacional albergan muchas de las parejas reproductoras. 

A la vista

«Monfragüe es irrepetible. Mientras en el resto de Europa está en el interior de bosques muy densos u apartados, en Monfragüe los nidos están a la vista y es posible ver el desarrollo de los pollos, verlos comer», insiste Cardalliaguet.

Un ejemplar adulto, con sus polluelos en el nido.

Según recoge el proyecto de orden, el plan se aplicará «en todo el territorio extremeño» y el objetivo es «la conservación y recuperación de la cigüeña negra y sus hábitats en Extremadura, evitando las causas que inciden negativamente en la población, favoreciendo la viabilidad de los territorios de reproducción y la ocupación de las áreas históricas en las que la especie está ausente actualmente». En los últimos 30 años han desaparecido de zonas de Gredos, Las Villuercas, las sierras periféricas de La Serena, los montes fronterizos con Portugal o varios tramos del río Tajo. 

El plan contará con un presupuesto anual de 20.000 euros y entre las medidas que se plantean para su recuperación están establecer un periodo crítico entre el 1 de marzo y el 31 de julio y un periodo sensible entre el 1 de agosto y el 30 de septiembre, en el que se limitarán algunos aprovechamientos (agrícolas, forestales, cinegéticos) y actividades que puedan causar molestias a la especie. Además se contempla también llevar a cabo un seguimiento continuo sobre la situación de las poblaciones, controlando cada año los territorios ocupados por la especie en el último lustro con el fin de identificar a las parejas reproductoras.

«No hay un plazo marcado para lograr el éxito de la recuperación», explica Cardalliaguet. Pero que haya un plan, será al menos el primer paso para detener el reloj de la extinción de la cigüeña negra en la región.