A Pedro Plaza Rodríguez, enfermero de 48 años, un usuario de más o menos su edad le enseñó la foto de un microchip en su teléfono móvil y le dijo que estaba seguro de que le estaban introduciendo algo similar en el cuerpo porque lo había visto en la televisión. «Otro me preguntó: ¿No nos estaréis metiendo aire como hemos visto en el Facebook no?», recuerda. 

Amalia Grande Rodrigo, auxiliar de 56 años, ha visto casi literalmente salir corriendo a dos chavales de 18 justo cuando ya estaban sentados en la silla a la espera de la aguja. «Que no lo tienen claro o les entra miedo y se van. Entonces hay que sacarlos del registro», explica.

Son solo anécdotas después de miles y miles de pinchazos en los que el agradecimiento ha sido lo común, pero también han vivido otras historias.

El enfermero Pedro Plaza. SILVIA SÁNCHEZ FERNÁNDEZ

Ambos profesionales forman parte del equipo que lleva a cabo el proceso de vacunación en el Palacio de Congresos de Cáceres. Ellos y sus compañeros son la cara más visible, pero para llegar hasta ese momento de inyectar la jeringuilla existe una amplia logística que empieza con la recepción de las nuevas dosis cada semana.

Ahora, actividad sosegada 

Es jueves, a media mañana, finales de julio, y la actividad en este edificio convertido en centro de vacunación es sosegada. «Mira cómo está de vacío. Se han ido a la playa, después vendrán los problemas...», comenta uno de los voluntarios de la puerta que se encarga de comprobar que quienes van llegando se coloquen en la fila correcta. Ahora los llamamientos son sobre todo a veinteañeros y también a jóvenes de 18 y 19 años.

La auxiliar Amalia Grande.

Desde el 12 de abril, miles y miles de personas han pasado por este circuito para recibir la fórmula contra el virus. Más de 117.500 dosis han sido administradas en este lugar. Se empezó con el grupo de 60 a 69 años. En la segunda quincena de junio han tenido las jornadas más intensas; casi 3.000 vacunas en un día es el récord. En esta mañana de jueves rondan las 900. «Estamos preparados para administrar hasta 4.000 diarias, todo depende de las que lleguen», dice Antonio Barrera, coordinador de Calidad del área de Salud de Cáceres y uno de los encargados que diseñó el plan para transformar el Palacio de Congresos. Junto a Ana Bejarano, directora del área de Salud de Cáceres, conforman el equipo de estrategia.

El engranaje comienza en el hospital de Cáceres, donde los farmacéuticos reciben las dosis que se deben repartir por todos los centros de salud del área. «El miércoles por la noche o el jueves a primera hora nos dicen cuántas unidades llegan. Siempre queremos más para nuestra zona para que vaya lo más rápido posible, por eso el reparto lo hago lo yo, porque si no...», dice Bejarano, que apunta escrupulosamente cada dato de distribución.

La directora del área de Salud de Cáceres, Ana Bejarano. SILVIA SÁNCHEZ FERNÁNDEZ

Un equipo de administrativas se encarga de las llamadas para las citas. Lo hacen desde las ocho de la mañana hasta las diez de la noche.

El Palacio de Congresos recibe a todos los usuarios de la ciudad de Cáceres y de algunas localidades cercanas. «Nos vinimos aquí para poder acelerar el ritmo. Estudiamos el edificio y diseñamos un mapa», cuenta Barrera.

Empieza el recorrido 

Es la Asociación Radio Ayuda (ARA), todos ellos voluntarios, quienes dan el primer recibimiento. Su misión es comprobar si la persona acude el día correcto, y si va a su primera o segunda dosis. Entonces le indican en cuál de las dos filas debe colocarse y le asignan un número. «Cada fila lleva su propio registro y está prohibido cambiarse, aunque haya habido intentos porque no querían la vacuna que les tocaba...», relata el coordinador de Calidad.

Aunque a veces se hayan visto largas colas, el rimo es rápido y la espera no se extiende más de 30 minutos. «En edades más jóvenes no hemos tenido problema con los horarios, pero cuando empezamos en el hospital con los mayores de 80, los citábamos a las once y desde las ocho y media de la mañana ya estaban allí», recuerda Bejarano.

Antes de acceder al Palacio, un celador toma la temperatura y confirma que la persona va a recibir la fórmula adecuada.

La siguiente parada es un médico. Hay un grupo de unos diez profesionales sanitarios todos jubilados que se han ofrecido para colaborar. Ellos hacen preguntas sobre alergias a medicamentos y las reacciones a la primera dosis. Y resuelven dudas. «Les decimos que se tomen un paracetamol si les da fiebre y se pongan hielo en el brazo si les duele. Ahora muchas chicas nos preguntan por los efectos en la menstruación. Es cierto que algunas los están teniendo: reglas más cortas o más largas, con más sangrado de lo habitual, o directamente se les corta», explica Inocencia Solomando, una de las médicas que hace de voluntaria.

El coordinador de Calidad, Antonio Barrera. SILVIA SÁNCHEZ FERNÁNDEZ

Y llega el momento del pinchazo. Cada jornada hay dos mesas --se corresponden con las dos filas, y se vuelve a comprobar que la persona está en el registro --con cinco personas cada una: tres enfermeras y dos auxiliares. El 70% son mujeres. 

En una de ellas organiza el material Amalia Grande, encargada de montar las jeringuillas. «¿Qué cuántas van? Miles y miles», dice. 

Ella estaba en bolsa y la llamaron para trabajar el 28 de diciembre. Desde entonces es parte del plan de vacunación. 

Ejerce de auxiliar de enfermería desde 2007. Antes era modista, pero le detectaron fibromialgia y ya no podía coser. Tuvo que dejarlo y buscó otra profesión que la ha llevado a vivir un momento histórico. Su pueblo es Torrequemada pero hace muchos años que vive en Cáceres. «En las residencias nos recibían con mucha emoción. Los usuarios tenían muchas ganas de vacunarse porque llevaban meses sin salir y sin ver a nadie», recuerda. 

En su mesa también está el enfermero Pedro Plaza, que ha dejado temporalmente su puesto en el centro de salud de Alcántara para ser parte de la campaña. «Al principio no sabíamos cuántas horas íbamos a echar ni lo que iba a durar». Se emociona al contar la experiencia en los centros de mayores. Aunque él también defiende que los jóvenes llegan con ganas. «De vacaciones no se han ido solo los veinteañeros... Ha pasado también con gente de cuarenta y tantos», subraya.

Plaza calcula que ha podido poner más de 15.000 dosis contra el virus. Lo hace con una rapidez de segundos. 

Y cuenta otra experiencia. El martes vacunaron a un grupo de inmigrantes en situación irregular y fue un momento delicado. «Tenían miedo de que al no tener papeles la policía viniera a detenerlos y los echaran. Hubo que hacer una labor con las asociaciones para convencerles de que nosotros solo somos un servicio sanitario».

El circuito está pensado para que los usuarios no se crucen en ningún momento. Tras recibir la dosis pasan a la sala de observación, donde otro médico voluntario les asiste los 15 minutos que deben esperar. Allí las preguntas más frecuentes son que si se pueden tomar una caña o dar de mamar al niño. La respuesta es sí.

Curiosamente esa sala de observación albergó un tiempo la escultura del buda. «Lo mismo nos ha ayudado...», ironiza Barrera.

Gran parte del equipo de vacunación del Palacio de Congresos de Cáceres. SILVIA SÁNCHEZ FERNÁNDEZ

Hay varias camillas y una ambulancia en la puerta por si pasara algo. Alguna reacción en la piel, mareos, una subida de tensión que acabó en el hospital... «Pero no hemos tenido nada grave y no han sido efectos de la vacuna, más bien de los nervios», asegura Bejarano. Y apunta: «La verdad es que se nos han mareado más los jóvenes que los mayores».

«A veces, con esos más jóvenes --apunta Barrera--, hemos tenido que convencerles. Decirles ‘venga hombre, que no pasa nada’. Acompañarles a la silla, agarrarlos... Algún pellizco con los nervios nos hemos llevado».

Lo que no se ve

Hay otros dos equipos, uno de administración y otro de enfermería, que no se ven en el recorrido pero cuya labor es fundamental. El primero es el que recibe todas las quejas de «ese 7% de gente que no lo tiene claro», dice el coordinador de Calidad. «Por ejemplo, ‘que mi tío me ha dicho que mejor la otra marca porque así no me duele la cabeza’. Cosas así».

En la siguiente sala se atienden otras dudas. Ahora la principal es con las mujeres embarazadas. «Es de lo que se está hablando en la tele. Ellas vienen con dudas porque a lo mejor el médico de cabecera les ha dicho que no y el ginecólogo que sí. La respuesta es siempre sí. Los efectos del virus son peores que los de la vacuna».

El frigorífico donde se guardan las vacunas.

El frigorífico donde se guardan las vacunas. EL PERIÓDICO

Hay otra estancia más. El almacén que alberga el frigorífico de donde cada mañana salen las dosis que se van a administrar. Es ahí donde empieza el mecanismo que termina con el conteo de unidades (al igual que en unas elecciones) para comprobar que los números coinciden. Hasta el momento no ha habido ningún fallo.

A veces el equipo de enfermeros y auxiliares han tenido que desmontarlo todo porque el Palacio de Congresos seguía con su propia actividad. Ocurrió por ejemplo con el concierto de Mala Rodríguez el pasado 20 de junio.

Es solo otra anécdota más de un periplo sanitario más cerca ya de destino seguro. El mismo está siendo posible gracias a profesionales como los de este Palacio. Son ellos los artífices de la vacunación.