Ideó un sistema propio para que los bebés de su pueblo tuvieran el ombligo hacia adentro. Puso su patrimonio personal y su trabajo siempre al servicio de sus vecinos, con una generosidad infinita. Ella es Josefa Gómez Sánchez, conocida como Josefita La Comadrona en Campanario, su pueblo, donde desarrolló prácticamente toda su vida como comadrona. Casi centenaria, representa el esfuerzo, la valentía y sobre todo el arrojo de una profesión en la que fue pionera, imponiendo protocolos higiénicos y salvando así la vida de miles de extremeños.

Ha sido la primera persona en ver el rostro de muchos vecinos de Campanario y por ello se ha hecho acreedora de la gratitud de todo un pueblo. Nació en Campanario en 1924 y fue una mujer muy adelantada a su época pues entonces era raro que una mujer cursara estudios superiores. Sin embargo, animada por su madre, también comadrona, se convirtió en diplomada universitaria y comenzó su periplo profesional en 1954. En un momento de malas prácticas y de parteras sin formación reglada, ella se convirtió en referente por la higiene de manos y la aplicación del conocimiento científico en un momento tan delicado como es la llegada al mundo de un ser humano. Circunscrita a Campanario, en los últimos años de su vida también asistió partos en el hospital Don Benito-Villanueva.

Josefa no solo tenía un papel clave en el momento del parto, sino que también antes y después realizaba una gran labor, preparando psicológicamente a la mujer y a sus familiares. Envió a muchos padres a esperar al cuartelillo de la guardia civil, dado su estado de nerviosismo. Después del nacimiento atendía al niño y aconsejaba a su madre sobre los primeros cuidados del neonato.

Muchos partos fueron complicados, pero ella sacó fuerzas de flaqueza para solucionar los imprevistos en una época en la que era normal asistir a las mujeres en los chozos. Puso hasta de su propio patrimonio los medios para que todos estuvieran bien atendidos en una triple combinación de labor social, asistencial y humanitaria. Sus manos siempre cogieron las de otra mujer en ese momento mágico, especialmente a las primerizas.

¿Cuáles son sus primeros recuerdos como profesional de la sanidad especializada en traer niños al mundo?

Mi madre también era comadrona, una de las primeras con titulación universitaria, que estudió en Salamanca, en época del rey Alfonso XIII. Me he criado entre partos, avisos y de mi madre nació el amor por mi profesión. Yo estudié en Sevilla y Cádiz, ya que me examiné en la capital hispalense, pero donde estudié fue en Cádiz. Comencé a ejercer en el año 1954, hace ya muchísimos años. Fue una vocación grande, siendo una de las primeras matronas extremeñas. No se convocaron oposiciones hasta los años setenta y las saqué con cuatro hijos. Todos los niños de Campanario desde el siglo pasado nacieron, bien con mi madre o bien conmigo, ya a partir de los años cincuenta. Bueno, todos menos uno, que nació el mismo día que uno de mis hijos. Ese día fue mi madre, ya jubilada, la que atendió mi parto.

Aportó incluso de su patrimonio para atender a las mujeres…

Claro, imagínese. Los pastores, los trabajadores del campo no tenían Seguridad Social. Soy madrina de muchos niños y las familias que me lo pedían las ayudaba con lo que me fuera posible. Era además habitual que en aquellos tiempos las mujeres me pagaran, en especie, con un pollo o una gallina.

Josefa Gómez, con su familia. EL PERIÓDICO

¿Por qué es tan importante la figura de la matrona?

Atendía los partos urgentes, aunque si la cosa se complicaba mandaba a las madres al hospital. En los años cincuenta tenía que visitar en persona los chozos a atender a las parturientas, a veces con la opinión en contra de los señoritos que no querían que los pastores trajesen a la mujer a dar a luz a Campanario. De hecho, en una ocasión tuve que encararme con uno para que dejara que la mujer pudiera ser atendida en las mejores condiciones en el pueblo.

¿Recuerda en especial algún parto difícil con final feliz?

Difíciles fueron muchos partos. Muchos niños venían al mundo ‘de nalgas’ y antes no había cesáreas. De hecho se lo recuerdo a algunos de ellos cuando los veo en tono cariñoso. También son partos de riesgo los bebés prematuros y entonces no había incubadoras ni nada. De esos he vivido miles. A esos niños los he cuidado entre algodones reales, no se trata de una frase hecha. Les tenía que dar la leche con una cuchara y saqué hacia adelante muchos.

La matrona no solo tiene un papel en el paritorio, sino también antes y después del parto ¿No es así?

Sí, por supuesto, yo no solo atendía en el parto sino también antes y después de él. Además, antes había mucho sentido del pudor y hablaba con confianza a las mujeres. Recorría las calles con mi bolso todos los días a veces para ir a cortar el cordón umbilical. Además, les hacía a las niñas el agujero en las orejas para los pendientes. Estoy muy orgullosa de que los niños y niñas de Campanario no tienen el ombligo hacia afuera gracias a una técnica que ideé colocando unos cartones con vendas para que se les quedara dentro. A las niñas les hacía el agujero de la oreja con hilo de seda y me dada mucha vergüenza cuando veía a alguna con un pendiente más alto que el otro. Una vez a una mujer le saqué siete metros de venda de hospital que se habían olvidado. Debió acudir al médico, pero fue a mí a quien vino. Yo había lo que podía. Eso sí si eran cosas ya importantes las derivaba a los doctores, que siempre tuvieron la última palabra.

¿Cuáles son las principales dudas de las madres primerizas?

Todas. En aquellos años cincuenta había muy poca cultura. Yo me preocupaba mucho por la higiene. Eso que está tan de moda ahora de desinfectarse las manos ya empezamos mi madre y yo a ponerlo en práctica. Todo aquel que entrara en la habitación de la parturienta tenía que lavarse las manos. En otras ocasiones a los maridos nerviosos los enviaba a la puerta del cuartel de los municipales porque allí se podía avisar a un señor que tenía coche y llevar así a la mujer al hospital. Muchas veces los hombres no hacían más que derramar cosas. 

No hay duda de que el parto tiene en la mujer sus consecuencias ¿Cuáles son?

El postparto es muy importante y no había cesáreas. Si acaso se daban puntos. Después de dar a luz había estar pendiente durante muchos días y a veces durante semanas si se presentaba alguna infección, siempre bajo la supervisión del médico.

¿Recomienda la lactancia materna siempre?

Sí, siempre. Si había alguna parturienta que no tenía leche y conocía de otra que pudiera darle el pecho a su hijo lo indicaba. Así en el pueblo tenemos algunos ‘hermanos de leche’. Después vinieron las leches maternizadas y ese problema se solucionó.

¿Qué se siente cuando se ve nacer a un niño?

Es una alegría y un gran desahogo multiplicado por mil.