«La dehesa es un símbolo de Extremadura que necesita una intervención urgente. Falta regeneración de árboles, los que quedan son muy viejos y dentro de 40 años no va a haber otros que les sustituyan». La que habla es Manuela Rodríguez (Cáceres, 1985), una mujer que ha pasado los últimos cuatro años de su vida «entre el campo, el invernadero y el laboratorio» para realizar una tesis doctoral con la que ha conseguido la máxima calificación. Además, está escrita en inglés, la lingua franca del mundo científico. «La verdad es que antes de hacer esto no tenía mucha experiencia científica pero mi padre trabajaba en Monfragüe, entonces el campo, la dehesa, la he vivido desde chica», recuerda Rodríguez. 

Con modestia dice que tiene poca experiencia, pero lo cierto es que esta extremeña cuenta con varias titulaciones y ha vivido y trabajado en países como Chile o Costa Rica. De hecho, para esta tesis doctoral, enmarcada dentro del Centro de Investigaciones Tecnológicas y Científicas de Extremadura (Cicytex), ha hecho estancias en California y trabajado con otros equipos de Francia o Portugal.

En el sur, mejor defensa

Lo que Rodríguez ha analizado son las defensas químicas de la encina frente al patógeno fitóftora, comúnmente conocido como la seca. «Lo primero que hicimos es recoger bellotas de todo el país para llevarlas al invernadero y cultivarlas todas por igual. Sobre ellas aplicamos el patógeno y evaluamos. La primera conclusión a la que llegamos es que las encinas del sur tienen mejores defensas. Después hicimos lo mismo en el campo y coincidía, lo que demuestra que el material genético vegetal de las encinas del sur es más resistente», explica Rodríguez.

También confirma lo que se viene dando con el calentamiento global: las especies del sur resisten mejor y van comiendo terreno a otras del norte.

La aplicación en la vida diaria es clara: «Cuando se tenga que repoblar alguna zona, lo conveniente es hacerlo con unas plántulas de perfil químico resistente», es decir, del sur. «Esto asegura la eficiencia del dinero y los recursos que se van a invertir», dice.

La investigadora, sobre el terreno EL PERIÓDICO

«Pero la investigación tiene más líneas», advierte. «También hemos probado cómo reducir el patógeno, hacerle daño», continúa. En su trabajo de laboratorio, la investigadora también probó especies herbáceas que redujeran el patógeno. «Esas praderas de las dehesas habría que enriquecerlas con este tipo de especies: no acabas con el patógeno pero lo controlan. De hecho los portugueses ya están trabajando en ello». Estas hierbas son la flor amarilla o rúcula, la arúgula y el rábano silvestre.

Además, Rodríguez también ha probado que los árboles híbridos (encina y alcornoque) son más fuertes. «Esto lo comprobamos en nuestro trabajo conjunto con los franceses. A los mestos (híbridos entre dos especies de ‘quercus’) la hibridación les da más resistencia. Es lo que llamamos el ‘vigor híbrido’», narra.

Mujer investigadora

Concluida su investigación «de manera oficial», porque Rodríguez sigue indagando, esta cacereña reconoce que ha trabajado en un mundo de hombres. «En mi clase, en la carrera, sólo éramos tres chicas. Es una profesión en la que hay más chicos, eso es evidente, pero creo que poco a poco va cambiando y nunca he sentido menosprecio por ser mujer», dice. Aunque matiza: «Sí es cierto que hay un momento en la vida que en este y en otros campos si quieres formar una familia como mujer tienes que parar, cosa que a un hombre no le ocurre. En ese sentido no estamos en igualdad de condiciones y la clave es que podamos hacerlo compatible», expresa. «También creo que las mujeres tenemos a favor que somos más organizadas y responsables, quizás porque no nos queda otra», añade.

Rodríguez, tras cuatro años de dedicación «casi enfermiza», ahora ve con orgullo cómo las encinas que plantó al principio de la tesis siguen creciendo. «Me gusta pasar por las fincas de Plasencia y ver cómo los árboles siguen vivos años después, es un orgullo». 

E insiste en que ese es el camino para conservar el ecosistema extremeño por excelencia: nuevos árboles que aporten savia joven a la dehesa. La supervivencia de ésta depende de ello. 

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