Pudo ser un tendero, un comerciante o un tabernero quien las escondiese. Ni se sabe ni, probablemente, se sabrá nunca a quién pertenecían las 818 monedas de imitación correspondientes a la época del emperador Claudio II que se hallaron en el foro de la ciudad romana de Regina, ubicada en la localidad pacense de Casas de Reina, durante las excavaciones que se llevaron a cabo allí en 1986. Junto a ellas estaba también una fíbula que habría cerrado la bolsa donde estaban guardadas y de la que nada se encontró.

Lo que sí se sabe es que se trata del mayor tesoro de monedas romanas falsas de Hispania hasta la fecha, como así lo afirma David Martínez Chico, historiador y experto en numismática que decidió a estudiarlas y plasmar sus conclusiones en el libro ‘El tesoro de Regina Turdulorum’.

Al contrario de lo que apuntan otras informaciones, Guillermo Kurtz, director del Museo Arqueológico de Badajoz donde se muestran las monedas, aclara que desde el primer momento se supo del valor con el que contaba este hallazgo. La demora a la hora de estudiarlas se debe, simple y llanamente, a una falta de recursos, algo común en arqueología. «En una excavación arqueológica, si el mundo fuera serio, trabajas un mes, tardas al menos un año en procesar todo el material y, luego, varios más en los estudios. Pero como todo es de locos, nunca hay tiempo suficiente para hacerlos», lamenta.

Con Martínez Chico se dio el caso, según Kurtz, de que estaba haciendo una tesis, «por lo que estaba motivado, pero lo normal es que se estudien las cosas mucho tiempo después de descubrirlas porque hace falta tiempo, dinero y posibilidades». Tan conscientes eran el museo de lo que podrían significar las monedas que, de hecho, han estado expuestas casi de forma ininterrumpida desde que el edificio se reabriese en 1989. «De no haber estado ahí, quizás nadie se habría fijado en ellas», sugiere.

Tampoco es tan cierto el hecho de que se encontrasen 820 y se perdiesen dos por el camino. «Con esas cantidades no podemos esta seguros de que el primero que las contara no se equivocara», dice Kurtz. En cualquier caso, nada de esto resta importancia a las monedas, que en absoluto pierden valor por el hecho de ser imitaciones de las verdaderas, que llevaban plata, al contrario que estas, que están hechas principalmente de cobre.

El director del museo explica que, a los arqueólogos les da igual que sean «de plata, oro, cobre o platino»: «Son un testimonio del siglo III y IV que nos ha llegado, nos da una información sobre Regina y la circulación monetaria de esa zona en esa época, y eso es lo interesante, lo demás es precio, que no hay que confundirlo con el valor».

El lote de monedas de Casas de Reina, expuestas en la vitrina. S. García

De imitación

En ese sentido, cabe destacar una particularidad de estas monedas, y es que carecían de precio por ser de imitación, que no falsificaciones. El autor del estudio se afana en explicar que no es lo mismo, aunque a priori lo parezca. «En Numismática Antigua el término ‘imitación’ se suele usar para diferenciar las monedas falsificadas, que implican un delito pues se hacían claramente para defraudar. La de imitación se relaciona, a su vez, con situaciones precarias; en un momento en el que la moneda divisionaria no existía o era escasa, debieron surgir talleres para aliviar dicha escasez monetaria», manifestó Martínez Chico en una entrevista concedida a la asociación Regina Viva.

Su presidente, Isidro Díaz, cuenta que tanto él como el resto de los integrantes de su colectivo destacan el hecho de que alguien se haya decidido a estudiar este tesoro, pues «denota la realidad de la ciudad en aquella época y la importancia que tuvo también Regina desde que se fundó».