Es tiempo de cosecha de castañas y a 1.100 metros de altitud el sol de noviembre engaña: luce, pero calienta más bien poco. El mediodía está cerca y la cuadrilla de Jorge Bermejo, en Navaconcejo, sigue sin desprenderse de la ropa de abrigo a pesar del esfuerzo físico que suponen ya las cuatro horas que llevan doblados separando las castañas de los erizos. Les queda media jornada aún y en este día de sol agradecen que la abrupta caída de las temperaturas tras las lluvias del fin de semana les haya concedido esa pequeña tregua: «Ayer sí que hacía frío y tuvimos que encender un fuego. Hoy se puede aguantar», dice uno de los trabajadores sin dejar de remover en el suelo entre las bolsas espinadas de las que van sacando los frutos. Los ocho hombres que se afanan en ese momento en lo más alto de una ladera que mira al Jerte llevan también guantes, aunque son de goma porque no buscan resguardar las manos del frío sino defenderlas de las punzadas de las agujas que recubren el zurrón que protege el desarrollo de las castañas en el árbol. De ahí el nombre de ‘erizo’ con el que se le conoce. Las lluvias abundantes del fin de semana parece que también van a facilitar la tarea, ahora que esta zona afronta el final de la campaña que arrancó a finales de septiembre. 

--¿Os ha perjudicado mucho la lluvia del pasado fin de semana? 

--Todo lo contrario. Nos ha beneficiado mucho. Llevamos toda la campaña usando dos guantes en cada mano. Nos colocábamos uno de goma y otro de cuero encima para protegernos, porque los erizos estaban tan secos que los atravesaban y era imposible tocarlos. Pero la lluvia los ha ablandado y la tarea es más fácil ahora --dice Jorge Bermejo, el titular del castañar que inició su abuelo y potenció su padre hasta el punto de que en esta zona del valle en la que todo lo inunda el cerezo, la castaña ya se ha convertido en la actividad más rentable para ellos. 

Las lluvias del último fin de semana han ablandado los erizos y facilitan la tarea de sacar las castañas

Los Bermejo han conseguido ir sumando parcelas y árboles hasta llegar a nueve hectáreas de castañar en bancales en el punto más alto de una de las laderas aterrazadas. Allí tienen ya más de 800 castaños que superan en algunos casos los 30 años y a los que no dejan de sumar nuevos ejemplares, aunque las enfermedades del castaño también destruyen algún árbol cada temporada. Aun así, pueden llegar a sacar hasta 40.000 kilos al año y algunas piezas han llegado a alcanzar los 72 gramos, cinco veces más de lo que pesa una castaña de tamaño medio. La clave estuvo en que hace años apostaron por ir diversificando variedades (de algunas desconocen el nombre) para engordar las piezas tal y como iba demandando el mercado. 

«Esta campaña no será especialmente buena», se lamenta Ángel Bermejo (68 años), que sigue yendo al campo cada mañana aunque haya cedido ya el testigo a su hijo. «Es que a mí me gusta trabajar», se justifica. Así es que ahora, en plena campaña de recogida, es el que se encarga de llevar diariamente en su todoterreno los sacos de la cosecha a la cooperativa Coadena de Navaconcejo.

Allí comienza un primer proceso manual de limpieza y selección por tamaños, previo al que luego se llevará a cabo en la Agrupación de Cooperativas del Valle del Jerte que absorbe la producción del Jerte y La Vera. Espera procesar este año más de tres millones de kilos, «una cifra muy por encima de la media de los últimos años», principalmente de las variedades de castañas conocidas como de Pablo y verata dos de las más típicas del norte extremeño. 

«Es un cultivo muy importante, después de las cerezas. Los agricultores lo utilizan para diversificar fincas y es un cultivo muy social», destaca Miguel Ángel Durán, director comercial y de Márketing de la agrupación de cooperativas. En buena parte es social porque se contrata mano de obra de la zona en un momento en el que hay menos actividades agrícolas con la llegada del otoño. 

Fruto ligado al otoño

La campaña de la castaña abarca desde los meses de septiembre a diciembre en estos territorios y este año está marcada porque parece que será «con muchos kilos, pero poco tamaño», según la agrupación. La escasez de lluvias no ha permitido al fruto engordar y eso dificultará la venta en los mercados. Italia y España son los principales consumidores y destinatarios..

Apenas caben tres de sus castañas en la palma de la mano y aun así Ángel Bermejo se queja de que son más pequeñas de lo habitual y de que la climatología les habrá restado entre 8.000 y 10.000 kilos de fruto cuando termine la recogida a finales de esta semana. 

La coyuntura de precios ha impulsado el cultivo, que se considera el más rentable de los de montaña

El sector de la castaña en Extremadura sigue siendo esencialmente manual aunque en algunas zonas productoras como La Vera o Villuercas ya sopesan mecanizar en parte la recogida por la falta de mano de obra. En los bancales del Jerte, la mecanización de la tarea es bastante complicada y para Ángel Bermejo hay además mucho de convicción: «Entre las ocho personas que están trabajando aquí con mi hijo están mi vecino, el amigo, el primo del amigo… todo gente del pueblo. Yo me he acostumbrado a hacerlo de esa manera y así doy trabajo. Pero además es la mejor forma de recoger estas castañas tan grandes, porque la maquina rompería muchas de ellas», razona el productor, que ve lejos la mecanización en su castañar.

Al otro lado del valle, en La Vera, Sonia Expósito sí sopesa empezar a mecanizar ante las dificultades para encontrar mano de obra a pesar de ser un cultivo en auge en la zona desde hace ya varios años. Esta campaña ha contratado a seis personas para la recolección en sus 15 hectáreas de castaños (seis de ellas aún no están en producción) en Jaraíz de la Vera, que acaba de dar por terminada. «Ha sido una campaña bastante buena», afirma. Ha recolectado más de 14.000 kilos, aunque hasta diciembre no sabrá a qué precio se la pagará la cooperativa. El año pasado fue a 3,1 euros por kilo.

El sector de la castaña está en auge

La coyuntura de precios (por encima de 3 y 4 euros por kilo en algunos años) ha supuesto un revulsivo para el castaño en la última década y ha propiciado un impulso al sector, que se ha convertido en el más rentable de los de montaña, aunque en producción siguen por delante otros como el cerezo y el olivar. Extremadura es la tercera zona productora a nivel nacional con 6.343 toneladas de frutos en el 2020 según los datos del Ministerio de Agricultura, por detrás de Castilla y León (8.432) y Galicia (169.075). La región tenía en 2020 un total de 2.949 hectáreas de plantaciones de las que más de 2.500 están ya en producción.  

Las principales zonas castañeras de la región se concentran en el extremo norte (Gata, el Jerte y La Vera) y en la zona de Las Villuercas, el único punto en el que la recolección no ha comenzado aún. «Es el punto más tardío de España y probablemente de Europa», afirma Efrén Martín, técnico de la Asociación de Castañicultores de Las Villuercas, que aglutina al 80% de los productores de la zona, unos 270. 

Víctor Ciudad echa en un saco las castañas que ha ido recogiendo SILVIA SÁNCHEZ FERNÁNDEZ

En esta zona van a iniciar esta semana la recolección, que se extenderá hasta principios de diciembre. Por término medio recogen entre 1,5 y 2 millones de kilos por campaña. «Es una castaña tardía de doble aptitud, tanto para consumirla fresca como para industria», explica el técnico, que destaca que el sector extremeño, aun sin ser el principal productor, es el que está más organizado: «La mayoría de los productores están en cooperativas, con técnicos que les asesoran y con buena disposición para invertir en la explotación en nuevas técnicas para mejorar la producción», valora. 

El punto débil, como en otros sectores, está también aquí en la industria: «Hay de primer grado en la que se recibe la castaña, se pela y se ultracongela. Pero la industria de transformación en la que se usan esas castañas para hacer compotas, mermeladas o cremas es el eslabón perdido», lamenta. Aun así, la preocupación en el sector no está ahora en el salto industrial, sino en frenar las enfermedades que amenazan el plan de futuro de todos los castañares.

Las enfermedades minan el futuro de los castañares

Las enfermedades conocidas como la tinta, la avispilla y el chancro minan desde hace tres décadas los castañares y amenazan al el sector. El problema afecta a todos los castañares de España y por eso hay ya en marcha varios grupos de trabajo para investigar fórmulas para hacerles frente y desarrollar estrategias para hacerlos más resistentes y mejorar la productividad. En Extremadura se ha creado en 2020 el grupo Go Castanea, en el que participan Cicytex y la UEx, con cuatro ejes de trabajo entre los que están la utilización de cepas hipovirulentas para hacer frente al chancro (que ya causó estragos en la zona de Valencia de Alcántara en los 90) y ya se han ‘vacunado’ los primeros ejemplares en las Villuercas. Junto a eso, se trabaja con técnicas de riego deficitario o aprovechamiento de los restos de poda para un escenario de cambio climático.