Mujer alcohólica. Este nombre y el adjetivo que lo acompaña encierran una realidad muy distinta a la del hombre que padece esta misma enfermedad. La mujer tiene un perfil adictivo diferente, propiciado por una sociedad que percibe su dependencia de forma distinta bajo el argumento falaz de que «solo los hombres son verdaderos alcohólicos». El alcoholismo femenino esconde una verdad invisible a fuerza de no hablar de ella, pero que está presente en todos los ámbitos sociales. Y no por ocultarla deja de estar ahí.

Dori Higuero es enferma alcohólica en rehabilitación y una socia muy activa de la Asociación de Alcohólicos Nominativos Extremeños (Anex). Administrativa del Servicio Extremeño de Salud, a sus 45 años luce pelo corto de color platino con reflejos fucsia. Es alta y de ojos azules. Su sonrisa tienen ese halo hipnótico propio de quienes saben que han escapado de un infierno. 

Un largo camino

Cuando mira hacia atrás es consciente del largo camino andado. Al relatar su experiencia recalca aquello de que «el alcoholismo es una enfermedad crónica y no un vicio». Aunque este presupuesto parezca extendido en la sociedad, asegura que no es así. «Soy una enferma alcohólica en rehabilitación, porque esto es para toda la vida. Ninguna persona es culpable de tener una enfermedad, pero cuando la tenemos debemos hacer todo lo que esté en nuestras manos para recuperarnos», explica.

Todo empezó con un trastorno de la conducta de la alimentación muy joven, a los 16 años. Primero, fue diagnosticada de anorexia, patología que evolucionó hacia la bulimia. Con 33 años descubrió que tiene problemas con el alcohol. «Me daba atracones de comida. Después vomitaba. Cuando salía y tomaba una copa la ansiedad se calmaba. Así empecé a consumir», señala. 

Dori Higuero no ha sido una bebedora social. Ha bebido sola porque los ataques de ansiedad aparecían en esos momentos. Beber la tranquilizaba mucho más rápido que comer y el proceso de la bulimia es más largo y complejo: comer compulsivamente, vomitar, hacerse purgas, laxantes… 

Las mujeres suelen beber de forma clandestina, en secreto y en solitario. Han vivido años de gran aislamiento social. «Ser mujer y alcohólica es un estigma en esta sociedad patriarcal en que vivimos; y en los municipios pequeños, mucho más. La mujer tiene que ser buena madre, buena esposa, buena pareja, buena hija… No es lo mismo decir ‘qué borracha va’ o ‘qué borracho va’», sentencia Dori Higuero.

Lo intentó. Se puso en tratamiento. Desde 2011 al 2016 no probó ni gota. Era abstinente, pero seguía enferma y sin rehabilitar. Ese último año recayó. «No es lo mismo estar en abstinencia que en rehabilitación, que es cuando reconoces que tienes la enfermedad. La abstinencia es como un iceberg. Solo se ve una pequeña parte de los muchos problemas que hay debajo», indica.

A pesar de ser enferma alcohólica, Dori llevaba una vida normal. Sacó sus oposiciones y conoció a su actual pareja, que ha sido un apoyo decisivo en los momentos más complicados del proceso. Y lo sigue siendo. «Él no sabía cómo ayudarme. Me decía que no me quería, que no tenía autoestima y no me valoraba. Fue él quien se puso en contacto con Anex», añade.

En el año 2019 su terapeuta del Equipo de Conductas Adictivas (ECA) comprobó que Dori o bebía o comía compulsivamente. El tratamiento ambulatorio no funcionaba y le propusieron ir a un centro terapéutico. «Yo fui quien tomé la decisión. No sabía lo que me estaba pasando ni qué hacer. Mi hermano y mi pareja me acompañaron a la Asociación para la Prevención, Orientación y Ayuda al Drogodependiente (Apoyat)». Este es un centro solo para mujeres, con ocho plazas y que trata adicciones en general con sede en Villanueva de la Serena.

Pandemia en Apoyat

«Ingresé el 17 de diciembre de 2019. Cuando se cerró la puerta me sentí realmente libre y desde entonces disfruto de esa libertad. Me centré en mis problemas. Allí me han ayudado sus educadoras, psicólogas y monitores. Después llegó el covid y, aunque nos dieron la oportunidad de volver a nuestras casas, yo decidí quedarme. Ahora todo lo veo de forma diferente. En Apoyat trabajé sobre la autoestima. No aceptaba mi imagen ni cómo era. Trabajé los valores y las habilidades sociales y también el género». 

Desde mayo de este año Dori ha vuelto a la vida con su pareja en el barrio de Casa Plata. Su última salida terapéutica no tenía fecha de vuelta a Apoyat. «Volver a mi casa en Cáceres me parecía algo grandísimo tras tanto tiempo fuera». En este tiempo de adaptación ha podido poner en práctica todas las habilidades aprendidas en Villanueva de la Serena.

El ‘monstruo de las galletas’

«Me fui con una mochila llena de piedras y vuelvo con muchas herramientas vitales. Ahora, cuando aparece la ansiedad, a la que llamo ‘monstruo de las galletas’ hablo con ella y me voy a dar un paseo». En el huerto ecológico de Apoyat Dori aprendió a hacer correctamente los surcos en la tierra como metáfora de lo que tenía que ser su vida. Empezó a identificar y controlar sus emociones. Una de las fórmulas que mejor le funcionan para calmarse es escribir. Por eso ahora Dori es bloguera y en www.meniegoasermusa.com ahuyenta a sus demonios. Ninguna de sus entradas tiene desperdicio. 

Existe una mayor tolerancia al alcohólico varón, pero no en la misma medida para la mujer alcohólica. Muchos son los que piensan que la persona alcohólica «de verdad» es un hombre y eso ha hecho considerar como secundarios los problemas de las mujeres.

En nuestra sociedad todo se celebra con alcohol y la diversión se asocia a su consumo. Es una droga legal. Pero nadie es consciente de todo lo que destruye: vidas, familias, parejas, proyectos… El proceso de deterioro no pasa desapercibido para ninguna mujer ni hombre, ni mientras está bebiendo, ni cuando ha dejado de beber. En ambas etapas de su vida la mujer suele referirse a sí mismo con desprecio, pero en realidad lo que en el fondo desprecia no es a sí mismo, sino al alcohol y lo que éste hizo, o más bien deshizo, con su vida.

Actualmente, Dori Higuero se forma para ayudar a otros en su misma situación. Por eso se ha titulado como Técnico en Intervención en Drogodependencias y obtenido el certificado en Terapias Cognitivas Conductuales. También se trata en la Unidad de Trastornos de la Alimentación para controlar la ingestión compulsiva de alimentos.

En Anex ha coordinado terapias en las que, además de enseñar, aprende de los asistentes. Finalmente, manda, sobre todo, un mensaje de esperanza a los enfermos: «Salir del alcohol se puede. Cuesta, pero la recompensa lo compensa todo».

El día 15, mesa informativa en Cáceres

Este mes la Asociación de Alcohólicos Nominativos Extremeños (Anex) desarrolla un extenso programa coincidiendo con el Día Mundial Sin Alcohol, 15 de noviembre, efeméride creada por la Organización Mundial de la Salud para concienciar a la población de los efectos negativos de la bebida en el ser humano. Precisamente, esa jornada, en la avenida de España de Cáceres los socios de Anex instalarán una mesa informativa, a la que seguirá el miércoles 17 una charla taller en el Centro de Formación Profesional Carlos Tello con el nombre de ‘Consumo de alcohol y cannabis en los jóvenes’. Quienes lo deseen también podrán asistir a la charla-taller  ‘La incidencia en el consumo de alcohol en los jóvenes, durante la pandemia’ que se impartirá en la Facultad de Formación del Profesorado de la Universidad de Extremadura el próximo martes 23 de noviembre. El lema de este año es ‘Si has decidido tratar tu adicción recuerda: estamos contigo’.