Un pasito más en el conocimiento sobre el Parkinson o, quizás, en la búsqueda de un tratamiento que pueda mejorar o retrasar la enfermedad. Es lo que podría suponer un nuevo hallazgo realizado por el grupo de investigación Park de la Universidad de Extremadura (UEx), que lleva años buscando respuestas a esta patología que afecta a unos 3.000 extremeños. El coordinador de este grupo, el catedrático José Manuel Fuentes, es reacio a lanzar campanas al vuelo cuando se habla de ciencia, pero el grupo acaba de publicar en la revista Cell Biology and Toxicology un estudio importante que tiene como protagonista a un producto extremeño: la jalea real. Se trata de una sustancia con propiedades beneficiosas para la salud ya conocidas, pero ahora se ha descubierto algo más concreto.

Este grupo de investigadores ha comprobado que un peculiar ácido graso de la jalea real es capaz de inducir autofagia celular, un sistema de reciclaje de componentes celulares. «La autofagia es un proceso que permite a las células eliminar los desechos que va produciendo a lo largo del día, es un sistema de reciclaje celular, y nos interesa mucho porque está implicado en muchísimas enfermedades, incluidas las neurodegenerativas», explica Fuentes. De hecho, este grupo tiene una larga experiencia en el campo de la investigación de la autofagia -que la inducen otras muchas sustancias con las que también trabajan-, son especialistas en este proceso celular vinculado a las enfermedades neurodegenerativas y tienen varios proyectos activos en esta línea.

Pero además de ese ‘poder’ reciclador, los investigadores han visto que esa molécula concreta de la jalea real, a la que han denominado QBA, tiene un efecto neuroprotector, que mejora la salud neuronal. Este efecto se ha determinado primero en modelos celulares in vitro y posteriormente en ratones. «Vimos que cuando nosotros coincubábamos con este ácido graso se revertía ese efecto tóxico que produce una de las sustancias más habituales que se utilizan experimentalmente como Parkinson», señala el coordinador del grupo Park. 

Al mismo tiempo, en un modelo experimental inferior, se determinó también que este ácido era capaz de prolongar la vida de la mosca de la fruta, un insecto díptero que se alimenta de productos en proceso de descomposición. «Esto es también muy interesante porque este tipo de moléculas, que se llaman miméticos de restricción calórica y que inducen autofagia, se ha comprobado que sirven para prolongar la vida de muchas especies animales», añade José Manuel Fuentes.

Sin sospechas previas

El coordinador del grupo Park, formado por más de una decena de investigadores, muchos de ellos de excelencia, e integrado en el Centro de Investigación Biomédica en Red (Ciberned), cuenta que han estado unos cuatro años desarrollando este proyecto de investigación con la jalea real, sobre la cual no tenían sospechas previas. «Como hacemos con otros productos, nos fijamos en este porque la producción apícola en Extremadura es importante y nos pareció interesante explorar en las moléculas de la miel en general y de la jalea real en particular. Había estudios preliminares sobre algunos efectos celulares de la jalea real que nos han servido de soporte para explicar lo que ahora hemos encontrado, pero hemos hecho un trabajo muy intenso de focalizar su efecto sobre inducción de autofagia y neuroprotección». 

Fuentes junto a una de las investigadoras del grupo Park. SILVIA SÁNCHEZ FERNÁNDEZ

¿Puede estar más cerca un tratamiento contra el Parkinson? «Esto es un hallazgo científico y punto. Ojalá que pueda ser muy interesante para un futuro tratamiento, pero no puedo decir qué puede suponer. Hemos visto que hay un efecto neuroprotector y ahora hay que seguir investigando más para ver qué es lo que hay detrás y debajo, cuáles son los mecanismos moleculares». Al mismo tiempo, el grupo está estudiando también su posible utilización en otros modelos de enfermedades neurodegenerativas en las que se produce algo parecido que en el Parkinson, es decir, «en las que también se produce una acumulación de agregados de proteínas que se encuentran mal plegadas o alteradas». 

Fuentes insiste en que hay que continuar investigando en estos beneficios de la jalea real ahora detectados. «Tenemos que seguir en modelos animales, caracterizando mucho mejor, viendo si atraviesa la barrera hematoencefálica o no. Hemos visto que induce una autofagia muy potente, pero lo hemos visto de momento a través de inyecciones intraperitoneales, tenemos que ver también si ese mismo efecto se produce administrando ese componente en el agua bebida, por ejemplo. Y queremos estudiar modelos de envejecimiento prematuro y ver si podemos retrasar el envejecimiento... De momento vamos a modelos animales durante algún tiempo y al mismo tiempo veremos la caracterización in vitro del mecanismo, porque esto es lo que nos va a conducir a descubrir las dianas moleculares, que es lo que se pretende encontrar siempre en cualquier estudio de este tipo». Porque son esas dianas moleculares, explica, las que hay que tocar después farmacológicamente. «Si no encontramos el origen molecular no vamos a encontrar nunca una solución certera». 

Otras líneas de investigación

Además de seguir profundizando en la autofagia y en los beneficios de la jalea real, entre otras sustancias naturales, el grupo Park tiene en marcha otras líneas de investigación interesantes. Estudia los factores etiológicos implicados en el origen del Parkinson y avanza también en el análisis de biomarcadores metabólicos que permitan diagnosticar la enfermedad en una etapa menos avanzada. «Hace un año publicamos un artículo que estamos ahora validando y ampliando. Encontramos un perfil de biomarcadores plasmáticos que diferenciaban enfermos de no enfermos y además lo hicimos en modelos genéticos y no genéticos». El grupo tiene, además, otra línea abierta sobre enfermedades neuromusculares en colaboración con la Fundación Isabel Gemio. 

José Manuel Fuentes, catedrático y coordinador del grupo Park de la UEx. SILVIA SÁNCHEZ FERNÁNDEZ

«Esta enfermedad es muy compleja porque tiene muchos orígenes»

La enfermedad de Parkinson es definida por la Sociedad Española de Neurología (SEN) como un trastorno neurodegenerativo que afecta al sistema nervioso de manera crónica y progresiva, hasta llegar a una fase de severa afectación y dependencia. Se estima que la sufren al menos 160.000 personas en España (suma 10.000 nuevos casos cada año) y supone la segunda enfermedad neurodegenerativa más prevalente en la actualidad después del Alzhéimer. 

No tiene cura, pero es una patología en torno a la que hay mucha investigación. Aunque encontrar resultados no es nada sencillo. «El Parkinson es una enfermedad tremendamente compleja porque tiene muchos orígenes. Es muy difícil tapar todos los caminos por los que podemos llegar hasta esta enfermedad, podemos llegar a comprender uno, dos, tres... pero es muy compleja», señala José Manuel Fuentes, catedrático de la UEx y coordinador del Grupo de Investigación Park, dedicado desde hace dos décadas al estudio de enfermedades neurodegenerativas y especialmente al Parkinson. Y cada hallazgo es un pasito más para intentar arrojar luz sobre una enfermedad que aún guarda muchos misterios. Uno de los caminos para llegar a esta enfermedad ha sido descubierto recientemente en el Instituto de Biomedicina Ibis de Sevilla por la científica Patricia González-Rodríguez. Su trabajo demuestra cómo los defectos en un complejo del cerebro que produce dopamina genera la progresión de la enfermedad. Y esto podría abrir la puerta a nuevos tratamientos, de los que está muy escasos esta enfermedad. 

El único tratamiento efectivo para esta enfermedad en la actualidad es un fármaco, que data de los años 60 y se llama Levodopa, con el que «evitamos los síntomas pero no estamos solucionando el problema», cuenta el investigador, y que además tiene un gran inconveniente y es que cuanto más tiempo se usa, el efecto va siendo paulatinamente menor. Hay otros tratamientos no farmacológicos, como el Hifu (una técnica de ultrasonidos que elimina temporalmente el problema) o la estimulación cerebral profunda, que también van solo a atacar los síntomas, pero no las causas. «Lo que tenemos que encontrar siempre es la causa, pero en el caso del Parkinson es muy complejo porque no hay una única causa». Lo que se conoce de la enfermedad es que se trata de un proceso multifactorial, hay muchos factores que contribuyen, genéticos y no genéticos, dice Fuentes, que apunta a un factor clave y claro: la edad. «Es lo único que está claro que produce Parkinson».

Por eso, sin augurar qué puede suponer en el futuro el último hallazgo de una diana molecular, Fuentes considera que constituye un paso enorme desde el punto de vista científico y destaca que se ha realizado por un grupo español que es de los más potentes en el mundo y se ha publicado en una de las revistas de mayor prestigio. Pero se muestra prudente a la hora de trasladar los resultados. Y habla de manera generalizada.

«Hay que tener en cuenta que los científicos trabajamos con modelos animales, que son imprescindibles, pero muchas veces los hallazgos que hacemos en animales luego no conseguimos extrapolarlos al humano porque aunque tenemos una homología génica muy grande, somos especies diferentes. Esto en el plano de la etiología, pero en plano de los tratamientos ¿sabes cuántas moléculas se tienen que ensayar para que al menos una llegue a un resultado más o menos razonable? 10.000 moléculas para que una puede que funcione», explica el catedrático de la UEx, que ve muy complicado a día de hoy llegar a curar esta enfermedad, pero sí confía en que se pueda llegar a realizar un diagnóstico precoz certero y preciso y se encuentren alternativas que permitan una progresión más lenta y una mayor vida útil. Ese es al menos uno de los objetivos por los que trabaja cada día el grupo Park.