«Sigo manteniendo el local al 50% de aforo porque no quiero aglomeraciones, que yo también tengo familia», reivindica Rafael Sánchez, encargado y camarero en el Bocacha, en Mérida. Desde que empezó a trabajar en un contexto de pandemia, se ha acostumbrado a hacerlo con la mascarilla y a ver cómo los clientes se la quitan para consumir y en algunos casos se relajan y poco más de lo que dicta la norma.
«No es lo habitual, suelen ser respetuosos con el uso de la mascarilla, pero la gente se va relajando poco a poco. Y es peor en el ocio nocturno por, lo que nos cuentan otros compañeros», reconoce. Por eso él se muestra partidario de seguir manteniendo el uso de la mascarilla dentro del los locales como el suyo tal y como está ahora «por lo menos hasta que esté más controlada la situación». «Yo estoy en contacto con mucha gente diariamente, así que estoy muy expuesto ¿Y si viene alguien que se quita la mascarilla y me lo pega? Yo la voy a seguir usando hasta que esté la cosa tranquila con la pandemia de covid», apunta el empresario, que reconoce que en todo caso que el uso de los tapabocas dificulta bastante la tarea. «Cuando estas cargando cosas o corriendo de un lado para otro, cuesta algunas veces respirar; y por otro lado, también cuesta en ocasiones entenderse con el cliente sin verle bien la cara y con ruido alrededor. Pero a todo te acostumbras», resuelve. Para él, con lo vivido en los últimos 20 meses, «lo primero es la prevención».