Son las doce de la mañana. No ha sonado el timbre porque no hay, pero es la hora del recreo. El maestro de Educación Física despide la clase y se dispone a recoger material deportivo de una pequeña sala y a introducirlo en su coche para continuar con su jornada laboral. «Ahora me voy a otro pueblo, aquí sin coche no puedes trabajar», dice Santiago Granado. Mientras, los únicos seis alumnos del colegio recogen su merienda y se sientan en el porche del patio escolar en fila india: son Vega, Alejandro, Aday, Dayron, Adrián y Carlos. Los tres primeros apenas tienen 3 años y han empezado el cole este año. Están en 1º de Infantil y para ellos no es ninguna novedad que el centro al que acuden cada día desde septiembre esté abierto. Tampoco compartir la única clase con otros tres niños más mayores, que ya están en Primaria: Dayron y Adrián de 6 años cursan 1º y Carlos, de 7 años, está ya en segundo. 

ALONSO DE OJEDA. COLEGIO C.R.A. EL MANANTIAL REABRE SUS PUERTAS REAPERTURA SILVIA SANCHEZ FERNANDEZ

Vacías las merenderas y los zumos, salen a la carrera por el gran patio de arena que tiene el recinto escolar. Suenan risas, gritos, pisadas veloces. Suena vida en el centro de un pequeño pueblo cacereño con nombre de explorador. Estamos en Alonso de Ojeda, una pedanía de Miajadas con poco más de seis décadas de vida. Se fundó en los años 60 al albur del Plan Badajoz, llegó a tener medio centenar de alumnos en el colegio, pero nunca ha tenido tan pocos habitantes como ahora: 318 habitantes. Estos seis pequeños no son los únicos niños que viven en el pueblo, pero sí los que han hecho todo lo posible por volver a reabrir las puertas del colegio que llevaba cerrado desde el año 2016. «Cuando se cerró había dos aulas, pero eran pocos alumnos y los padres decidieron en aquel momento que lo mejor para sus hijos era acudir a un colegio a Miajadas (a unos 10 kilómetros); y ahora ha pasado al revés, con menos niños de los que había antes los padres se han movilizado para solicitar la reapertura del centro, no sé si tiene algo que ver la pandemia, que los padres son más jóvenes, pero ha cambiado la mentalidad y han sido ellos los que han conseguido reabrir el colegio con una sola clase y con menos alumnos incluso con los que se cerró», cuenta el director del centro, Pedro Navareño.

Y allí, en Miajadas en donde siguen escolarizados una quincena de alumnos que también viven en esta localidad. «Es una decisión de cada familia y es lo lógico que se intente que terminen Primaria donde empezaron», añade Navareño. Esa era también una de las variables para poder volver a abrir las puertas del colegio (que todos fueran de niveles similares y no tener un alumno de repente de 6º de Primaria), algo que no ocurre habitualmente en Extremadura. 

ALONSO DE OJEDA. COLEGIO C.R.A. EL MANANTIAL REABRE SUS PUERTAS REAPERTURA SILVIA SANCHEZ FERNANDEZ

La región ha perdido unos 12.000 escolares desde 2015, la mayoría de Infantil y Primaria

La caída de la natalidad y el descenso de la población está detrás del cierre de aulas todos los años (la región ha perdido más de 12.000 escolares, especialmente de Infantil y Primaria, desde el curso 2015-2016) y también de colegios completos. Desde el 2019 han cerrado sus puertas tres colegios públicos extremeños: el de Conquista del Guadiana, el de Robledillo de la Vera y El Cristo de Villanueva de la Serena. Por eso hablar de apertura, y más de reapertura de un centro rural, es todo un hito. «Tuvimos que hacer además un estudio para ver si podía tener continuidad en el futuro y por ahora parece que sí, el próximo curso entrarían dos niños más, el siguiente ninguno, pero luego llegarían cinco alumnos», señala Navareño. 

Este colegio de Alonso de Ojeda es uno de los ocho que se mantienen en Extremadura con menos de ocho alumnos. Algunos, incluso, con menos de los 5 estudiantes que se va a imponer como mínimo viable en la nueva normativa que está preparando la Junta de Extremadura dentro de la Ley de Reto Demográfico. Hay tres en la provincia de Badajoz: el CEIP San José de Benquerencia de la Serena (con solo 3 alumnos), el colegio Piedra la Huerta de La Nava (6 alumnos) y el Nuestra Señora de La Jara de Acedera (7 estudiantes). Y otros cuatro en la provincia de Cáceres: el CEIP San Antonio de Padua de Morcillo (7 alumnos), el colegio Santos Mártires de Portezuelo (5 alumnos), el Nuestra Señora de las Nieves de Valdemorales (5 alumnos) y el CEIP Nuestra Señora de la Asunción de Casillas de Coria (con 7 estudiantes), según los datos facilitados por la Consejería de Educación, que reitera el «esfuerzo» de la Junta de Extremadura «por la escuela rural». 

Aclara, además. que cuando se decide el cierre de un centro por falta de alumnado, este continúa creado, «ya que así es más ágil ponerlos en marcha de nuevo si la localidad en la que se ubica vuelve a tener niños y niñas suficientes para volver a abrir el centro escolar». Y eso es lo que ha ocurrido en Alonso de Ojeda. Aunque en realidad esta escuela no es un colegio en sí mismo, sino que forma parte del CRA (Centro Rural Agrupado) El Manantial que tiene su sede principal en Escurial y del que también forma parte el colegio de Casar de Miajadas. 

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Entre los tres suman 80 estudiantes que atienden 18 maestros, una parte de ellos especialistas itinerantes. Quien no se mueve nunca de este colegio es la maestra Guadalupe Centeno, la tutora del variopinto grupo de seis, que aunque ya tenía experiencia previa en centros rurales ha tenido que adaptar la forma de trabajo a su peculiar clase. «Aquí es muy importante la organización y la autonomía y eso lo aprenden rápido desde el primer día. Saben que yo me tengo que repartir a lo largo del día y mientras estoy explicando por ejemplo al de 2º de Primaria, el resto está haciendo su tarea de manera autónoma». Y aunque cada uno sigue los contenidos de su curso, todos tienen puesta la oreja siempre. «Es muy curioso, pero las explicaciones acaban siendo para todos a la vez, los de 3 años te pueden hablar de los planetas que estamos viendo en 2º de Primaria y los de 1º de Primaria también repasan y se quedan con cosas de Infantil. Al final, todos aprendemos de todos», cuenta la maestra especialista en Infantil. Las mañanas empiezan con una asamblea conjunta en la que se elige al encargado del día y se repasan los contenidos más básicos. Después cada uno se va a su mesa. Los de Infantil están juntos en una zona de la clase y los más mayores en tres mesas separadas alrededor de la maestra «porque necesitan más mi atención».

«No llegamos a tener todos los recursos que puede tener un colegio más grande, pero con lo que tenemos intentamos que tengan las mismas oportunidades», señala Navareño. Este mes llega al centro la primera pizarra digital, ya tienen tablets para cada uno, clases extraescolares y de refuerzo por las tardes y hasta un huerto escolar con sus primeros brotes. 

El director es un defensor de la escuela rural: «no lo cambio ahora mismo por una clase de 25 alumnos. Aquí los niños son más autónomos, tienes un trato más personal y cercano con ellos y también con sus familias, la atención es más personalizada». La ventaja que más valoran las familias es que los niños no deben desplazarse tan pequeños a otra localidad. «Es una alegría tenerlos cerca , oírlos cuando salen al recreo desde casa y la calidad de la enseñanza puede ser incluso mejor, porque se convierten casi en clases particulares», dice Fran Carroza, el padre de Vega. Y lo que podría ser el mayor handicap, la falta de interacción con otros niños y niñas, la suplen por las tardes. «En el parque se juntan todos los del pueblo y también vamos a Miajadas a natación y allí ya se relaciona con más gente, no lo veo ningún inconveniente», cuenta Raquel Pino, madre de Carlos, el mayor del cole. «Uno de mis hijos ya estuvo en Miajadas, y tampoco vino tan adelantado... La enseñanza puede ser la misma; yo estoy muy contenta de tenerlos aquí», señala a Almudena, la madre de los hermanos Dayron y Aday, mientras espera a las 14 horas en la puerta del colegio. Dentro, los pequeños se preparan para la vuelta a casa: ritual de baile para despedirse, abrigos, mochilas y de nuevo, a correr por las calles de un pueblo que ahora suena más vivo.