Tres de cada diez estudiantes extremeños de entre 14 y 18 años admite haberse emborrachado en el último mes (29,6%) y no mucho menos de la mitad (un 44,5%) haberlo hecho al menos en una ocasión durante el año precedente. Son dos de los resultados que arroja la última edición de la Encuesta sobre uso de drogas en Enseñanzas Secundarias en España, un estudio que el Ministerio de Sanidad, en colaboración con las comunidades autónomas, lleva a cabo con periodicidad bienal desde 1994 y que deja a la región con una incidencia muy superior a la media española en lo que a consumo de alcohol, tabaco, o cigarrillos electrónicos en esta franja de edad respecta. En estas tres sustancias legales (aunque esté prohibida su venta a menores) la región figura como una de las que presenta una mayor prevalencia de todo el país.

Así, un 43,2% de los alumnos extremeños reconoce haber fumado alguna vez; un 34,5% en el último año; y un 27,7% en los últimos 30 días, quedando siempre Extremadura entre las tres regiones españolas con peores números. Y por lo que atañe a la ingesta de bebidas alcohólicas, las cifras se sitúan en el 77,1%, el 74,3% y el 62,5%, respectivamente, esta última la mayor proporción de todos los territorios. Aparte de las intoxicaciones etílicas, que para el periodo de 30 días suben casi en nueve puntos porcentuales sobre la anterior edición del estudio, también es significativo que en ese lapso de tiempo un 38% de los adolescentes extremeños encuestados haya practicado el ‘binge drinking’ (el consumo de cinco o más bebidas alcohólicas en la misma ocasión) y un 24,3% haya participado en un botellón. «Son cifras muy elevadas y preocupantes. Obviamente, algo no estaremos haciendo bien», resume el sociólogo Artemio Baigorri, quien reconoce que es complicado aventurar las posibles causas de unos porcentajes tan altos «porque hace muchos años, desde principios de siglo, que en la región no se investiga sobre estas cuestiones con la dedicación que un problema como este exige. Lo único que podemos hacer es constatar que es una realidad».

«Son cifras muy elevadas y preocupantes. Obviamente, algo no estamos haciendo bien»

Artemio Baigorri - SOCIÓLOGO

Este profesor de la Universidad de Extremadura apunta que existen «una serie de elementos que podrían influir» en que los resultados de la encuesta sean más alarmantes en Extremadura que en otras regiones. Entre ellos cita que en las zonas rurales el control social sobre los menores «al contrario de lo que se piensa, es en realidad a veces menor», o que el mayor consumo de tabaco está vinculado a las rentas más bajas. No obstante, puntualiza a continuación, hay otras comunidades que, a pesar de compartir estas características socioeconómicas con la extremeña, están en unos niveles de prevalencia inferiores.

El estudio del Ministerio de Sanidad pone de manifiesto que, en España, el consumo de todas las drogas ilegales está más extendido entre los chicos que en las chicas. En cambio, con las de comercio lícito (alcohol, tabaco o hipnosedantes) sucede lo contrario, las consumen más las jóvenes. En Extremadura esta evolución es clara, de forma que el consumo de tabaco y alcohol de las menores está por encima del de los varones en prácticamente todos los parámetros y frecuencias analizados. «Desde luego, algo está pasando en los institutos o en los hogares, pero de momento no hay forma de saber qué es lo que está generando esta situación», incide. Unas respuestas que permitirían, esgrime, «plantear acciones» para atajar un problema que tiene un elevado coste social. «Realmente es uno de los problemas más serios que tenemos. Es evidente. Las consecuencias de no actuar, que son las consultas psicológicas o directamente psiquiátricas relacionadas con adicciones, están aumentando continuamente, y fenómenos como el suicidio están muy relacionados con el consumo de determinadas sustancias o con el juego».

Por otro lado, el cannabis continúa siendo la droga ilegal más frecuente entre los estudiantes de Secundaria. La encuesta muestra además un aumento de su consumo problemático entre los adolescentes españoles. Se sitúa en el 17,8% de quienes han probado esta sustancia en el último año, el mayor dato de la serie histórica. Estos menores promedian 5,1 porros al día. Entre los extremeños de 14 a 18 años, un 29,6% afirma haberlo consumido en alguna ocasión en su vida y un 22,8% en los últimos doce meses, frente al 25,2% y 19,8% obtenidos en el 2019. 

 Junto a la ludopatía, el cannabis es la casuística más habitual entre los menores que asiste Virginia Pereira, psicóloga especializada en el ámbito de la psicoterapia clínica que, entre otras problemáticas, atiende las relacionadas con las adicciones. «Muchas veces consumen por encajar a nivel social, porque quieren ser aceptados por amigos o compañeros que también lo hacen, o por experimentación», detalla. «No lo suelen ver tan peligroso como el consumo de otras drogas como la cocaína», apostilla esta psicóloga, con consulta presencial tanto en Cáceres como en Plasencia.

«El cannabis muchas veces se consume por encajar a nivel social, por ser aceptado por amigos o compañeros que también lo hacen»

Virginia Pereira - PSICÓLOGA

Los menores, explica, suelen llegar «por iniciativa de sus padres» y habitualmente «en los momentos iniciales» de la adicción, por lo que piensan que mantienen el control sobre ella, algo que, matiza, «muchas veces no es así». El que no quieran asistir a las sesiones, añade, hace que «la relación terapéutica» con ellos sea al principio «complicada de establecer». 

Posteriormente, el tratamiento a seguir «depende del paciente» pero en general, precisa, se trata de hacerle ver y «concienciarle» de «los riesgos» que implica el consumo tanto de marihuana como de hachís, que en determinadas personas puede derivar en otros problemas de salud mental como «brotes psicóticos o ansiedad».

En cuando a las adicciones comportamentales, para las que el estudio solo recoge ya datos nacionales, destaca que la utilización compulsiva de internet ha aumentado en 2021 hasta el 23,5%, frente al 20% de 2019. Por segunda vez, la encuesta analiza el uso de videojuegos. El 7,1% de los estudiantes de 14 a 18 años presenta una posible adicción a ellos.