Manuel Sánchez estuvo todo el verano previo a irse de Erasmus trabajando para ayudar a costearse la estancia. Por la mañana como socorrista en la piscina de su pueblo, Oliva de la Frontera, y por las noches de camarero en un bar. «Solo con la beca Erasmus es complicado que te llegue. Y aun así, con el dinero que había ganado y la beca, a veces costaba», cuenta. «El Erasmus había sido siempre algo que me había llamado la atención y que había querido hacer. El curso anterior vi la oportunidad, no me lo pensé y tiré para adelante», apostilla este estudiante de Ingeniería de telecomunicaciones en Cáceres, a punto de cumplir ahora los 23 años. No tenía en principio una especial inclinación por ningún destino: «Me tocó Parma y allí me fui». Llegó a esta ciudad de la Emilia-Romaña en septiembre de 2019 con la idea de estar en ella el año completo, pero a mitad de camino irrumpió la pandemia. Parma está situada, además, en la parte de Italia donde golpeó más el coronavirus en marzo del 2020 y en la que se aplicaron las primeros medidas radicales para contener su avance. «Me había venido para carnavales la última semana de febrero. Y estando en España me mandaron un mensaje de la universidad de que iban a cancelar las clases durante quince días, así que me quedé hasta el 7 de marzo, cuando volví a Italia, y justo esa noche pusieron en cuarentena toda la zona norte y tuve que comprarme un billete de avión para el día siguiente y volverme». Con todo, aunque no pudiera agotar su estancia, asegura sin dudar que «repetiría la experiencia».
Cuando llegó no tenía alojamiento –«Me quedé unos días en un Airbnb y luego cogí un piso junto a una chica de Badajoz y otra de Córdoba», detalla— ni conocía apenas el italiano. «Sabía decir ‘ciao’, que vale para hola y adiós, y poco más, pero para enero y febrero, ya justo antes de volver, tenía un nivel con el que me podía defender con soltura en cualquier situación», destaca. «Me adapté muy rápido, la cultura se parece bastante a la de nuestro país y además allí estábamos un grupo muy numeroso de españoles». De la experiencia destaca sobre todo «el contacto con la gente y que te permite conocer otras culturas, porque estás todo el día con chicos y chicas de otros países». También que «te hace más independiente» y que «ayuda a abrirte un poco más al mundo. Una vez que llegas allí te das cuenta de que puedes coger un avión con la misma facilidad con la que aquí tomas un autobús».