La comunidad autónoma perdió 4.486 habitantes en el transcurso de 2020, año en el que la hemorragia demográfica se desvió en mayor medida que en los anteriores a los núcleos urbanos más poblados de la región. Según los datos del INE, en Extremadura, por encima de los cinco mil empadronados solo mejoraron sus cifras dos: Villanueva de la Serena, con 85 inscritos más, y Puebla de la Calzada, con 27. Por el contrario, Cáceres capital se dejó 837 habitantes en esos doce meses; Badajoz 374; Plasencia 302; Navalmoral de la Mata 153; Mérida 124; Villafranca de los Barros 139; Almendralejo 114; o Trujillo 91. También hubo bajada, aunque de menor entidad, en otras localidades como Zafra (24 empadronados menos); Montijo (-21); o Don Benito (-9). Una caída que contrasta con los números del año anterior, cuando la mayoría de estas localidades sumaron población.

Del lado de los pueblos de menor tamaño, resultan llamativas evoluciones como las de los municipios cacereños de Marchagaz, que aumentó su padrón en 44 habitantes, de 203 a 247 personas (21,7%); Collado de la Vera (26, un 13,6%); Botija (16, un 9,4%); Cachorrilla (8, un 9,2%); Gargüera (14, un 8,5%); o Torrecilla de los Ángeles (47, un 7,8%)

Un cierto flujo hacia el ámbito rural que ha conllevado la llegada del coronavirus por parte de personas que buscaban una mayor seguridad se aparece como la causa más probable que está detrás de este repunte. «Es un aumento estadístico, pero ficticio, que no se corresponde con la realidad. No creo que [la pandemia] haya tenido un impacto significativo en la evolución demográfica de estos municipios», razona Antonio Pérez, profesor de Análisis Geográfico Regional de la Universidad de Extremadura (UEx).

Escaso optimismo

«Manejar los datos anuales nos dan unos dientes de sierra que no permiten seguir la trayectoria de una manera objetiva. Hay que ver por lo menos cada cinco años. Y ahí creo que no hay lugar para albergar ningún tipo de optimismo respecto a la evolución demográfica. Los municipios pequeños van a seguir perdiendo población y lo que destacaría es que las ciudades medias que tenemos en Extremadura con más de diez habitantes no se recuperan o no logran crecer a unos niveles que pudiéramos considerar interesantes», alega.

 «La población se pierde por dos razones importantes. La principal ahora es el crecimiento natural, que está siendo negativo. Es decir, fallece más gente de la que nace. Y el otro es la emigración. La gente joven en Extremadura cada vez está mejor formada pero es difícil que encuentren acomodo laboral aquí, aunque sea en un pueblo grande», razona Pérez, que pone como ejemplo que incluso una población como Jerez de los Caballeros, con «un potencial industrial enorme, no deja de perder población» (25 habitantes en el último dato).

«No hay nada que haya variado de pronto, no ha habido ningún cambio de tendencia», coincide Julián Mora Aliseda, catedrático de Ordenación del Territorio y Políticas de Sostenibilidad Ambiental de la UEx, que a falta de una análisis detallado atribuye este «ligerísimo efecto rebote» en muchos pequeños municipios a dos circunstancias. Una es «el retorno de algunos jubilados no dependientes con casas en pueblos de la región y que han decidió pasar en ellas la pandemia». La otra, el de un perfil de «trabajador cualificado» al que se le ha permitido el teletrabajo.  

Mora Aliseda hace hincapié también en la disminución experimentada por las principales ciudades de la región que, incide, ya se venía advirtiendo en sus proyecciones. Las dos capitales de provincia o localidades como Don Benito, Plasencia, Almendralejo y Mérida, argumenta, «han vivido» demográficamente en los últimos años del flujo de los municipios del entorno y una vez que «nuestras ciudades están ya hipertrofiadas» y al mismo tiempo los núcleos rurales de su alrededor se han quedado exangües, «es lógico que no solo no crezcan, sino que entren en regresión».