Tenían entre 6 y 17 años y vivían en orfanatos o con familias con muy pocos recursos. Muchos de ellos procedían de la zona afectada por la catástrofe de la central nuclear de Chernóbil, que provocó que gran parte de la población de la zona sufriera las consecuencias de la radioactividad. En el verano de 2008, unos cuarenta niños rusos pasaron varias semanas con familias cacereñas que participaron de un programa de acogida para ofrecer hogar a estos menores.

El desastre de la central de Chernóbil, situada al norte de Ucrania, afectó unos 60.000 kilómetros cuadrados. Unas 14 regiones de Rusia resultaron contaminadas.

La gestión de acogida en Extremadura se llevó a cabo a través de la asociación Todos somos niños, una entidad que comenzó su actividad precisamente por el suceso de Chernóbil de 1986, aunque con el tiempo se fue extendido a otras zonas y países.