El debate en torno al proyecto extremeño de regadío de Tierra de Barros que prevé transformar el cultivo de 15.000 hectáreas en la zona para 2027 ha acompañado a su larga tramitación y se agita cada vez que el agua escasea, por lo que supone ampliar la demanda de consumo para riego en un contexto en el que la capacidad de los embalses demuestra estar comprometida. 

«No es solo el déficit del agua. Es el uso que hacemos de ella, y a lo mejor hay un uso abusivo para desembalses, para agricultura...», apunta Javier Acero, profesor del departamento de Física de la UEx. En su opinión, el principal problema en los regadíos, más que las nuevas concesiones (como supone el de Tierra de Barros) está en las pérdidas que hacen que sean poco eficientes (en los 2.000 kilómetros del de Orellana se pierde alrededor de un 20% del agua). «Si vamos a una menor disponibilidad de agua, tenemos que buscar técnicas de riego más eficientes», añade.

Ecologistas en Acción siempre se ha mostrado crítica con el proyecto, que considera que no se adapta a las nuevas circunstancias. «Son proyectos pensados hace 40 años, en otro contexto, y que buscan ahora regar especies de secano como el olivar o la viña. No tiene sentido y no va en consonancia con el camino por el que va ahora la agricultura. Se podían haber invertido sus 250 millones de presupuesto en un proyecto basado en la agricultura regenerativa o los cultivos con cobertura vegetal», subraya Carlos Garrón, miembro del Área de Energía, Transporte y Cambio Climático de Ecologistas en Acción. El colectivo presentó alegaciones al proyecto.

«Cultivos más competitivos»

Pero la percepción de los agricultores de la zona de Tierra de Barros es diametralmente opuesta porque consideran que el agua hará sus cultivos más competitivos. «No podemos tirar por tierra un proyecto que tiene una concesión aprobada por la confederación (CHG) porque falta la lluvia tres meses. El agua nos hará ser competitivos; porque nuestros cultivos se están quedando obsoletos frente a los que tenemos a 20 kilómetros o en Portugal. O llega el regadío o esta zona se va a convertir en una ruina», advierte Juan Antonio Álvarez, de la Comunidad de Labradores de Almendralejo, que lo que quiere es un calendario «claro» para saber cuándo podrán contar con el agua. 

También lo defiende la Comunidad de Regantes de Tierra de Barros, que tiene por 50 años la concesión de aguas de la CHG de la que depende este regadío. «Años de sequía ha habido y habrá porque es algo cíclico, pero los estudios confirman que hay agua suficiente para ponerlo en marcha y nos permitirá asegurar un poco las cosechas y abrir el abanico de opciones a otros cultivos como el olivar intensivo, el almendro o el pistacho», asegura. 

Garrón discrepa: «Si el regadío no se puede poner en marcha cuando falta agua como ahora, nunca va a asegurar realmente una cosecha», apostilla.