Hay avances, pero la realidad sigue evidenciando que hacen falta muchos más para lograr la ansiada igualdad de género. Y días como hoy, 8 de marzo, Día Internacional de la Mujer, son el mejor momento para recordar que la desigualdad, los roles de género, la violencia machista y la precariedad laboral continúan teniendo rostro femenino. Pero debe ser una lucha diaria de la sociedad, no solo de cada 8 de marzo.

En el ámbito laboral las cifran hablan por sí solas. El desempleo les afecta más a ellas. En el mes de febrero se registraron en Extremadura 94.270 parados, el 63% fueron mujeres. La tasa de desempleo femenina en la región, por su parte, se situó a finales de 2021 en el 22,3% (la tercera más alta del país) frente al 16,1% masculina, según los datos de la última Encuesta de Población Activa (EPA). Entre las razones están que hay sectores laborales que siguen siendo muy masculinizados, como la construcción, la agricultura y la industria, en los que apenas trabajan 15.000 extremeñas frente a casi 100.000 extremeños. Solo en el sector servicios ellas son mayoría (154.800 mujeres frente a 127.200 hombres), según la EPA. 

Y dentro de los servicios, hay otros factores determinantes. Ellas soportan más contratos temporales (el 35% frente al 28% de ellos), siguen soportando los estereotipos de género y tienen trabajo esenciales (cuidadoras, limpiadoras...) pero precarizados, poco valorados y con menos derechos laborales, que además se han visto más golpeados por la pandemia de covid-19.

Más de 13.000 extremeñas han sido víctimas de violencia de género y hoy se mantienen 1.720 casos activos

«Está mejor remunerado el trabajo de un mecánico que es el que se ocupa de nuestro coche, que el de un cuidador, que se dedica al cuidado de nuestros mayores dependientes. Es solo un ejemplo, que pretende poner de manifiesto en qué sentido nos manifestamos cuando hablamos de misma remuneración para trabajos de igual valor», señala María José Ladera, secretaria de Igualdad de UGT.

Las extremeñas asumen las tareas del hogar

Según los datos de la EPA hay más de 94.000 extremeños que no trabajan por atender las labores del hogar y de ellos 84.900 son mujeres frente a 9.300 hombres. Además, según la última Encuesta de Empleo del Tiempo (del INE), las mujeres ocupan más de cuatro horas al día al cuidado del hogar y la familia frente a una hora y cinco minutos que dedican los hombres. Y otro dato en este sentido, la responsabilidad en el cuidado de los hijos también es mayoritariamente femenina. El 93% de las personas que solicitaron el año pasado una excedencia para el cuidado de menores fueron mujeres. Y también son el 80% de quienes pisan el freno laboral para atender a otros miembros de la familia.

Las consecuencias de estos datos suponen un obstáculo a la carrera profesional de la mujer: apenas el 30% de las empresas a nivel estatal tiene mujeres en sus puestos directivos superiores, mientras en Extremadura el 95% de las empresas que están obligadas a tener un plan de igualdad ni siquiera cuentan con este documento a día de hoy

Y todo ello mantiene abierta otra brecha en los salarios, que supera los 3.000 euros al año. La ganancia media anual en Extremadura es de 21.823 euros para los hombres y de 18.012 euros para las mujeres, esto es, el sueldo anual femenino supone el 82,5% del masculino, según datos difundidos en 2021 por el Instituto de Estadísticas de Extremadura referentes a 2019. 

Desde los sindicatos recuerdan que la brecha salarial no se produce porque ellas cobren menos, sino «porque la mujer suele ocupar categorías profesionales que están peor remuneradas y porque son las que más asumen la flexibilidad vinculada a la conciliación». «Las mujeres tienen en menor medida los complementos de turnicidad o de nocturnidad… No asumen más responsabilidades porque son las que mayoritariamente se ocupan de los cuidados», añade Ladera.

Otra cuestión a la que también señalan es la promoción dentro de la misma empresa, «que tengan las mismas oportunidades de promocionar». «Los datos que solemos manejar es que son los hombres los que ocupan cargos directivos o de responsabilidad, y es por eso que están mejor remunerados», insiste añade Lola Manzano, secretaria de Mujer de CCOO. Y todo eso penaliza luego a la hora de la jubilación: ellas perciben casi 230 euros menos de media.

Además del día a día en el mercado de trabajo y en el hogar, las mujeres deben afrontar a diario el machismo que sigue muy arraigado en la sociedad y que tiene su peor expresión en el acoso y la violencia de género. Según el Sistema Viogén, más de 13.000 mujeres extremeñas han sido víctimas de malos tratos en Extremadura en los últimos años y en la actualidad se mantienen activos 1.720 casos. 

Todas estas cifras son solo algunas muestras de que la igualdad real todavía está lejos y debe seguir siendo una lucha diaria, no solo de cada 8 de marzo. De hecho, según los datos del Instituto Europeo de Igualdad de Género, faltan al menos 60 años para que la brecha entre hombres y mujeres acabe desapareciendo.

Choni Vaquero. EL PERIÓDICO

«Ellos cargan con la fruta y nosotras la seleccionamos»

Choni Vaquero trabaja en la industria hortofrutícola

Lleva más de 30 años trabajando en la industria hortofrutícola como trabajadora eventual. La contratan de marzo a noviembre, principalmente para las tareas relacionadas al proceso de selección y precintado de la fruta, un campo en la que la presencia femenina sigue siendo mayoritaria. «Por cada 200 mujeres en la cadena hay 40 hombres», dice Choni Vaquero. La cifra no es exacta, es una proporción de la composición que sigue habiendo en este campo en el que de forma mayoritaria los hombres se siguen ocupando de trasladar los contenedores de fruta y las mujeres del trabajo preciso que requiere clasificar cada pieza en función de su calibre. 

«Siempre se ha hecho la distinción de que el trabajo que requiere fuerza física es para los hombres y nosotras nos ocupamos del otra trabajo más fino, que requiere ser más meticuloso y más precisión. Pero lo cierto es que no entiendo por qué aún es así», asume. Aun así, reconoce también que en ocasiones hay mujeres que rompen la dinámica: el año pasado entre los trabajadores que trasladan grandes volúmenes de fruta también hubo una carretillera. 

Los roles también están marcados en la toma de decisiones, hasta el punto de que en la planta de selección «toda las encargadas son mujeres, pero todos los socios son hombres y por tanto todos los jefes lo son», afirma.

Sire y Nene cuidan a mayores. SANTIAGO GARCIA VILLEGAS

«No te queda otra que aceptar lo que te ofrecen»

Sire y Nene son cuidadoras de personas mayores

Sire tiene 46 años y lleva 15 en España. Nene, 48 y se vino hace 9 años. Son hermanas y proceden de Senegal. Decidieron abandonar su país «para buscar algo mejor, porque allí había trabajo pero no era suficiente para mis hijos y mi familia», cuenta Sire. Aquí no siempre les ha sonreído la suerte porque el trabajo escasea. Sire ha llegado a estar parada dos años. Cuando más problemas han tenido ha sido «durante el covid». Con la crisis sanitaria les ha costado más encontrar empleo. En la casa que comparten en el Casco Antiguo de Badajoz viven ambas, el marido de Nene y sus dos hijos. La única que trabaja ahora es Nene, dos o tres horas a la semana ayuda a una persona mayor a hacer la compra. Cobra de 8 a 10 euros la hora. Sire empezó trabajando en el mercadillo y después como empleada de hogar y cuidando a personas mayores, interna o por horas. Vive con su hermana desde que se quedó parada, pero nunca ha podido alquilar una casa, solo una habitación. En algunos empleos les dan de alta y en otros no. «Cuando necesitas trabajo, no tienes otra alternativa que aceptar lo que te ofrecen, porque si no, no comes, no pagas las facturas y no ayudas a tu familia». A una amiga nigeriana que las acompaña la despidieron «por preguntar», cuando quiso saber por qué en enero cobraba menos que en diciembre, a pesar de haber trabajado más horas.

Mamen Búrdalo, trabajadora del campo.

Mamen Búrdalo, trabajadora del campo. EL PERIÓDICO

«En la mano de obra sí hay igualdad, pero todo son jefes»

Mamen Búrdalo trabaja como peón agrícola

Desde el 2014 ha trabajado como fija discontinua en un invernadero de la zona de Don Benito dedicado al cultivo de pepino, que se procesa luego en una planta de la misma empresa. «En el trabajo en el invernadero la mano de obra está equilibrada entre hombres y mujeres; pero en la planta de confección solo trabajan mujeres, y en los puestos de mando de la empresa, solo hay hombres. Todo son jefes», lamenta Mamen Búrdalo. 

Ella no ha vivido situaciones de desigualdad directamente, pero sí las ha visto muy cerca en su trayectoria laboral, como el caso de que una compañera fuera la única que desempeñara tareas de encargada que no estaban reconocidas desde el punto de vista salarial, mientras otros compañeros con las mismas funciones sí lo tenían. 

¿Existe la desigualdad? «Sí, desde la base. Porque el trabajo al que acceden las mujeres de forma mayoritaria aquí es el que las obliga a estar durante tres o cuatro horas sin moverse del puesto; o el destinado a limpiar las instalaciones. Jamás cogerían a un hombre para las tareas de limpieza. Cuando buscan a alguien para esas tareas, buscan a una mujer y automáticamente descartar a los hombres», afirma. 

Ha tenido también a compañeras a las que les han preguntado en la entrevista de trabajo si tenían hijos: «no lo hacen de forma descarada, pero lo preguntan».

Fernanda Aponte EL PERIÓDICO

«Mis compañeros ganan más por ser hombres» 

Fernanda Aponte trabaja como limpiadora 

Fernanda Aponte, de 53 años y natural de Mérida, ha trabajado toda su vida como asalariada en el sector de la limpieza. Relata que debido a la pandemia de coronavirus perdió el trabajo que tenía y ahora trabaja en la ayuda a domicilio, aunque en ocasiones también la llaman para trabajar algunas horas en la limpieza. La emeritense destaca que la denominada brecha salarial entre hombres y mujeres es una realidad porque la ha sufrido en primera persona: «En los sectores de la limpieza y ayuda a domicilio tengo compañeros que ganan 40 euros más haciendo el mismo trabajo que yo, tan solo por el hecho de ser hombres».

«En mis sectores sí hay mucha precariedad laboral, porque la jornada completa en el privado son 726 euros y aparte las pagas extra, a lo que se suma que los sueldos no son iguales entre hombres y mujeres», lamenta la trabajadora. En esta línea, apunta que «luego están los extras que tenemos toda las mujeres cuando llegamos a casa y toca poner la lavadora». 

«Quizás en otros sectores no haya tanta desigualdad, pero al menos en los que yo trabajo, no entiendo en qué se basan para cobrar menos cuando realizo el mismo trabajo que un hombre. Muchas veces lo he preguntado y dicen que es por los convenios, así que habrá que cambiarlos, porque al final me tengo que reír por no llorar», sostiene Aponte.

Karla Chavarría es trabajadora del hogar. SILVIA SANCHEZ FERNANDEZ

«Hay mujeres trabajando como internas por 600€»

Karla Chavarría es empleada de hogar

Hace cinco años que llegó a España y en este tiempo solo ha trabajado como empleada de hogar, a pesar de que en Honduras, de donde procede, estuvo en banca. «Hace tres meses me despidieron de una casa por pedirles el alta laboral», cuenta Karla Chavarría. Es una de las experiencias negativas que ha vivido y contra las que lucha desde la Asociación de Trabajadoras del Hogar. «Es algo muy común», asume. Y lleva a que muchas trabajadoras acaben en la economía sumergida para retener «unas horas» en una casa; o aceptan cualquier salario «porque es lo que hay». «Hay mujeres trabajando como internas por 600 euros. ¿Sabes lo que es eso? Hacer tres turnos de trabajo por algo que no paga ni uno», señala. Si además son extranjeras (muchas en este sector), la ley es un círculo vicioso que solo les permite acceder al permiso de residencia si se mantienen tres años en el país. La respuesta a cómo lo hacen es de nuevo la economía sumergida. 

Tras el último despido, Karla se va manteniendo con algunas hora sueltas porque, como el resto de las trabajadoras del hogar (mujeres el 99%), no tiene derecho a prestación por desempleo. «Tenemos un régimen especial, que no tiene nada de especial más que la discriminación a la que nos somete. Un trabajador al que le despiden cobra el paro. Nosotras, no», recuerda. Ella misma ha vivido esta situación. «Estuve dos años cuidando a una mujer mayor enferma, hasta que situación empeoró, la familia decidió internarla en una residencia y me quedé sin trabajo. Estaba dada de alta, todo en orden...Y me quedé sin nada».