A Juanjo Plata y a Pedro Burgos se les notaba hoy que por fin han dormido en una cama tras más de 40 horas de viaje prácticamente ininterrumpidas para llegar de Cáceres al campamento de refugiados de Dorohusk, en la frontera entre Ucrania y Polonia. Salieron el lunes de Extremadura (vía Cantabria para sumarse al convoy de DYA fletado por varias comunidades) y la noche de ayer miércoles llegaban a su destino para efectuar su principal misión: descargar las dos toneladas de material de primera necesidades recaudados en Cáceres en apenas 48 horas. 

Ellos son los dos voluntarios de DYA Extremadura que forman parte del convoy (junto a otros voluntarios de Cantabria, País Vasco y León) que se ha desplazado unido para prestar ayuda a quienes ahora la están pidiendo a gritos. Ellos no pueden detener la ofensiva rusa sobre la población ucraniana, pero sí aliviar el sufrimiento y la necesidad de quienes están bajo las bombas o han decidido huir del país para poner su vida a salvo. 

El material donado también alivia la vida a los ucranianos que siguen allí: «vienen a la frontera a por cosas»

«Cuando llegamos al campo de refugiados nos contaron que lo que llevamos no solo sirve a quienes están ahí en ese momento porque han huido de su país, sino que además hay muchos ucranianos que siguen en Ucrania y se desplazan hasta la frontera para poder tener medicinas, comida, ropa, pañales... Los que se quedan también están pasando penurias y tienen necesidades. Estamos contentos de poder ayudar pese a la dureza de esta situación», contaba este mediodía Juanjo, de nuevo en ruta, pero algo más descansado que ayer. 

Pasadas las 9 de la noche del miércoles, «de una noche cerrada y de mucho frío», la ambulancia extremeña de DYA convertida en furgoneta aparcó en el campo de Dorohusk, un pequeño pueblo polaco de poco más de 500 habitantes que se ha convertido en la ‘zona cero’ del éxodo de los refugiados ucranianos. «La idea inicial era descargar en Lublin, pero tuvimos problemas tácticos y se acordó ir a Dorohusk. Allí había muchos voluntarios, la gente está muy bien atendida y la experiencia fue estupenda dentro de todo, claro. Nos recibieron con sonrisas por la cantidad de material que llevábamos (diez toneladas entre todo el convoy), es la alegría de recibir algo cuando hace falta. Y aunque era tarde vimos a refugiados llegar». 

Voluntarios durante la descarga del material donado. DYA EXTREMADURA

¿Cómo es un campo de refugiados de cerca? «Aquello es básicamente campo, no hay sitios para resguardarse más que carpas y tiendas de campaña grandes. Es duro e impresiona especialmente cuando te vas acercando a la frontera y no dejas de ver policías, bomberos, coches de las fuerzas de seguridad... Ves la tensión en el ambiente. Sin embargo, luego, cuanto más te vas adentrando en Polonia, ves que aquí la vida sigue con normalidad, la gente vive tranquila y no tienes sensación de inseguridad», señala tras completar la primera fase de la misión. 

La segunda ha empezado esta mañana. Tras un sueño reparador en un pequeño hotel próximo a la zona y un café, el convoy en el que participa DYA Extremadura emprendió el camino a Varsovia para recoger a los refugiados ucranianos que tienen familiares en España y se volverán con todo el equipo de voluntarios. 

«Están muy definidos los contactos con las personas que van a venir a España, pero va cambiando mucho sobre la marcha porque hay gente que ya se ha ido en otros medios, pero está todo muy cerrado y organizado. La gente tiene mucha desconfianza en una situación así, no se fía de cualquiera porque las consecuencias de la guerra también tienen una cara negativa y hay gente buena, pero también mucha otra que no lo es. Así que o llevas un contacto previo o nadie se fía», relata mientras en uno de los vehículos de DYA habilitados para el transporte de personas (no es el caso de la furgoneta extremeña, que solo lleva una plaza libre disponible) se montan cuatro jóvenes ucranianas con apenas equipaje.

Recogida de refugiados por parte de DYA, ayer en Varsovia. DYA EXTREMADURA

Durante la jornada de hoy la previsión era recoger a entre 17 y 20 personas en distintos puntos del país, la mayoría se quedan o por el camino o llegan al País Vasco y Cantabria, antes de poner rumbo a España. «Todo se va viendo sobre la marcha, pero estimamos que tardaremos dos días y medio o tres en llegar. Al viajar con más gente, y sobre todo si vienen niños, intentaremos que haya más paradas para descansar». Pero el tiempo es lo de menos. Lo importante ahora es llegar a casa, mientras Juanjo ya piensa en volver si continúa haciendo falta. «Me gustaría no tener que hacer esto nunca más porque supondría que se acabaría la guerra y no haría falta, pero si esto continúa seguiremos ayudando. De esta primera experiencia lo que está claro es que nos llevamos mucho más de lo que hemos traído».