Los voluntarios del convoy humanitario de DYA, en el que participan los cacereños Juanjo Plata y Pedro Burgos de la organización de Extremadura, ya están de camino de casa. Y con ellos, 14 refugiados ucranianos están también a salvo de las bombas y misiles de Rusia. Son tres menores de edad, el más pequeño apenas tiene 5 años y el mayor 16, y once mujeres que recogieron durante el día de ayer en distintos puntos de Varsovia (Polonia), donde -cuenta Juanjo- la gente se está volcando en ayudar y acoger en sus casas a las personas que están escapando del horror que está viviendo Ucrania, como los 14 refugiados que traen a España. 

«Solo hay que ponerse un momento en su piel para saber cómo están. Vienen rotos. Vienen de las zonas más calientes de la guerra, sus pueblos están destrozados y te cuentan historias tremendas. Una de las mujeres que nos acompaña ha dejado allí a dos de sus hijos con 23 y 24 años que están luchando en la guerra y también a sus padres mayores y enfermos. Y viaja con otra de sus hijas. Imagínate tener que tomar una decisión así, imagínate como viene ese corazón. Es una tragedia. Lloramos, pero también intentamos que rían», cuenta el cacereño.

Los extremeños Juanjo y Pedro, junto al resto de los voluntarios que viajan en el convoy formado por cinco furgonetas de DYA Extremadura, Cantabria, Bizkaia y León, intentan hacer el viaje a España lo más ameno posible a sus acompañantes. «No les preguntamos nada ni queremos entrar en detalles para no hacerles más daño, pero muchas veces sale de ellos contarte determinadas situaciones. Vienen con una desconfianza total, es normal, salen de sus casas y de su mundo para meterse en otro totalmente desconocido. Hay que ponerse en su lugar». La comunicación durante el viaje está siendo fácil gracias a que dos de las ucranianas hablan algo de español y además el convoy lleva en todo momento una intérprete, una ucraniana residente en España, para facilitar la tarea. 

Ha sido un viaje organizado que comenzó el lunes para los voluntarios extremeños y que cumplió la noche del miércoles la primera parte de su misión: entregar dos toneladas de material de primera necesidad donado por los cacereños, más otras cantidades (diez toneladas en total) que llevaban el resto de compañeros. La descarga se realizó en el campamento de refugiados de Dorohusk, donde apenas unas horas más tarde de la salida del convoy de DYA se escucharon bombas. «Cayeron a 10 kilómetros del campamento, que está cerca también de la frontera con Bielorrusia».

Y en situaciones como esta, aunque esté todo muy organizado, hay que dejarse llevar y adaptarse a los imprevistos, que no han sido pocos. Esta misma mañana, de vuelta de Polonia tras una larga noche conduciendo se encontraron en Stuttgart (Alemania), en plena carretera, a un conductor sufriendo un fallo cardiaco y no dudaron en parar para ayudar. Es el ADN y el día a día de la organización DYA: detente y ayuda. «Le ayudamos a ponerse la medicación porque era incapaz en esa situación y le acompañamos hasta que llegaron los servicios de urgencia al lugar».

Tras el incidente, en el día de hoy han podido descansar en esta ciudad alemana. La Asociación Padres de Familia Spanischer Elternverein Esslinge les tenía preparada su sede para que durmieran y comieran tranquilamente. «Se han portado genial», agradece Juanjo. Y desde allí, partieron ayer sobre las seis de la tarde rumbo a otra larga noche en la carretera. 

La previsión es que el convoy llegue mañana por la mañana a España. La primera parada será Bilbao, donde se bajan los refugiados (todos se quedan con familias de esta ciudad vasca excepto tres personas que se dirigirán posteriormente a Valencia). Y de allí, Pedro y Juanjo emprenderán el viaje hasta Cáceres, donde esperan llegar esta tarde con una experiencia humanitaria única a sus espaldas. «A pesar de la situación en el fondo estamos contentos de poder ayudar algo. Esto no es un viaje cualquiera y lo sabes especialmente cuando estas allí. Traemos sentimientos encontrados porque nos habría gustado ayudar a muchos más refugiados a venir a España, pero también eres consciente de lo que supone salir de allí para una sola persona», reflexiona.